Cuentan sobre un gran Rabino, que estaba sentado con sus alumnos alrededor de una mesa y en ese momento, el Rabino les preguntó:
—¿Ustedes creen que existe Dios? Por supuesto que todos contestaron que sí; no entendían la pregunta del Rabino.
Les dijo el Rabino:
—“Realmente yo no creo en Dios”
Todos los alumnos quedaron sorprendidos, y querían entender al Rabino; hasta que el Rabino les explicó con una pregunta:
—¿Ustedes creen que aquí hay una mesa?
Los alumnos le dijeron:
—No creemos que hay una mesa, sabemos que hay una mesa, ya que la estamos viendo.
—Así mismo, les dijo el Rabino, ¿acaso es necesario creer que existe Dios? ¡No!, ya que yo veo a Dios. Entonces yo no creo que existe Dios, yo veo a Dios.
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