La matriz de la finalidad de un político, dentro de una sociedad occidental y, es pertenencia.
La palabra pertenencia es polisémica, es decir: es utilizada en diferentes contextos teóricos: social, religioso, político, moral, biológico, etc. Y, a su vez, dentro de cada esfera es una palabra viciada de ambigüedad profunda.
La desambiguación, es solucionada a través de estipulaciones que se pueden presentar de modo operativa: normativa (mandato) o a modo de presagios (exclamativo o performativo) o, bien dentro de un contexto científico como un axioma o concepto.
Ahora bien, la narrativa social puede insinuarse a través de la literatura, la pintura, la cultura.
En el caso de occidente, la pertenencia es parte de su génesis, parte de la naturaleza humana del ser social occidental.
Desde el punto de vista hermenéutico, analizar los textos bíblicos es encontrar una serie de héroes míticos-populares cuya suerte es trágica, desde el mismo inicio en el Génesis de la Tanaj Judía (es relativamente igual a la del Viejo Testamento aceptado por los cristianos), la resistencia a la autoridad divina es manifiesta: Eva desobedece y recrea la idea que ésta es una especie de influencia maligna; La desobediencia de Raquel, esposa de Lot al salir de Sodoma y convertirse en estatua de sal; la falla del propio Lot y el incesto; Noe y su dudas; Sansón y la vanidad, Moisés y su destierro; La tragedia entre David, Natán, Betsabé y Salomón; José el soñador, su padre Jacob y sus hermanos; Eleazar ben Yair y el suicidio de Masada en el año 73 NE.; si lo consideramos desde la perspectiva del testamento cristiano: el Nazareno cumple con la misma línea profética: “nadie es profeta en su tierra” que es lo mismo que decir: la representación social implica aceptar una gran masa de inconformidad y aceptación del rechazo.
La literatura desde el siglo XVIII en adelante sugiere dos tipos de personajes empáticos: el héroe romántico o, bien el rechazado. Muchas veces éstos se mezclan, como en Victo Hugo, donde el héroe romántico es a su vez una víctima rechazada.
El representante actual, en especial el que quiere emular a los estadistas debería ver la levítica mencionada o, bien la historia de sus predecesores.
En la argentina, la historia de los personajes históricos es, aun en el caso de aquellos que son el resultado de una opción de un modelo político determinado, es lo suficientemente trágica: muerte, desprecio, destierro, ridiculización histórica y, el peor de sus males: olvido.
En la literatura, desde Alejandro Dumas, Marcel Proust, James Joyce (y la Odisea), Conan Doyle, H. P. Lovecraft, Edgar Alan Poe, Arthur Miller, Henry Miller, Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald, Tom Wolfe, Harold Pintor, Charles Bukowski, Truman Capote, John Maxwell Coetzee, Paul Auster y, hasta los cineastas o cantantes escritores como ser Woody Allen, Michael Haneke, Bob Dylan, se presentan a modo personal o con personajes que reproducen estos parámetros, están los héroes románticos tardíamente reconocidos o, bien los personajes solitarios y algunos hasta misóginos, provocativos, odiados, con desordenes de personalidad: algunos compulsivos y desordenados al mismo tiempo, otros sucios y abandonados, pero todos geniales en su tipo, todos tienen algo de personalidad que provoca apego y admiración secreta.
El gen social del personaje de la literatura es quien no teme sacrificar a todos y todo aquello que lo rodea, que expulsa tanto que es como una especie de monstruo, una especie de muerto vivo, un golem vengativo, comienza a tener una posición antisocial, la más de las veces para evitar tener todo tipo de contacto con sus adeptos o con sus detractores, sus compulsiones aumentan.
El político, en cambio se presenta como ese héroe romántico, aquel que da todo por el resto, pero que quienes lo contraponen o disienten o son sus detractores, se convierten en sus enemigos, tan épicos y románticos como él mismo.
El representante persigue su ambición, su vanidad: el reconocimiento, el gran momento en que su pueblo lo elige voluntariamente después de su destierro, el momento de la nueva elección, el pedido de volver a ser él mismo, la comprensión final y total de su idea y su destino. La levítica del político es aquella del que se lo va a buscar y vuelve en su mejor versión.
En la argentina, se representa en la plaza del día 17 de octubre de 1945, la consagración y la resurrección del Secretario de Estado de un gobierno neofascista, Juan Domingo Perón y, que se vino forjando con gobiernos elitistas y ortodoxos en su conservadorismo es desde 1930 y se consagra en 1943 (con el golpe de estado al triste gobierno, pero no menos fascista: radical antipersonalista del Presidente Ortiz y su vicepresidente) hasta que gana por las urnas en 1946.
Perón desterrado por sus camaradas del golpe de 1943, resucita por el pedido de los trabajadores en un líder mítico y popular en octubre de 1945 y gana las elecciones para genera la nueva sociedad trabajadora, algo que ni el propio Nazareno tuvo, el reconocimiento de su pueblo.
El representante (político) romántico, que necesita aceptación, termina enredado en su propio trastorno compulsivo de poder o reconocimiento se comienza a imponer de cualquier manera, aumenta su presencia pública, recrea viejos conflictos y se coloca en una posición, intenta ganar adeptos en detrimento de los otros o, bien sigue detrás de su núcleo duro, solo se presenta ante él, no tolera el disenso y pretende el consenso en tanto y en cuanto esté de acuerdo a su propia espirar de efedrina mezclada de hiperactividad por déficit de serotonina social y cae en profundos pozos depresivos.
El romántico comienza a somatizar su mal: ¿Por qué a mí?, ¿Por qué me odian o no me comprenden?; ¿Qué hecho yo para merecer esto?, no se lo merecen. Se transforma en un incomprendido, comienzan a dividir entre detractores y afines, ajenos y propios, etc.
A su vez está el político profesional, el representante, aquel que reproduce todo el cinismo de la cultura occidental, aislado y solo comunicado con su propio “pueblo”, organizando su levítica, generando su propia elite, rodeado de un grupo de afinidad: sus propios amigos, ex compañeros de primaria, secundaria o universidad, colegas de la política, solo dialoga con quien puede ejercer una influencia, nadie sabe su pensamiento, no le interesa nada ni nadie: está protegido por una coraza de proteína social que le impide cualquier tipo de contacto, no es aislacionista, pero no le interesa nada más que quienes pueden brindarle el voto.
Este último tipo de representante es el más odiado, pero a la vez amado, es el personaje más mítico de todos, es el semidios de la Ilíada (Homero), pero no encaja en los personajes del Ulises de J. Joysi, es un personaje de la novela policial pero que no pretende entrometerse en los profundos metalenguajes de las ficciones o del Aleph de Jorge Luis Borges, no tiene épica, lustre, proyección, es un utilitarista capaz de utilizar los elementos más encarnizados en la cultura, tal como un buen guionista del peor Hollywood o de la nada que representa el streaming de Netflix, es populoso, pero no le interesa ser popular.
Los personajes basados en Conan Doyle, los monstruos de Lovecraft, los detectives de Chandler generan fascinación en la cultura occidental, Sherlock Holmes es deductivo, manipulador, odia todo lo que puede entender, entiende banal al arte, el derecho, lo social, es decir aquello que no entiende ni comprende, por carecer de referencia semántica con la realidad.
El derecho, la moral, las pautas de la ética pública no encajan en el resultado, el resolver las cuestiones; en cambio, el romántico sufre su destierro, no entiendo a sus detractores, comprende el disenso, pero cree que su discurso es el mejor, que vela por todos y todo, que su forma de ver el mundo es el único, el mejor, es excluyente.
En el romántico el adversario se vuelve su enemigo, se ver perseguido, injustamente desplazado, las víctimas de su pensamiento son sus propios estigmas y su sufrimiento es su calvario.
Lo cierto es que el público no desea a los románticos, prefiere a los que se ajustan a los personajes extraordinarios, se emulan con ellos, son los empresarios, los ceos, los científicos, los exitosos, mientras que los otros son un reflejo más de su propia existencia, de su enfermedad social y personal.
Cuando el Romántico fracasa, fracasan todos, pero cuando el representante falla, siempre es culpa de los demás, hay una falta de visión de las condiciones causales y ellos es motivado por la mentira social.
El romántico siempre dice la verdad o, es un padre que miente por el bien de su familia, el representante jamás está sujeto a pautas morales, solo dice aquello que los demás quieren oír y, la mentira es el modo de imponer su verdad.
Los próceres lapidados, como sucedió en argentina con Mariano Moreno, Liniers, Rivadavia, Belgrano, Sarmiento, son incómodos, en cambio, San Martín, Rosas, Urquiza, Mitre, Roca, Perón, son míticos.
Netanyahu, Macri, Bolsonaro, Trump, Putin, Erdogan, López Obrador, Orbán, Berlusconi, Salvini, Narendra Modi, Duda, Maduro, son líderes políticos puramente representativos, decir la verdad o no hacerlo es instrumental, no moral, hablan a su público y las críticas son producto de la confusión o de la oposición.
Otros, no toleran la indiferencia, la crítica, la incomprensión.
Moisés nunca pudo entrar en la tierra prometida, su Ley lo sobrevivió, pero no fue él quien condujo al pueblo a su destino final, este no es el fin del representante, para el político tradicional falló el resto, pero para el romántico fue incomprendido. Moisés no entendió su marginación, Raquel cuando con nostalgia mira a su ciudad a punto de ser destruida, no comprende su castigo, Eleazar no confía en su pueblo y ordena a diez de sus soldados a ayudar el suicidio, David no comprende a sus profetas ni a sus asesores, nadie lo comprende con su vida con Betsabé.
En ambos casos, si bien al representante no le importa y al romántico no tolera la frustración, falla un elemento sustancial en una ética de la representación: la ecuanimidad, al que adhiere o al igual que critica debe tratarse de igual modo, respetando el procedimiento que conlleva a lo bueno, de modo tal que debe tratarse a cada grupo tomando las diferencias relevantes, frustrarse o ignorar no es la salida, uno representa un infantilismo y el otro una manifestación más de su mitomanía.
Es que en definitiva, y por encima de todo ropaje, emerge nuestra simple humanidad. La aceptación, la tolerancia, la autocrítica, la corrección del rumbo, el reconocimiento de los errores, son virtudes que deberían tener nuestros gobernantes para no sentirse en el Olimpo. Yo tengo mi método para bajarme a tierra pero, como ya me dijo alguna vez en sus interesantes clases, no comparte mi noción de Dios. Muy lindo artículo!
Cuando en 1955 se produce el Pearl Harbor criollo matando a cientos de civiles Perón no sabe que sus enemigos lo hacen para que se repita la historia. (parafraseando a Jorge Luis Borges)
Los representantes y románticos políticos, son un fiel reflejo como sociedad…
Una continua dicotomía entre el bien y el mal. Héroes y víctimas. Autoritarios y republicanos. Un sinfín de emociones convertidas en los peores pecados capitales: el egoísmo y la codicia.
Algunos románticos esperanzados, creen en un mundo mejor, que son una especie de Mesías que todo lo convertirá y salvará.
Sin embargo, los más excepticos se refugian en su individualismo, porque nadie ni nada cambiará …
Y en esa psicopatía, mezcla de ansiedad y depresión, de sustancias químicas y neurotrasmisores, Los Mortales hacemos lo que podemos en cada una de las situaciones que la vida nos presenta.
Somos responsables de nuestros actos y por tanto nos cabe aceptar sus consecuencias…
Ser resilientes y salir fortalecidos frente a la adversidad, sería lo más sano!! Encontrar nuestro bienestar. Ser mejores personas. Superarnos!!
En fin, estámos de paso y nada nos llevaremos de éste mundo ostil.
Ni laureles, ni gloria. Solo el recuerdo de haber sobrevivido…
El presente trabajo desde una perspectiva resulta ser un llamado a la reflexión a la sociedad que se encuentra obnubilada con un conjuro de palabras proferidas por ciertas figuras que intentan emular a esa figura mítica que el autor nos describe y que generan controversias en el marco histórico. Tal vez, la critica sobre el personaje, resulta ser la cualidad, para la gran narrativa en base al pensamiento y la pluma exquisita del personaje mítico que los imitadores de ahora intentan y no tienen producto de la soberbia. Una invitación a pensar.
gracias y comparto completamente sus palabras, Perón, aun con sus falencias es inmitable, nadie pudo emularlo en el manejo del poder y en la liturgia. Un personaje único, con una idea anticíclica.
trabajo muy bueno, muy personal.
Es que en definitiva, y por encima de todo ropaje, emerge nuestra simple humanidad. La aceptación, la tolerancia, la autocrítica, la corrección del rumbo, el reconocimiento de los errores, son virtudes que deberían tener nuestros gobernantes para no sentirse en el Olimpo. Yo tengo mi método para bajarme a tierra pero, como ya me dijo alguna vez en sus interesantes clases, no comparte mi noción de Dios. Muy lindo artículo!
Cuando en 1955 se produce el Pearl Harbor criollo matando a cientos de civiles Perón no sabe que sus enemigos lo hacen para que se repita la historia. (parafraseando a Jorge Luis Borges)
Los representantes y románticos políticos, son un fiel reflejo como sociedad…
Una continua dicotomía entre el bien y el mal. Héroes y víctimas. Autoritarios y republicanos. Un sinfín de emociones convertidas en los peores pecados capitales: el egoísmo y la codicia.
Algunos románticos esperanzados, creen en un mundo mejor, que son una especie de Mesías que todo lo convertirá y salvará.
Sin embargo, los más excepticos se refugian en su individualismo, porque nadie ni nada cambiará …
Y en esa psicopatía, mezcla de ansiedad y depresión, de sustancias químicas y neurotrasmisores, Los Mortales hacemos lo que podemos en cada una de las situaciones que la vida nos presenta.
Somos responsables de nuestros actos y por tanto nos cabe aceptar sus consecuencias…
Ser resilientes y salir fortalecidos frente a la adversidad, sería lo más sano!! Encontrar nuestro bienestar. Ser mejores personas. Superarnos!!
En fin, estámos de paso y nada nos llevaremos de éste mundo ostil.
Ni laureles, ni gloria. Solo el recuerdo de haber sobrevivido…
El presente trabajo desde una perspectiva resulta ser un llamado a la reflexión a la sociedad que se encuentra obnubilada con un conjuro de palabras proferidas por ciertas figuras que intentan emular a esa figura mítica que el autor nos describe y que generan controversias en el marco histórico. Tal vez, la critica sobre el personaje, resulta ser la cualidad, para la gran narrativa en base al pensamiento y la pluma exquisita del personaje mítico que los imitadores de ahora intentan y no tienen producto de la soberbia. Una invitación a pensar.
gracias y comparto completamente sus palabras, Perón, aun con sus falencias es inmitable, nadie pudo emularlo en el manejo del poder y en la liturgia. Un personaje único, con una idea anticíclica.