Crítica al marxismo, 2da. Parte

Por:
- - Visto 774 veces

La obra del revolucionario Lev Davidovich Bronstein, más conocido como León Trotsky, es paradigmática de la elección de una u otra opción terrorista por análisis de conveniencia y efectividad. Trotsky se manifiesta en contra del terrorismo individual que reemplaza u obstaculiza al movimiento de masas. Escribe Will Reissner en una publicación del Secretariado Centroamericano del Centro Internacional del Trotskismo Ortodoxo:

“La oposición de Trotsky al terrorismo individual no surge de ninguna aversión pacifista, moralista o ética hacia la violencia en cualquier situación, ni de ilusiones reformistas sobre la posibilidad de una revolución social pacífica. Más bien surgía de una comprensión básica de la inefectividad del terrorismo individual como estrategia para el cambio social. Repitió una y otra vez los tres temas principales de sus argumentos: primero, que los actos terroristas no pueden eliminar más que a miembros individuales de la clase dominante y no a la propia clase dominante; segundo, que el terrorismo es un intento de sustituir la movilización social necesaria de las propias masas con las proezas técnicas de un pequeño grupo; y tercero, que no importa cuánto quieran los terroristas ligar sus proezas al movimiento de masas y a la lucha de clases, la necesidad de insistir en la más estricta seguridad y clandestinidad, y los esfuerzos que implica la preparación de las acciones obligan inevitablemente a los terroristas a abandonar todo trabajo agitativo y organizativo en la clase obrera y el campesinado”[1].

Son motivos pragmáticos, logísticos y operativos, los que aduce Trotsky para condenar al terrorismo individual. No hay una condena moral de fondo al terrorismo en sí. Su propia pluma se encarga de confirmar esto en dos párrafos elocuentes:


“Para nosotros el terror individual es inadmisible precisamente porque empequeñece el papel de las masas en su propia conciencia, las hace aceptar su impotencia y vuelve sus ojos y esperanzas hacia el gran vengador y libertador que algún día vendrá a cumplir su misión.
(…) Nos oponemos a los atentados terroristas porque la venganza individual no nos satisface. La cuenta que nos debe saldar el sistema capitalista es demasiado elevada como para presentársela a un funcionario llamado ministro. Aprender a considerar los crímenes contra la humanidad, todas las humillaciones a que se ven sometidos el cuerpo y el espíritu humanos, como excrecencias y expresiones del sistema social imperante, para empeñar todas nuestras energías en una lucha colectiva contra este sistema: ése es el cauce en el que el ardiente deseo de venganza puede encontrar su mayor satisfacción moral”[2].

Como mucho, podrá haber un trotskista que rechace con sesgo moral al terrorismo individual por ser una expresión individualista frente a la lucha armada de clase que es muestra de colectivismo; pero esto no deja de ser algo superfluo que no modifica el principio moral básico que es la aprobación del terrorismo. Su rechazo estaría orientado en la superficie a las vías empleadas por ser símbolo de individualismo y desvío de la masa, pero en el fondo la justificación moral al terrorismo seguiría intacta y como punto de partida para una acción masificada.
A favor de la opción del terrorismo revolucionario, Karl Marx le propicia su bendición y certificado de aprobación: “Sólo existe un solo medio de abreviar, simplificar, y concentrar las angustias de la muerte de la vieja sociedad, los dolores de parto de la nueva sociedad: el terrorismo revolucionario”[3]. La revolución, entonces, se alcanza por las vías de este tipo de terrorismo. La nueva sociedad llega manchada en sangre por este obrar colectivo violento. Para Marx, el terrorismo revolucionario es el medio.
Habiendo visto entonces que el medio predilecto del marxismo para conseguir sus objetivos es el terrorismo, falta responder la segunda parte de la pregunta sobre la regla para emplearlo. El marxismo santifica el inicio de la violencia en la búsqueda de su paraíso terrenal. Justifica el empleo de terrorismo revolucionario para posibilitar el nacimiento de la sociedad nueva. En otras palabras, el marxismo legitima que un grupo de hombres comiencen a ejercer fuerza física sobre otro grupo de hombres. Y esto no puede negarlo un marxista que intente maquillar la teoría diciendo que la violencia va encauzada al gobierno que previamente la inició; porque su ideología claramente establece una lucha de clases, y quienes pertenecen a la clase burguesa (blanco de ataques) no son todos gobernantes. De hecho, las sociedades marxistas terminan con millones y millones de muertos, y no se puede decir que todos esos millones pertenecen a una pequeña elite gobernante. Es más, entre los millones de muertos, siempre se cuentan grandes cantidades de proletarios (ya sea por utilizarlos como caballitos de batalla, carne de cañón, ratas de laboratorio, idiotas útiles, o esclavos sin voz ni voto). Los gobiernos marxistas hacen de la violencia y la opresión su credo y no se detienen por más que unas cuantas víctimas sirvan como muestra de su fracaso. Hay un fin a lograr con la revolución, que traerá un paraíso terrenal, y para alcanzarlo muchos deben morir, muchos deben ser expropiados, muchos deben ser esclavizados[4]. Teniendo en cuenta la doctrina del terrorismo revolucionario, se puede apreciar en contexto qué es exactamente lo que quieren decir Marx y Engels en el Manifiesto Comunista cuando escriben:

“Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista (…)[5]”.

Engels aclara aún más su visión: “En cuanto revolucionario, todo medio me resulta bueno para alcanzar el objetivo, tanto el más violento como el más blando en apariencia”[6]. Puede afirmarse, por ende, que la regla en el marxismo no es otra que “el fin justifica los medios”.
Pasemos a esbozar las pertinentes conclusiones sobre la ética en el marxismo:
1) El principio moral básico en el marxismo es el altruismo. Este código moral que antepone otros a uno mismo es lo que se requiere para que el sistema pueda funcionar. Se le enseña al hombre a sacrificarse por los demás (y la contrapartida de esto es que otros se sacrifican por él), a renunciar a su individualidad en beneficio del colectivo, a rechazar ambiciones personales por ser perjudiciales a los fines de la masa. Una moralidad de de desapego a la creación propia, de renuncia al plan de vida personal, de relaciones entre víctimas y victimarios (algunas veces alguien es víctima de otro cuando debe sacrificarse, otras veces es victimario cuando el otro es quien debe sacrificarse).
2) La ética propuesta (mejor dicho impuesta) por el marxismo busca la igualdad de los hombres por medio de métodos forzosos de igualación. Tener una ambición personal que colisione con el deseo unificado de la masa es una depravación, y motivo de justificada represión. Acumular capital que en verdad pertenece a la sociedad en su conjunto es un crimen digno de la horca. El bien común de los comunistas siempre debe imponerse al bien individual de los individualistas.
3) Al evaluar los dos puntos anteriores, recordar se debe que el colectivo solidario por excelencia y redentor de la humanidad es el proletariado (con los privilegios metafísicos y políticos que esto implica), por lo que las víctimas de los sacrificios (aún perteneciendo a los proletarios) tienden a beneficiar a lo que se entienda por intereses de esta clase. No es difícil comprender así como es que las sociedades marxistas se edifican en relaciones de fuerza (ellos prefieren llamarlas “relaciones solidarias” o “humanitarias”) entre amos y esclavos. Ante la duda, recuerde consultar a Lenin cuando dice que en ciertas situaciones los intereses de la humanidad tienen que ceder su prioridad a los intereses de clase del proletariado.
4) La ética colectivista entierra la individualidad de los hombres, y realiza sobre ellos observaciones de clase, análisis grupales, y generalizaciones indebidas, al tiempo que se muestra incapaz de distinguir a los individuos como unidades primarias, cada uno como ser único e independiente, sin ataduras invisibles a la masa total de ellos. Por esto, vemos discriminaciones y acusaciones colectivas absurdas, dentro de las cuales la acusación contra los judíos es ilustrativa. Ya vimos que Marx personalizaba al enemigo en los capitalistas. En su escrito “La cuestión judía”, incurre aun más en la personalización del enemigo: dentro del enemigo capitalista general, identifica especialmente a los judíos de manera colectiva. Marx (cuyas banderas paradójicamente hoy son levantadas por unos cuantos movimientos izquierdistas “anti-discriminación”) era un discriminador colectivista y judeófobo que desperdigó su odio en estos términos:

“Consideremos al judío real, mundano (…).
¿Cuál es el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés propio. ¿Cuál es la religión mundana del judío? La usura. ¿Cuál es su Dios mundano? El dinero.
¡Pues bien entonces! La emancipación de la usura y el dinero, por consiguiente, del judaísmo práctico y mundano, sería la autoemancipación de nuestra época.
Una organización de la sociedad que aboliera las precondiciones para la usura, y por lo tanto la posibilidad de practicar la usura, haría imposible al judío”[7].

Se percibe la generalización: consideración del colectivo “judíos”, en vez de una observación particular sobre seres individuales, y por lo tanto una condena contra todos los “judíos mundanos”[8].
5) La ética marxista no está en contra de la explotación del hombre por el hombre, sino simplemente de lo que entiende como explotación del capitalista al proletario. Por el contrario, aprueba la explotación a los más capaces en beneficio de los débiles y necesitados, y premia la incompetencia en perjuicio de los competentes.
6) Los marxistas que claman por la “revolución permanente”, con el proletariado como conductor y su expansión internacional, están clamando por violencia permanente. La sociedad moral marxista es aquella en donde la violencia se despliega para establecer y mantener los estándares revolucionarios, anulando o eliminando la oposición[9]. Es un proyecto de violencia a perpetuidad, o en el mejor de los casos, hasta que se cumpla la fantasía del cambio en la naturaleza humana y los hombres abandonen su egoísmo y no quieran tener propiedad privada.
7) En el corazón del marxismo, se encuentra la lucha de clases[10]. Las personas pertenecientes a clases distintas están indefectiblemente enfrentadas, y los marxistas apelan a una suerte de deber moral de librar la batalla para triunfar sobre el capitalismo (victoria inevitable que llegará por el determinismo histórico, pero mientras no se pierde el tiempo agitando a las masas a moverse). ¿Qué forma toma esa moral en las sociedades marxistas? El escritor Paul-Dominique Dognin visualiza el asunto en la Unión Soviética donde la moral “comenzó por tomar la forma exclusiva de un utilitarismo descarado: es moral lo que sirve para asegurar la victoria del proletariado”[11]. A continuación trae a colación un elocuente texto de Lenin:

“Nosotros afirmamos que nuestra moral está subordinada por entero a los intereses de la lucha de clase del proletariado.
(…) La lucha de clases continúa, y nuestra tarea está en subordinar todos los intereses a esta lucha.
Y a esta tarea subordinamos nosotros nuestra moral comunista. Nosotros decimos: es moral lo que sirve para destruir la antigua sociedad explotadora y para unir a todos los trabajadores en torno al proletariado (…).
(…) para el comunista, la moral consiste por entero en esa disciplina solidaria y coherente y en esa lucha consciente de las masas contra los explotadores”[12].

En definitiva, como ya se dijo, para el marxismo el fin justifica los medios.

Política
La política versa sobre el sistema social en el cual se relacionan las personas. En la teoría marxista, la organización política va variando de acuerdo a etapas ordenadas cronológicamente: la revolución instaura la dictadura del proletariado, y de ahí se avanza a la sociedad sin clases afincada en la solidaridad. Como se ha observado en la práctica, las aventuras marxistas terminan de una u otra forma desembocando en brutales dictaduras que reprimen y hambrean a la población (La Unión Soviética, Cuba y Corea del Norte son ejemplos), haciendo la vida imposible y destruyendo los valores humanos.
En la teoría, la extraña idea que de una dictadura sale algo beneficioso para la humanidad mantiene encantados a los marxistas. Postulan este dominio proletario como etapa necesaria en la evolución de los pueblos. Pero una dictadura no es evolución, es involución; no es avanzar hacia un sistema de reconocimiento de los derechos de las personas, sino un retroceso al salvajismo y a la brutalidad. Suponer que de semejante gobierno surgirán las condiciones para un paraíso terrenal es una ingenuidad, desde el momento en que otorgar poder a un grupo de personas para que lo ejerzan coactivamente y someter a las víctimas a la indefensión es arrastrar a una sociedad a un bajo nivel primitivo de violencia. Aplica en este tema el famoso “dictum de Acton”, como se conoce a la frase del historiador Lord Acton: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”[13]. El marxismo quiere darle a un grupo de hombres poder absoluto sobre otros hombres, de lo que deriva el sometimiento de la vida de los segundos a la discrecionalidad de los primeros. Un marco que luce auspicioso para corromper espíritus. Un marco desde el que supuestamente se desemboca en la sociedad sin clases, mientras en el momento previo se concentran todos los esfuerzos en fortalecer una clase por encima de otra. La ingenua esperanza marxista añora que el poder absoluto conduzca a la ausencia de poder, que la explotación de una dictadura a sus oprimidos conduzca a la comunidad sin explotación, que el dominio político conduzca a la igualdad.
En la práctica, las relaciones sociales en la política marxista están atravesadas por el espanto. El gigantesco Estado represor somete mediante la violencia a los ciudadanos, que quedan desguarnecidos frente a un aparato burocrático implacable. Este Estado controla los medios de producción, acuchillando a la economía con decisiones de corte político, impidiendo el desarrollo de un mercado libre basado en la competencia. Esto lleva, como no puede ser de otra manera, a la escasez y al hambre. La figura del planificador central que todo lo puede y todo lo ve es económicamente una falacia atroz y moralmente una injusticia espeluznante. Lo primero porque le resulta imposible reunir y manejar toda la información dispersa que se encuentra en el mercado, y sus regulaciones que reemplazan los gustos y decisiones de los actores terminan distorsionando y arruinando un proceso que se desenvuelve espontáneamente. Lo segundo porque se sitúa a un ser humano en una posición política de privilegio como si fuera superior al resto, y se le atribuyen facultades de dominio y explotación sobre las vidas y propiedades ajenas.
A su vez, el Estado maneja las imprentas, por lo que la libertad de prensa es imposible. Solo se imprime y se publica lo que el Estado quiere difundir, y lo que pasa por la supervisión de sus funcionarios[14]. La gente se informa de lo que sus gobernantes quieren que se informe, y no se entera de lo que sus gobernantes prefieren esconder. En palabras de Mises:

“Una prensa libre solo puede existir donde hay control privado de los medios de producción. En una comunidad socialista, donde todas las plantas de publicación e imprentas pertenecen al gobierno y son operadas por este, no puede haber ninguna cuestión sobre libertad de prensa”[15].

Hablar de libertad de prensa cuando los órganos de publicación y difusión son del gobierno, es decir, hablar de una prensa libre gubernamental, es una contradicción en términos.
El Estado marxista también irrumpe en la vida privada de los hombres haciendo que esta sea solo una ilusión o un recuerdo de otra época. La interferencia en los procesos de decisiones personales, el montaje de aparatos de espionaje y delación, las invasiones a la intimidad y los intentos por manejar la mente de las personas, son características comunes en el asfixiante mundo comunista.
¿Qué concepción posibilita el surgimiento de esta política en una sociedad? Las ideas morales falsas en las que se asienta el consecuente sistema. La transición de la ética a la política en el marxismo no puede resultar en otra cosa que no sea un colectivismo feroz. Ayn Rand explica respecto de los sistemas estatistas colectivistas:

“En todos esos sistemas la moralidad fue un código aplicable al individuo, pero no a la sociedad. Ésta no estaba sometida a la ley moral, sino que era su corporización, su fuente o su intérprete exclusivo; así, se consideró que el propósito principal de la ética en la existencia del ser humano era una devoción que implicaba un autosacrificio a favor del deber para con la sociedad. Dado que la “sociedad” no existe como tal, ya que sólo está constituida por una cantidad de hombres individuales, esto significó en la práctica que los dirigentes de la sociedad quedaban exceptuados de la ley moral, sujetos únicamente a los rituales tradicionales, poseedores de poder total y que exigían una obediencia ciega basada en el principio implícito de que “el bien es aquello que es bueno para la sociedad (…), y los edictos de los dirigentes son su voz en la Tierra”[16].

Resuenan los ecos de Lenin alegando que lo moral es lo que sirve a los proletarios; y los de los intelectuales marxistas, creyéndose los únicos idóneos para interpretar la realidad.
Los marxistas otorgan a la sociedad preeminencia sobre los individuos que la componen. Para ellos, la “sociedad” no es solamente una abstracción que señala una cantidad de individuos, sino una entidad supraindividual con una vida propia que supera la suma de sus integrantes, y está facultada para hacerle a estos demandas y exigencias. Por lo tanto, los hombres no son portadores de derechos inalienables independientes del capricho de la tribu, sino sujetos sin derechos o con derechos mínimos expuestos a violaciones seriales que dependen de la voluntad de aquellos poderosos que son el cuerpo de la sociedad. Esta equivocada visión con tintes metafísicos de la sociedad, que en verdad no existe como entidad independiente y superior sino como conceptualización tomando en cuenta una reunión de individuos, es un punto neurálgico en los códigos de aniquilamiento de la libertad humana. Lo que le está vedado a un individuo, como puede ser el ejercicio de un indebido poder tiránico sobre otro individuo, no puede serle permitido a un grupo de individuos simplemente por el hecho de juntar más voluntades y adjudicarse la etiqueta de “sociedad”.
Se puede establecer cierto paralelismo (que no sugiera similitud total) entre otras filosofías y creencias con el marxismo, para entender los cimientos desde los que edifican sus sistemas políticos. Estas obras terminan cayendo en el totalitarismo, por lo que resulta interesante fijarse en los rasgos compartidos:
A) El pensador griego Platón desarrolla el mito de la caverna[17], metáfora referida al conocimiento del ser humano, la cual puede compararse en algunas cosas con el marxismo (reiteramos a riesgo de ser repetitivos: sin sugerir completa identificación entre los pensamientos). Platón describe hombres encadenados que solo pueden mirar hacia la pared de fondo de la caverna. Detrás de ellos hay un pasillo, una hoguera, y la salida de la cueva hacia el exterior. Por el pasillo caminan otros hombres llevando objetos, y la luz del fuego hace que la sombra de estos se proyecten sobre la pared del fondo que miran los encadenados. Para los hombres prisioneros, la verdad son las sombras que ellos ven en la pared, no conocen otra cosa, no han visto los objetos reales. Esto puede relacionarse con la noción marxista de la falsa consciencia de clase, en la cual no percibimos la realidad, sino que el trasfondo ideológico de la clase a la cual pertenecemos se inmiscuye y está presente en nuestras visiones. Hay muchos que lamentablemente son prisioneros del sistema capitalista y están encadenados por sus opresores.
B) Platón plantea la situación de un hombre que fuese liberado de las cadenas, se diera vuelta y mirara hacia la luz, y que luego saliera de la caverna para contemplar el mundo exterior, la realidad. Este sujeto que llega a la iluminación puede corresponderse con el intelectual marxista, el iluminado que no responde a los meros intereses de clase sino que se alza por encima de las vanas ideologías y puede interpretar el mundo como es.
C) El final de la historia platónica proyecta un escenario donde el hombre que vio la luz vuelve a ingresar a la caverna para liberar a los demás prisioneros, pero estos se burlan de él e incluso son capaces de asesinarlo de presentarse la ocasión. Similar al iluminado marxista, que descubre la verdad y organiza un movimiento de liberación para salvar al pueblo de las cadenas, pero entre los interesados en que siga el aprisionamiento hay burgueses que buscan asesinar al profeta del socialismo, el mártir de la verdad.
D) En Platón, el gobernante es el Rey Filósofo, y la República es un Estado verticalista y con dirigismo. En el marxismo, gobierna la cúpula de líderes comunistas, y Estado es un monstruoso planificador centralizado. En Platón, gobiernan los que tienen el alma racional capaz de contemplar las verdaderas ideas. En el marxismo, asumen el poder los proletarios, que ostentan la lógica correcta. Así como en Platón se sitúa arriba al filósofo de alma racional, el marxismo desemboca en una sociedad estamental donde los intelectuales iluminados que piensan con la lógica correcta son la clase superior que debe dirigir a los demás. Básicamente, la lucha de clases, para eliminar las clases, es clasista.
E) Se pueden trazar paralelismos con el islamismo iraní en los asuntos referidos a colectivos superiores y liderazgos políticos. El marxismo clama por la superioridad de clase del proletariado; el islamismo por la superioridad religiosa de los musulmanes que sigan su interpretación del Corán. El líder marxista es una persona con cualidades intelectuales que planifica científicamente a la sociedad; el jefe islamista en Irán, el ayatollah, es el líder espiritual del pueblo al cual conduce por la correcta senda del islam.
F) La comparación más obvia y evidente del marxismo es con el nazismo. El primero cree en la superioridad de una clase (clasismo); el segundo en la superioridad de una raza (racismo). En el polilogismo del primero se impone la lógica proletaria; en el polilogismo del segundo se impone la lógica aria.
Habiendo evaluado todos estos puntos, estamos en condiciones de proceder a sacar las conclusiones políticas sobre el marxismo:
1) El marxismo planea una revolución que no se encamina a una verdadera liberación de los hombres oprimidos, sino al establecimiento de una dictadura comunista asfixiante. El propósito de la revolución marxista es un mundo dictatorial. Nunca mejor encajadas las palabras del escritor George Orwell: “No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura”[18].
2) El marxismo y el resto de los sistemas que comparamos son totalitarismos, como consecuencia lógica de una premisa básica que comparten: una concepción intrínseca del valor. Recurrimos a la claridad de Ayn Rand para exponer esto:

“La teoría intrínseca sostiene que el bienestar es inherente a ciertas cosas o acciones como tales, sin tener en cuenta su contexto y sus consecuencias, sin tomar en consideración cualquier beneficio o lesión que puedan causar a los actores y sujetos involucrados. Es una teoría que divorcia el concepto del “bienestar” de los beneficiarios y el concepto de “valor” del evaluador y del propósito, afirmando que el bienestar es bueno en sí, por sí y a partir de sí mismo.
(…) La teoría intrínseca considera que el bienestar radica en alguna suerte de realidad independiente de la consciencia del hombre (…).
Si un hombre cree que el bienestar es intrínseco a ciertas acciones, no vacilará e forzar a otros a realizarlas. Si él cree que el beneficio humano o el agravio que es causado por tales acciones no es significativo, estimará que un mar de sangre carece de significación. Si él cree que los beneficiarios de tales acciones son irrelevantes (o intercambiables), considerará una matanza “masiva” como su deber moral al servicio de un bienestar “superior”. Es la teoría intrínseca de los valores la que produce a un Robespierre, un Lenin, un Stalin, o un Hitler (…)”[19].

En ocasiones, la asunción de una teoría intrínseca del valor es implícita, y no es reconocida ni siquiera por quien la esgrime. Verbigracia, Lenin escribe:

“…Para nosotros, no existe una moral proveniente de fuera de la sociedad humana; es un engaño.
(…) No creemos en la moral eterna y denunciamos todo tipo de fábulas engañosas acerca de la moral”[20].

3) Así como examinamos similitudes del comunismo con sistemas colectivistas afines, ahora lo contraponemos con el sistema individualista opuesto. El comunismo como sistema político totalitario es la contracara del liberalismo, el sistema de la libertad basado en el reconocimiento de los derechos individuales de las personas. El marxismo es una teoría que se apoya en el rechazo y negación de la realidad, y el sistema derivado de sus premisas pisotea los derechos individuales empujando a los hombres al pozo oscuro y profundo de la esclavitud. La propuesta del liberalismo es lo contrario: una teoría que respeta y acepta la realidad, y de cuyas premisas surge un marco institucional de respeto irrestricto por los derechos de las personas.
4) Los comunistas se dejan seducir por las utopías. Como muestra de esto, el escritor Eduardo Galeano, amante del régimen comunista de Cuba y del socialismo de Hugo Chávez en Venezuela, acoge unas reflexiones del cineasta Fernando Birri, y dice que la utopía está en el horizonte, que si camina diez pasos ella se aleja diez pasos, y que la utopía sirve para eso: para caminar[21]. El liberalismo, en cambio, es realista. Escribe el pensador de la Escuela Austríaca de Economía, Murray N. Rothbard:

“El verdadero utópico es el que defiende un sistema contrario a la ley natural de los seres huma-nos y del mundo real. Un sistema utópico es aquel que no podría funcionar aun si fuera posible persuadir a todos de que lo lleven a la práctica. No podría funcionar, es decir, no podría mantener-se en funcionamiento. El objetivo utópico de la izquierda, el comunismo –la abolición de la especialización y la adopción de la uniformidad– no podría funcionar incluso si todos estuvieran dispuestos a adoptarlo en forma inmediata. Y no podría hacerlo porque viola la naturaleza misma del hombre y del mundo, en especial la unicidad e individualidad de cada persona, de sus habilidades e intereses, y porque significaría una drástica caída en la producción de riqueza tan grande como para sentenciar a la mayor parte del género humano a una rápida inanición y extinción.
(…) la doctrina libertaria no es utópica sino eminentemente realista, porque es la única teoría realmente consistente con la naturaleza del hombre y del mundo. El libertario no niega la variedad y diversidad del hombre, la glorifica y busca dar a esa diversidad su expresión total en un mundo de absoluta libertad. Y al hacerlo, también genera un enorme aumento en la productividad y en la calidad de vida de todos, un resultado eminente-mente “práctico” que por lo general los verdaderos utópicos desdeñan como si fuera un perverso “materialismo””[22].

5) El marxismo no es un conjunto de nobles ideales que lamentablemente no funcionaron en la práctica; es una doctrina de totalitarismo. Los marxistas practicantes, por ende, no son heroicos luchadores por el bien de la humanidad; son una horda de fanáticos sanguinarios y retrógrados cuyo sueño troglodita presagia el mal para la humanidad. Una persona realista y de bien no puede tener buenas consideraciones hacia el marxismo. Y si esta persona tiene un amigo marxista practicante, es recomendable que sea precavido y asuma la posición aristotélica: “Amicus Plato sed magis amica veritas”[23].
5) No hace falta ver al sistema político marxista aplicado en la práctica para afirmar que debe rechazarse terminantemente, aunque tan desagradable experimentación sea un motivo más de repudio. Ya desde las bases teóricas el marxismo debe generar reprobación: en lo moral por su injusticia, y en el desapasionado análisis científico por la incoherencia, debilidad, flaquezas y errores de sus postulados.

3) Influencia del marxismo en las disciplinas del derecho y la psicología
Tras analizar al marxismo desde la filosofía, veremos la proyección de sus ideas en las disciplinas del derecho y la psicología, y procederemos a efectuar las reflexiones correspondientes.

Derecho
En lo que hace al derecho, trataremos la influencia marxista en dos puntos: 1) la elaboración de un derecho objetivo; 2) la teoría del conflicto.
1) Muchos marxistas acusan al derecho de ser una expresión de ideología de la clase dominante. Es decir que el derecho, según esta óptica, es en sí mismo un instrumento de dominación. Nadie puede negar que a lo largo de la historia el derecho efectivamente ha sido usado para dominar y someter; los reyes, los emperadores, los dictadores, elaboraron sistemas jurídicos a conveniencia para proteger sus intereses, someter mediante el poder a las poblaciones, y perjudicar a quienes constituían una amenaza a sus posiciones. Pero que el derecho haya sido utilizado de tal manera, no quiere decir que esencialmente sea eso. Una cosa es lo que el derecho ha sido en manos de tiranos, y otra cosa es lo que el derecho puede y debe ser si se lo emplea correctamente por los debidos actores. La falacia marxista consiste en identificar la falsificación y mal uso del derecho, con lo que el derecho válido realmente es y con su uso apropiado. Es posible la elaboración de un derecho que cuente con normas objetivas y tenga una aplicación moralmente válida. Lo primero se logra mediante la elaboración de leyes abstractas generales que tengan como pilar fundamental el reconocimiento de la naturaleza humana, es decir, las características y facultades del sujeto sobre el que van a recaer. Estas normas definen y protegen los derechos individuales de las personas dentro de un contexto social. No crean derechos sociales falsos, sino que reconocen y resguardan los auténticos derechos individuales. Un derecho así no es una falsa construcción ideológica clasista, sino un sistema acorde a su objeto afianzado en la realidad. Lo segundo, la aplicación válida, se puede lograr en un contexto de voluntarismo. Por ejemplo, una asociación voluntaria de individuos (aún diferentes entre sí en cuanto a riquezas: algunos con más, otros con menos), que forman una comunidad libre y deciden, con el voto de todos, establecer un sistema de derecho privado que rija sus relaciones sociales. Aquí no hay falsa ideología de clase, puesto que personas de “clases diferentes” pueden participar en la elaboración y aprobación de la normativa; no hay empleo del derecho como instrumento de dominación, ya que hay una asunción voluntaria de sus prescripciones por parte de los sujetos; y hay una aplicación moralmente válida ya que ha nadie se le impone por la fuerza el ordenamiento jurídico en contra de su voluntad, puesto que solo los integrantes voluntarios de tal comunidad están bajo su jurisdicción. Esto es un caso donde el derecho no es dominación, no se apoya en una injusta relación de poder; sino que es un instrumento regulador adoptado voluntariamente por personas libres. No es un derecho público opresor, es un derecho privado voluntario.
2) El abogado Norberto Barmat describe la perspectiva marxista en la teoría del conflicto:

“Marx considera el conflicto como motor de la evolución histórica. Los cambios (…) han sido originados en las relaciones intrínsecamente conflictivas, de (…) los distintos ordenes sociales.
(…) rivalizan por el control de recursos limitados (…).
Los conflictos son normales y pueden ser benéficos al producir reequilibrios de poder (…).
Las relaciones entre una clase dominante y una clase explotada, constituyen la naturaleza del conflicto (…)”[24].

En esta visión se puede apreciar la influencia del polilogismo. Diferentes lógicas inherentes a las clases sociales, distintos modos de razonar y ver la realidad, llevan al conflicto intrínseco en la sociedad de clases. Como ya vimos, el marxismo toma partido por la lógica obrera, pero esta no debería tener preferencia obligada a menos que se considere que hay una superioridad metafísica de la mentalidad obrera. Conviene reiterar aquí la importancia de la visión de una sola lógica, que es la que permite ver que el conflicto no es inherente a las relaciones entre humanos, sino que aparece cuando alguien está actuando de manera irracional.
Como estipula Rand, no existen conflictos de intereses entre hombres racionales, quienes tienen en cuenta cuatro consideraciones respecto de sus intereses: la realidad (eligen deseos a través de razonar, y los validan dentro del contexto de su conocimiento, teniendo en cuenta la ley de identidad), el contexto (no sustentan convicciones ni persiguen deseos fuera de contexto; desecharlo es evasión), la responsabilidad (sobre los propios intereses y la propia vida), y el esfuerzo (alcanzar las metas mediante el propio esfuerzo; saber que los beneficios se producen, y que la ganancia de un hombre no significa pérdida para otro)[25]. Los hombres racionales no reclaman lo que no es debido, no pretenden lo que no les corresponde, y se mueven en términos realistas, honestos, y cooperativos. Puede haber desacuerdos entre hombres honestos, y generarse una disputa a resolver, pero esto no implica inherencia conflictiva en la humanidad. Se deben revisar las premisas, confiar en la realidad como árbitro, y resolver las disputas de acuerdo a ella.
La cooperación entre hombres es un motor de cambio productivo (por ejemplo, la generación de riqueza entre socios comerciales), más poderoso que el conflicto que lleva a cambios destructivos (por ejemplo, guerras). El orden jurídico que pretenda ser un instrumento idóneo para la resolución de conflictos, debe tomar en consideración los derechos y reclamos racionales de las personas, y no los caprichos injustificables. Si un grupo de violentos caprichosos deciden arengar a gente pobre para desatar un supuesto conflicto latente que mantienen con gente de mayor poder adquisitivo, bajo la excusa de que eso producirá un “reequilibro deseable de poder”, el derecho no puede amparar como legítimas a sus pretensiones arbitrarias. Una teoría del conflicto marxista justificaría el inicio de violencia para reacomodar a su gusto el orden social consagrando caprichos; una teoría del conflicto seria no fabularía sobre la naturaleza humana y trataría derechos e intereses legítimos sin dar cabida a deseos descontextualizados.
Para concluir con esta sección de derecho, hacemos notar nuevamente la nefasta influencia del polilogismo y sus lógicas de clase en esta disciplina. Con la igualación del derecho a una injusta y desequilibrada relación de poder basada en falsa ideología, el marxismo anhela la destrucción hasta de las relaciones voluntarias jurídicamente protegidas en un marco de derecho privado. Si bien el derecho utilizado en base a una ideología de dominación lamentablemente puede aparecer en la práctica (¿Qué es el marxismo sino una expresión de esto mismo, con sus dictaduras legales?), esto no debe llevar a conceptualizar al derecho esencialmente en esos términos. El derecho debe responder a principios morales objetivos. El derecho como ideología de clase se afianza en la idea de distintas lógicas; el derecho objetivo no reconoce otra que no sea la única lógica. El ordenamiento jurídico debe ser construido sobre la base del reconocimiento a esa única lógica. Así podrá ser objetivo, respetuoso de la naturaleza del hombre, y no arbitrario. Se deben dejar de lado a los marxistas que no reconocen la diferencia entre las ideologías arbitrarias y la estricta lógica con sus derivadas elaboraciones objetivas. La mala epistemología que no conceptualiza a los hombres como individuos con facultad racional, sino que permite injerencias indebidas como las “clase sociales” a la hora de elaborar el concepto, colectiviza a los hombres, los separa en grupos sin criterio adecuado, y posibilita la visión en la practica de conflictos entre clases. Pero siendo la razón una facultad natural del hombre, el conflicto no es inherente a su naturaleza, y la aparición de uno puede resolverse objetivamente precisamente por la razón con la que está dotado. Si el conflicto fuese natural (y decir esto lleva como corolario afirmar la impotencia de la razón como medio dirimente en las disputas), ni siquiera se podría establecer en primer lugar un árbitro, porque este sujeto estaría imbuido en su humanidad del mismo conflicto que los justiciables, y no podría tener imparcialidad en relación a una realidad objetiva cognoscible.

Psicología
En este apartado analizaremos la influencia marxista en la psicología del hombre, y como este sistema choca contra postulados científicos de esta disciplina.
Según el profesor C. Bradley Thompson:

“Marx era también un maestro psicólogo: el entendió que en toda sociedad hay una clase de personas que, como él, están motivados en su vida del día a día por la envidia, el resentimiento y el odio. Esta gente siempre culpa a otros por su condición y situación difícil. El marxismo le habla directamente a esta gente. Viene a ellos como un góspel de ira, resentimiento y victimización. Les dice a estos hombres por qué sufren y les dice por quién sufren. El marxismo provee un tipo de esperanza redentora a aquellos que están frustrados, impotentes, enojados, e infelices”[26].

El marxismo busca explotar desde lo más bajo hasta lo más perjudicial de la psicología humana, iniciando procesos destructivos en las mentes de sus víctimas. Pretende que la gente desee lo que no tiene y no le corresponde, que deteste a sus pares y no los reconozca como tales sino como enemigos que lo someten en una relación de dependencia, y que busque la explicación a los fracasos y frustraciones personales en el accionar de agentes externos malvados por definición que se dedican a esclavizar.
El marxismo va por más: con el dirigismo autoritario y la moralidad esclavizadora inherente a su teoría, perjudica los procesos de toma de decisiones de las personas, y esto termina repercutiendo negativamente en sus mentes. El doctor Nathaniel Branden nos explica:

“Somos la única especie capaz de formular una visión de qué valores merecen perseguirse y luego elegir el contrario. Podemos decidir que un curso de acción es racional, moral e inteligente y, tras ello, suspender la conciencia y realizar otra acción”[27].

Las decisiones que las personas adoptan respecto a los valores que desean repercuten en su vida y su autoestima. El dirigismo autoritario marxista es malo para este proceso porque interfiere en lo que deberían ser decisiones privadas de los individuos y se toma la atribución de decidir por ellos e imponer coactivamente la decisión a través del aparato burocrático estatal. El Estado marxista elige qué valores económicos van a perseguirse, en vez de permitir el desarrollo del individuo en el libre mercado; y monopoliza el ambiente de la cultura y la educación, eligiendo los contenidos que entran en las cabezas de los súbditos y prohibiendo los que no le agradan. El Estado marxista quiere que los individuos suspendan su conciencia en lo referente a gustos personales y planes de acción para alcanzar valores propios, y escojan realizar otras acciones planeadas por el Estado para alcanzar los valores y satisfacer los gustos de este monstruo político. La moralidad esclavizadora del altruismo va enfocada en el mismo sentido: no seguir el interés propio, sino actuar para satisfacer otros intereses; no ser beneficiarios de las propias acciones, sino que el beneficiario sea otro; abandonar valores superiores y actuar para obtener valores inferiores. Básicamente, la moral del sacrificio que perjudica la propia personalidad para entregarse como esclavo al resto. Con esto, el marxismo ataca para asesinar a lo que la psicología considera fundamental en la vida del hombre: la autoestima.

4) Conclusión
El marxismo es una teoría falsa que niega la realidad y promueve el sometimiento y destrucción de los hombres. Las sociedades basadas en su sistema reducen a la gente a la miseria, la esclavitud y la muerte masiva. Las características del marxismo son la violencia contra lo no concordante, la dictadura sobre las víctimas esclavizadas, y redistribución injusta de lo ajeno como si se tuviera derecho sobre ellos. El sistema que se enfrenta a esta receta comunista para el desastre es el que tenemos que defender: el capitalismo-liberalismo que promueve la paz proscribiendo la fuerza en las relaciones entre personas, el mercado como marco de intercambio voluntario para mutuo beneficio, y la producción bajo la protección de la propiedad privada. Hay que combatir y dejar atrás las nefastas influencias del marxismo, y trabajar en pos de la sociedad fundada en el valor de la libertad.

 


[1] Esta introducción de Will Reissner a trabajos de Trotsky puede verse en este link: http://www.marxists.org/espanol/trotsky/terrorismo.htm#0

[2] La posición marxista acerca del terrorismo individual – León Trotsky. El artículo se encuentra en: http://www.marxists.org/espanol/trotsky/terrorismo.htm#1

[3] Artículo de Marx publicado en Neue Rheinische Zeitung, citado en: Dognin, Paul-Dominique; Introducción a Karl Marx, Universidad Católica Andrés Bello, p. 240.

[4] Mírese el caso de Cuba a través de uno de sus íconos: Ernesto Guevara, quien antes de convertirse en guerrillero y terrorista marxista, ya había dicho “¿Revolución sin disparar un tiro? Estás loco”; luego estuvo a cargo de campos de concentración y fusiló a quienes veía como obstáculos a su revolución. La cita de Guevara se encuentra en La máquina de matar: El Che Guevara, de agitador comunista a marca capitalista, de Álvaro Vargas Llosa. Puede leerse aquí: http://www.elindependent.org/articulos/article.asp?id=1535

[5] Marx, Karl; Engels, Friedrich; El Manifiesto Comunista.

[6] Citado en Dognin, Paul-Dominique; Introducción a Karl Marx, Universidad Católica Andrés Bello, p. 238.

[7] Marx, Karl; La cuestión judía. Puede leerse en este link: http://www.marxists.org/archive/marx/works/1844/jewish-question/

[8] Se pueden efectuar agrupaciones de unidades que comparten características comunes que las diferencien de otras cosas, a los fines de efectuar un análisis y conceptualizar. Por ejemplo, podemos reunir a los que atacan a civiles con fines políticos bajo la conceptualización de terroristas, y distinguirlos de guerrilleros que atacan a militares sin violentar civiles. En este ejercicio, tomamos como pauta principal las acciones de las personas y sus móviles. No hay consideración irrelevante de nacionalidad o procedencia étnica. La falacia marxista consiste en agrupar seres individuales de acuerdo a su nacionalidad o religión judía, tomando estos parámetros como los relevantes, para describir y acusar a todos los judíos como “usureros”, sin reparar en cuál es la efectiva conducta de cada uno de ellos. En definitiva, una rotulación falaz basada en una deficiente conceptualización que no toma en cuenta características relevantes a la hora de agrupar sino que se concentra en lo no trascendente.

[9] Violencia y terrorismo para hacer y mantener una revolución son palpables en otros episodios y experimentos donde las premisas colectivistas se abren paso. Por ejemplo: el “terror jacobino” en la Revolución Francesa; la revolución que reivindica el terrorismo de Estado bajo el liderazgo de Fidel Castro en Cuba; los llamamientos a defender la Revolución Islámica en Irán, protagonizada por el ayatollah Ruhollah Khomeini, que montó un voluminoso aparato terrorista para liquidar opositores e indeseables.

[10] Escribió Lenin: “Realmente, perder de vista la lucha de clases evidencia la más burda incomprensión del marxismo”. Puede leerse en la compilación de Wikipedia: http://es.wikiquote.org/wiki/Lenin

[11] Dognin, Paul-Dominique; Introducción a Karl Marx, Universidad Católica Andrés Bello, p. 238.

[12] Citado en Dognin, Paul-Dominique; Introducción a Karl Marx, Universidad Católica Andrés Bello, p. 238, 239.

[13] Citada en Lord Acton, por José Carlos Rodríguez. Puede leerse en el siguiente link: http://www.ilustracionliberal.com/34/lord-acton-jose-carlos-rodriguez.html

[14] Ante la revolución comunicacional que hoy en día produce internet y demás tecnologías por las cuales la información se transmite con mayor amplitud que en décadas pasadas, no es de sorprender que los mecanismos de control de los gobiernos reguladores y censuradores busquen perfeccionarse y extender sus tentáculos hacia las modernas fuentes de difusión.

[15] Von Mises, Ludwig; The Anti-Capitalistic Mentality, Mises Institute, p. 55.

[16] Rand, Ayn; La virtud del egoísmo, Editorial Grito Sagrado, p. 134.

[17] Se encuentra en su obra La República. Un resumen específico del mito se puede leer en este link: http://es.wikipedia.org/wiki/Alegor%C3%ADa_de_la_caverna

[18] Orwell, George; 1984, Secker and Warburg.

[19] Rand, Ayn; Capitalismo: El ideal desconocido, Editorial Grito Sagrado, p. 28, 29.

[20] Citado en Dognin, Paul-Dominique; Introducción a Karl Marx, Universidad Católica Andrés Bello, p. 239.

[21] El relato de Galeano acerca de la anécdota donde Birri expresa esas palabras, y la cita completa, pueden verse en este video: http://www.youtube.com/watch?v=GaRpIBj5xho&feature=player_embedded

[22] Rothbard, Murray N.; Hacia una nueva Libertad: El Manifiesto Libertario, Editorial Grito Sagrado

[23] Frase citada por Ammonio en su escrito La vida de Aristóteles

[24] Barmat, Norberto D.; Toma de decisiones racionales en el tratamiento de los conflictos, Advocatus, p. 18

[25] Rand, Ayn; La virtud del egoísmo, Editorial Grito Sagrado, p. 71-78

[26] Why Marxism? – C. Bradley Thompson.

[27] Branden, Nathaniel; El poder de la autoestima, Paidós, p. 52

Acerca de Ezequiel Eiben

Nacido en San Juan, Argentina, en 1987, cursa estudios en derecho; egresado del Majon LeMadrijim en Israel, y con diploma por trabajo voluntario e investigación periodística en Israel; egresado del Instituto de Inglés Saint Paul, y con 4 diplomas internacionales del Esol Examination; miembro y Secretario de Juventud de la filial cordobesa de la Organización Sionista Argentina; fue madrij, Rosh y Rosh Jinuj del merkaz de Córdoba de la Tnua Hejalutz Lamerjav, movimiento juvenil sionista apartidario; Peil de MASA, sociedad entre el Gobierno de Israel y la Agencia Judía, para programas de larga duración en Israel dedicado a jóevenes. Brindó capacitaciones a jóvenes líderes y educadores comunitarios. Campeón y Subcampeón de Olimpíadas de filosofía a nivel provincial en San Juan. También hizo periodismo deportivo en medios locales, trabajó para Radio La Red en San Juan, y colaboró con artículos para el diario israelí Aurora, y los distinguidos blogs de la OSA filial Córdoba y de la Fundación Hadar, entre otros.

Deja tu Comentario

A fin de garantizar un intercambio de opiniones respetuoso e interesante, DiarioJudio.com se reserva el derecho a eliminar todos aquellos comentarios que puedan ser considerados difamatorios, vejatorios, insultantes, injuriantes o contrarios a las leyes a estas condiciones. Los comentarios no reflejan la opinión de DiarioJudio.com, sino la de los internautas, y son ellos los únicos responsables de las opiniones vertidas. No se admitirán comentarios con contenido racista, sexista, homófobo, discriminatorio por identidad de género o que insulten a las personas por su nacionalidad, sexo, religión, edad o cualquier tipo de discapacidad física o mental.


El tamaño máximo de subida de archivos: 300 MB. Puedes subir: imagen, audio, vídeo, documento, hoja de cálculo, interactivo, texto, archivo, código, otra. Los enlaces a YouTube, Facebook, Twitter y otros servicios insertados en el texto del comentario se incrustarán automáticamente. Suelta el archivo aquí

Artículos Relacionados: