El otro día le comenté a Reuven que teníamos que cuidar mucho los celulares porque han pasado a ser una parte demasiado importante (jashuf) de nuestra vida. Especialmente siendo Olim jadashim (inmigrantes nuevos) que necesitamos a esos amigos inseparables Google, traductor y Waze para ubicarnos, además de otras aplicaciones. Después no supe si fue mal de ojo o precaución. El celular para todos se ha convertido en un elemento fundamental en la vida, pues es el centro de la comunicación. Dependemos para todo de ese aparato que nos ha facilitado la vida en unos casos y la ha complicado en otros. En este momento no sé cómo era la vida sin celular. Educamos a nuestros hijos con la confianza de que nos iban a llamar para avisarnos donde estaban y teníamos la fe de que regresarían a la casa a la hora que habían dicho. Pero en esta época de hipercomunicaciones nos cuesta recordar cómo era antes. Ahora (ajshav) la mayoría de las situaciones se resuelven con un celular. Y cuando falta uffff se nos va media vida.
Salimos del ensayo de teatro y Reuven le ayudó a un amigo a sacar el carro porque le parquearon al lado otro y no podía sacarlo. Tampoco podía entrar al carro porque tenía un problema en la rodilla y Reuven muy amablemente le ayudó. Llegamos al garaje (janaiá) de nuestra casa (baita) y me dice Reuven que no encuentra el celular. Lo primero que uno hace es llamar (letsaltsel) y nada, así que salimos a desandar los pasos recorridos. Mientras, le pedí a mi hija que me ayudara con la búsqueda del iPhone por la aplicación y salió que estaba en una calle equis. Llamé a una de las amigas del teatro que tenía el código de entrada al sitio donde ensayamos y cuando le di la dirección, me dijo que ahí vivía Rami, el amigo del carro. Cambiamos el rumbo de ir al sitio del teatro, donde creímos que se había quedado y nos dirigimos a esa dirección. Ya la información policíaca avanzaba y nos imaginamos que el teléfono estaba en el carro y que a Reuven se le había caído cuando le ayudó a moverlo. Ya la cara le iba cambiando un poco, pero hasta no ver no creer. Había otro problema, yo le puse el celular en silencio que es lo primero que nos pide el director de teatro antes de comenzar la clase por obvias razones y como Reuven era nuevo no sabía.
Además el tiene mentalidad de médico, que es como los soldados, siempre listo.
Waze nos guió adonde Rami y oh sorpresa! ahí estaba el teléfono. Mi amiga Teresa habla llamado a preguntarle, pues como no tenía volumen, él no había escuchado la infinidad de llamadas que habíamos hecho.
A Reuven le cambió la cara cuando tuvo la dicha de haber recuperado su celular y pudimos dormir tranquilos, sabiendo que seguimos hipercomunicadísimos. Si no fuera por los celulares, no lo hubiéramos encontrado.
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