En mis anteriores columnas, que esta publicación tuvo la amabilidad de publicar y distribuir, intenté plantear dos modelos de representación política y social[1].
De los modelos de representante, uno político profesional y, el otro, el romántico surge conclusiones que nos llevan a la crisis de representación que hoy se sufre en occidente en particular.
Mientras que el político profesional carece de empatía y de vínculo moral con sus representados, el romántico, en cambio, aspira de convencerlos, hace docencia y aun hasta procura un reconocimiento social. Cuando se cuenta que no lo tiene y ya no podrá lograrlo aparece la frustración, el enojo y la idea de persecución que lo llevará a un desenlace de ruptura donde ya no pretenderá ser comprendido, intentará imponerse, crear historias alternativas para ser aceptado y lograr sus cometidos.
El frustrado tiene sensaciones encontradas, por un lado le interesa el mentado reconocimiento como un líder, pero por el otro, no lograrlo le causa una bipolaridad que va desde la sensación de derrota permanente a la hiperactividad, se cree fundamental, se sobre exige, se agota. Este proceso lo llamare “deficiencia de serotonina social”, un proceso agudo de ruptura entre una sociedad agotada y un presunto líder que no puede vences su propia anomia personal, esa ruptura entre sus ideales, sus necesidades y sus anhelos.
En este proceso, la culpa está siempre en el otro, el discurso no llega y no lo va perdiendo, debe reconocer su propio fracaso y contradicción, desea su estabilidad pero no entiende cuál es su falla.
Descubrir las propias fallas es un proceso dificultoso, más para un bipolar social, por un lado ejerce sus permisos, sus facultamientos, por otro, se da cuenta que no puede llegar a su objetivo, cree que es incomprendido, ya que, si bien “tiene el derecho”, carece de la legitimidad y que imponerlo lo convierte en una especie de demente que habla en el desierto, como de hecho Moisés terminó viendo el objetivo irse en manos de un hombre cuatro generaciones más joven que él, alguien que no labró con el Ds único las leyes constitucionales de esa nación, que posee, por tanto, una visión limitada, pero entiende perfectamente la falla, la idea que él no supo y no pudo comprender: una cosa es la nación y otra son los elegidos.
Muchos ejercieron derechos, pero pocos comprendieron que éstos permisos para reclamar no subrogan ni la coordinación ni la aceptación social sobre esa misma cuestión, un claro ejemplo de ello es el caso de pretensiones de la derecha peronista, en argentina, que siempre pregonó por reelecciones ilimitadas a sus cargos, que no existan elecciones intermedias, por un lado se afanan en la soberanía popular que los desea en el cargo y, por el otro, en que la periodicidad eleccionaria complica la gestión, argumentos obviamente pueriles y propios de su gen populista, pero que en todo caso chocan con la expectativa de cambio y control ciudadano.
Muchos gobernadores, en Argentina, basados en cambios estatutarios en sus jurisdicciones, se les permitió más mandatos que los límites impuestos en las reformas, ¿tenían él derecho a otro mandato más, cuando los siguientes tendrán limitados a una reelección?, según su diseño legal: sí, él tiene, los demás no, ¿esto era legítimo en el sentido moral?: no, en el sentido populista: sí.
Hasta la aparición de los estados soberanos en los siglos 17 (XVII) en adelante, el cambio de un rey implicaba una esperanza, esa misma sensación de que aquel y sus decisiones se fueron con su muerte, es la misma que se siente cuando por fin termina una etapa, aunque la experiencia indique que los que van viniendo son peores aun que los se fueron, existe una comprensión acerca de que lo pasó o viene sucediendo no necesariamente se debe repetir, ya que de que algo sea no se sigue que deba suceder o ser.
El político profesional, se cree como parte de una “nomenclatura”, considera que es un elemento esencial del juego democrático, piensa que es insustituible. El romántico, se cree parte del sustrato social y, cuando incumple su promesa inicial y debe reconsiderar sus alternativas adopta posiciones paternalistas, pierde su propia identidad, aspecto que el otro modelo carece.
Muchos ejemplos pueden citarse, de hecho ya lo hice en mis anteriores presentaciones, pero en el presente utilizaré un héroe mítico popular, el Moisés del Éxodo en la Tanaj.
Para muchos la figura de Moisés puede brindar algún grado de paradoja, ya que no es un modelo histórico, surge del texto bíblico como un elegido para la creación de la identidad cultural y religiosa del pueblo electo: las tribus descendientes de Jacob, que se desplazaron a Egipto después de José el soñador, para otros, un príncipe desplazado de casa real por su pertenencia al culto monoteísta del “Dios Sol” o “Atom” que era interpretado por Akenaton y su esposa Nefertiti, como padre e hijos. La idea de una sola deidad y los vínculos entre cultura egipcia y el judaísmo inicial arroja un resultado histórico innegable, pero desde lo epistemológico esta línea nunca podrá ser aceptada, ya que el conocimiento religioso es autónomo del cambio de los eventos históricos y, uno no se sigue, ni debe seguirse del otro.
El relato bíblico tiene un sentido levítico o hermenéutico, pero no social, moral o histórico.
Como ejemplo o base del análisis del presente solo debe garantizar que el relato tengo coherencia interna y aporte suficiente material para demostrar, en algún aspecto, una base para aquello que se quiera demostrar, aunque siempre puede quedar la sensación que se trata de un relato, metáfora o ficción. En tal sentido: el éxodo, vida y muerte de Moisés cumple con esos objetivos.
No encuentro más valor en la validación teórica de un ejemplo, es una elección o de otra, solo se la utiliza para cumplir con su cometido, que no es otro más que explicar.
Dentro del Éxodo solo me voy a centrar en algunos de los detalles, como ser las bases fundamentales de una nación desde su salida de Egipto y hasta su consolidación como un estado en el sentido moderno, en el sentido de límites, frenos y contrapesos del poder.
Moisés y su hermano Aarón crearon un estricto sentido normativo, primero apoyado en la sanción y luego consolidado con el tiempo en la propia cultura de un grupo inorgánico de población, una levítica aplicada en modo de sentencias e interpretaciones que permitieron establecer pautas muy claras de comportamiento social.
La ley era sostenida por la autoridad y constituía su límite, había sido dictada por una autoridad superior y aplicada por el caudillo, a punto tal que él mismo no era un legislador sino uno más a quien se aplicó el castigo ejemplar.
Moisés era el portavoz de Ds y, a la vez representaba al pueblo ante él, y su desgaste se vio manifiesto cuando agotada la imposición de la regla de conducta cometió la falta de intentar colocarse por sobre la ley y desafiarla, su castigo fue quedar entre medio de la salida de Egipto y la llegada a la tierra prometida, después de purgar el tiempo necesario para que llegue la cuarta generación descendiente de los esclavos de modo tal que aun en el desierto estos son libres de toda atadura a un imperio, pero no de la Ley revelada a través de Moisés.
De depender de la voluntad de los faraones del imperio en Egipto, ser sus esclavos por 400 años seguidos, el pueblo descendiente de Jacob y sus 12 hijos a quienes les era tatuada en su piel su pertenencia a un dueño humano como una forma de degradación, a vagar durante el tiempo necesario para que florezcan 4 generaciones: de padres a hijos, luego a nietos y a bisnietos, con el objetivo de limpiar la memoria de la seguridad y casa y comida, de no tener que decidir día a día qué se hace y que se dice en las huestes de Ramsés.
Moisés obliga al faraón, su propia familia a liberar a los esclavos, cuando le demostró que él y sus seguidores vencían a “Ra”. La deidad más poderosa de la religión larvaria de Egipto, el propio ángel de la muerte.
De la voluntad de la familia imperial a tomar las propias decisiones en un ambiente hostil sin sus dueños, tatuados debieron ser sustituidos y ello implicó que debían perecer los esclavos y cuando todo el grupo completo sea hijos de seres libres podían llegar a la tierra prometida.
Ya no era la voluntad de Ramsés, si quiera lo era la de Moisés y Aarón, sino la de un legislador único, no subordinado y unitario, dotado de autoridad, reconocido como razón normativa, a la cual los intérpretes, órganos aplicadores de normas estaban sometidos.
Esta situación de colocar un sistema de normas vigentes por sobre la voluntad del legislador, ejecutor de órdenes y jueces, leyes que se aplican a las propias faltas que los representantes de las 12 Tribus como legisladores, Moisés como líder y Aarón como interprete implicó un estado moderno, atípico para la época.
La purga de tres generaciones implicaba que la formación de la cuarta (los bisnietos) criados y formados puedan entender y comprende la idea de libertad sometido a la aplicación igualitaria de la única ley de esa nación.
No hubo ningún tipo de estado igual desde el siglo 13 (XIII) antes del año 0 (ac.) hasta el siglo 8 (VIII después de C.), en el imperio Jázaro y después hasta el siglo XVII (17), entre los años 1680 y 1689 en Inglaterra, con límites jurisdiccionales y en los cambios legislativos para el Rey del Parlamento.[2]
Volviendo, Moisés en el tiempo de culturización del nuevo pueblo a la religión monoteísta extrema, con la construcción de una serie de eventos que conformarían su levítica y con la elección de una provincia del viejo imperio como su tierra donde asentarse, con reglas invariables que él habría recibido de ese Ds innombrable, único, omnisciente y omnipresente, dotado de suficiente reconocimiento como para ser legislador último y primero, donde todas las normas se reenvían.
Hay un legislador último y primero, dotado con el facultamiento (autorización) suficiente para crear, derogar, abrogar disposiciones legales para el pueblo elegido y el resto de los gentiles que pudieren vivir en el territorio electo.
Pero el propio Moisés olvidó un elemento sustancial en el modelo de sociedad que él, Aarón o el Ds (depende de cómo quieran optar esta lectura) impuso para el pueblo electo. El dirigente se somete a las normas, no voluntariamente sino definitivamente, mientras que hay un legislador único, no subordinado e ilimitado el líder cambia, muta, es sustituible.
Moisés no entendió ello y fue castigado.
Su castigo sería ejemplar, no pudo entrar a la tierra prometida, no pudo liderar el nuevo país o territorio autónomo del pueblo de Israel, solo lo pudo ver de lejos y luego morir.
El líder designó a bisnieto de una de las 12 tribus para entrar y conquistar la tierra prometida, encontró un claro límite, un sucedáneo del principio básico del nuevo pueblo, la libertad implica no solo igualdad ante la ley, sino un claro sometimiento.
La mayoría de los líderes populistas actuales, entre los que nombré en Latinoamérica: Maduro; Daniel Ortega, los hermanos Castro (Venezuela, Nicaragua y Cuba: dictaduras), Andrés Manuel López Obrador, Alberto A. Fernández, Nayib Bukele, Jair Bolsonaro, son democracias formales sin intensidad, o el propio Benjamín Netanyahu el primer ministro de Israel, son claros líderes que no comprenden el sometimiento a la ley de sus mandatos.
La sola idea de pretender una estabilidad política eterna, no sometida a reemplazo o alternancia, con un desprecio demostrado hacia el control de la prensa y del Poder Judicial, es una de sus características.
Estos representantes creen en una nomenclatura, que son imprescindibles, garantes del propio “Estado democrático”, tan imprescindibles que hasta pueden limitar a la propia libertad y sus derivados: la ley como elemento constitutivo de la sociedad, la igualdad en el trato y en la aplicación de ella, el control de sus pares, en definitiva, las pautas de la representación que se les brindó, nos lleva necesariamente a esa crisis de representación.
La alteración de oportunidades, pensar que se está por sobre el representado, o pretender la manipulación de los miembros de los congresos, del poder judicial, creerse esenciales y más importantes que el resto de los ciudadanos y únicos garantes de la democracia, es el paso previo a la ruptura del sistema y su sustitución por una dictadura.
El político profesional claramente cree que es superior a los ciudadanos, que debe tener prioridades y privilegios, una elite de seres superiores que están por sobre la ley.
En Argentina, donde no existe ningún principio constitutivo que se asemeje a una pauta de reconocimiento social, la proliferación de personajes desde la denominada “Ley de Obediencia Debida” que llevó por número 23 521 de fecha 4/6/1987 y hasta la fecha refleja un divorcio entre los representantes y sus ciudadanos a quienes hay que obligar a votar para garantizar una ficción de aceptación democrática.
La clase política hasta pergeñó una defectuosa constitución cuando entre el presidente saliente Carlos S Menem y el anómico Raúl R Alfonsín que nunca supo que su tiempo había terminado pactaron sin ningún consenso la reformaron.
Esta defectuosa constitución aun hoy en día molesta a los líderes, los gobiernos de Macri y ahora Fernández y Fernández de Kirchner, deseaban y desean otra “obediencia debida” una especie de amnistía velada que les permita total impunidad y olvido de la historia reciente producto de un capitalino defectuoso, donde las palabras son manipuladas, utilizadas y el poder es un arma de venganza y confiscación de la historia.
Argentina es una paradoja, un congreso que jamás representó a nadie, un conjunto de caudillos que gobiernan sus provincias o localidades como mini dictadores, se garantizan la impunidad y la falta de alternancia, eliminan los controles sociales y colonizan sus respectivas jurisdicciones judiciales, un poder judicial corporativo, alejado de toda pauta de igualdad, con criterios de aplicación que no se ajustan más que a sus doctrinas prediseñadas para su propia comodidad y permanencia y un poder ejecutivo hegemónico, que desde 1987 no soporta ningún control, que desea que si quiera se vote renovaciones parciales cada dos años, aun cuando en realidad manipulan, obligando a votar, sus resultados.
Moisés no entendió su falta, los presidentes populistas tampoco, pero hay un control llamado tiempo, quizás sea el momento de entender que aun el frustrado por sus representados, como el que los utiliza y manipula, hay un límite.
4 comentarios en «Crisis de representación y la frustración del romántico tercera parte»
Muy buena frase: “Descubrir las propias fallas es un proceso dificultoso, más para un bipolar social, por un lado ejerce sus permisos, sus facultamientos, por otro, se da cuenta que no puede llegar a su objetivo, cree que es incomprendido, ya que, si bien “tiene el derecho”, carece de la legitimidad y que imponerlo lo convierte en una especie de demente que habla en el desierto, como de hecho Moisés terminó viendo el objetivo irse en manos de un hombre cuatro generaciones más joven que él, alguien que no labró con el Ds único las leyes constitucionales de esa nación, que posee, por tanto, una visión limitada, pero entiende perfectamente la falla, la idea que él no supo y no pudo comprender: una cosa es la nación y otra son los elegidos.”
Excelente
Excelente paralelismo!!! Lamentablemente nuestra crisis sociopolítica nos diferencia de Moisés, ya que su crisis cultural sostuvo valores, a pesar de los errores y adversidades. La Fe de creer y llegar a la tierra prometida, sobrepasó y sostuvo unido a todo un pueblo por muchísimas generaciones.
En cambio, en nuestra propia cultura los valores se van perdiendo, como la esperanza y la unidad. Hoy La Soberbia y la avaricia de sostener el poder por el poder mismo. No importa los medios ni las consecuencias que provocan. Su egocentrismo es más fuerte y dictatorial. Sus discursos son sínicos e hipócritas. Disfrazan a una República que ya casi, no existe. Sólo nos llevan a la pobreza en todos sus sentidos…
Muy buena frase: “Descubrir las propias fallas es un proceso dificultoso, más para un bipolar social, por un lado ejerce sus permisos, sus facultamientos, por otro, se da cuenta que no puede llegar a su objetivo, cree que es incomprendido, ya que, si bien “tiene el derecho”, carece de la legitimidad y que imponerlo lo convierte en una especie de demente que habla en el desierto, como de hecho Moisés terminó viendo el objetivo irse en manos de un hombre cuatro generaciones más joven que él, alguien que no labró con el Ds único las leyes constitucionales de esa nación, que posee, por tanto, una visión limitada, pero entiende perfectamente la falla, la idea que él no supo y no pudo comprender: una cosa es la nación y otra son los elegidos.”
Excelente
Muy profundo, gracias por enseñar lo de Moises, aqui en Junín nadie me lo enseñó.
Reconozco que el trabajo es muy profundo, debi leerlo mas de una vez, es usted un elemento de la UnNO BA .
Excelente paralelismo!!! Lamentablemente nuestra crisis sociopolítica nos diferencia de Moisés, ya que su crisis cultural sostuvo valores, a pesar de los errores y adversidades. La Fe de creer y llegar a la tierra prometida, sobrepasó y sostuvo unido a todo un pueblo por muchísimas generaciones.
En cambio, en nuestra propia cultura los valores se van perdiendo, como la esperanza y la unidad. Hoy La Soberbia y la avaricia de sostener el poder por el poder mismo. No importa los medios ni las consecuencias que provocan. Su egocentrismo es más fuerte y dictatorial. Sus discursos son sínicos e hipócritas. Disfrazan a una República que ya casi, no existe. Sólo nos llevan a la pobreza en todos sus sentidos…