Crónicas de Shabat: Un día chocolate sol

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Hay días que podemos decir que son chocolate sol. Así le decimos en Colombia a esos días inolvidables que nos dejan un recuerdo a veces no tan grato, pero si una vivencia muy intensa.

La alarma por misiles siempre lo coge a uno de sorpresa, es decir nunca sabemos cuando va a sonar, pero debemos estar siempre alerta.

Ya me tocó en la calle, como les conté la semana pasada y la última estaba esperando que me hicieran un procedimiento médico. Esta mañana tenía una cita para una biopsia de piel. Mi piel, aunque me cuido mucho (arbé) tiene unas pequeñas complicaciones, pues primero que todo, tengo una gran herencia ruso-europea, que son pieles blancas y delicadas. Si hablamos de epigenética fui nadadora y además me gustaba disfrutar del sol, en una época en que no existían los bloqueadores solares, así que nos tostábamos al sol con cerveza, aceite bronceador, coca-cola y todo lo que nos recomendaban para parecer morenas, aunque fuéramos de piel blanca y delicada.


Esto ocasiona daños, que a nuestra edad madura vivimos las consecuencias. Siempre he tenido que ir al dermatólogo con regularidad. Una de las personas que más he extrañado en mi alyah es a mi dermatóloga, que se convirtió en parte indispensable de mi vida. Aquí he conseguido profesionales buenos, pero difícil reemplazar su excelente servicio. Hoy tenía una de esas citas con el cirujano al que me refirió el dermatólogo (rofé or). Llegué y tenía la presión un poco alta, raro en mí que siempre la tengo bajita. Debe ser porque me tocó ir sola por primera vez, pues Reuven tenía que ir al hospital de trabajo. Me tenía que enfrentar sola a una minicirugia de la piel y al médico y enfermera, en hebreo. Motivo suficiente para que la presión (lajats dam) se altere; la enfermera me mandó a reposar en una camilla y me la volvió a tomar y había mejorado. En esas escuché una medio música que resultó ser otro concierto de los hutíes, haciendo activar las alarmas en casi todo el país. Me dirigí al mamad y cuando llegamos a la puerta, un señor me comentó, en hebreo, que no íbamos a caber todos. Estuve de acuerdo, pero una de las enfermeras nos dijo que había espacio para todos y de pronto me vi rodeada de unas 100 personas, entre ellas el doctor que me iba a atender.

Cuando llegué a la sala de procedimientos, agradecí que no me tomaron otra vez la presión, pues seguramente se había subido nuevamente.
Una vez terminado el procedimiento fui a la casa a descansar y después a recoger a Reuven a la estación del bus. Me llamó que el bus lo había dejado en un paradero desconocido y lo más grave era que no tenía mucha carga en el celular. Le expliqué como mandarme la ubicación, pues al lado de él yo soy una dura en asuntos cibernéticos. Puse Waze y a los 10 minutos (dakot) lo estaba recogiendo. Estaba muy agradecido y tranquilo de saber que lo había rescatado, pues miraba a los lados y no sabía dónde estaba y eso que él es buenísimo para ubicarse en sitios desconocidos. Puede decirse que se sintió como Moisés, salvado de las aguas. Anduvimos 2 cuadras en el carro y vimos el letrero de Capit, un restaurante muy conocido y muy cercano a las rutas que frecuentamos. Yo creía que el nombre era Cafit, porque la letra pei (p) suena fei (f) si se le pone un punto. Como es mayúscula no se le ve el punto y a mí me sonaba el nombre como Cafit derivado de café, pero no! Es Capit de cucharita. Si hubiera dado la vuelta a la manzana, se hubiera evitado el sufrimiento de creer que estaba perdido. Como ven fue un día chocolate sol.

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