Tras aproximadamente 2 años de negociaciones, los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, la Unión Europea y Alemania, alcanzaron un acuerdo con Irán para reducir su programa nuclear. En este acuerdo, Irán se comprometió (con la supervisión de la Agencia Internacional de Energía Atómica) en reducir a 5 mil centrífugas de uranio su arsenal y en mantener solamente 2 centrales (Natanz y Fordo) funcionando con propósitos científicos. Además, Irán acordó reducir en un 97% su programa nuclear, vender gran parte de su agua pesada y en mantener el nivel de pureza de su uranio en 3.67%. Este acuerdo, el cual no previene la creación de una bomba nuclear sino que la atrasa por 15 años, le otorga a Irán 150 billones para que así financie su apoyo al régimen de Al-Asad (Irán ha gastado sobre 100 billones de dólares en el conflicto sirio) y el levanta así las sanciones económicas por parte de la comunidad internacional. Irán, quien ha desplegado milicias iraquíes, afganas, combatientes de Hezbolá y 70,000 combatientes iraníes para ayudar los 50,000 soldados del régimen, tiene miedo de perder las 13 bases militares que tiene en Siria. Además, tiene miedo de perder la alta influencia que tiene sobre el ejército sirio (ya que los rusos tienen un pulseo bastante palpable con los iraníes con respecto a este asunto). De hecho, se estima que Irán ha gastado sobre 100 billones de dólares en este conflicto y paga sobre 250,000 salarios.
Ahora, ¿por qué es este régimen islamista una amenaza para los Estados Unidos, Israel y el mundo? Tras la revolución islámica en 1979, el reinado del zar Mohammad Reza Pahlavi llegó a su final. El ayatolá Ruhollah Jomeini, quien se encontraba exiliado en Francia (y quien gozaba de una gran popularidad en Irán; un país de predominancia chii), regresó a Irán. Tras haber prometido el apoyar una “democracia islámica” al inicio de las revueltas sociales que acabó con el reinado del zar, sus promesas pasaron al olvido cuando impulsó una nueva constitución basada en la sharia y donde el jefe de estado (y líder espiritual del país) fuera él. Durante la revolución, un acontecimiento que cambiaría la historia para siempre ocurrió. Manifestantes pro-Jomeini asaltaron la embajada estadounidense (los Estados Unidos era un máximo aliado del zar y su intervencionismo era uno totalmente “neocolonialista” desde mi punto de vista) y secuestraron 66 diplomáticos estadounidenses y varios ciudadanos estadounidenses por 444 días.
Tras la elección de Ronald Reagan en 1980, las relaciones diplomáticas iraníes-estadounidenses han sido técnicamente inexistentes, aunque militarmente (en 1980 Washington le vendió armas a Teherán en su guerra contra la Irak de Sadam Hussein) y comercialmente (los Estados Unidos se mantuvo adquiriendo petróleo iraní, aunque de segunda mano, hasta las sanciones de 2006) hablando han sido muy activas. Pero ha sido la retórica anti-Occidente, pro-desarrollo de armas nucleares, la negación del holocausto y pro-destrucción de Israel, fomentada durante la presidencia de Mahmoud Ahmadinejad, la que ha llevado a preocupar a Estados Unidos y a la comunidad internacional sobre lo que puede ser capaz esta dictadura islámica. Además, el constante apoyo y patrocinio del terrorismo alrededor del mundo (Irán es el máximo patrocinador del terrorismo en el mundo) incluye a entidades yihadistas tanto suníes (como Hamas y otros grupos terroristas en Gaza) como chiíes (Hezbolá). (Por eso es que la propaganda “anti-takfirí” de Irán no la compro; ya que ellos mismos apoyan a los takfiríes si para salvar sus intereses se trata). Gracias al acuerdo nuclear en 2015, Irán a podido volver a exportar su petróleo (Irán tiene las cuartas reservas de petróleo más grandes a una profundidad relativamente baja), su mercado minero ha repuntado y ha comenzado a volver a acceder a mercados financieros Occidentales (a excepción de los problemas con el cambio de divisa estadounidense al que se enfrentan sus empresas y los escollos por los cuales se les ha hecho pasar). Pero lastimosamente, son estos beneficios los que han fortalecido la retórica anti-Occidente de Irán y su apoyo al terrorismo en el 2016 y ahora en el 2017.
De hecho, Irán envía actualmente armamento a Líbano (para Hezbolá) en aviones comerciales, ha expandido sus programas de entrenamiento paramilitar en Medio Oriente y América Latina, e incluso logró un acuerdo no-escrito con los Estados Unidos para desarrollar misiles balísticos con un rango de alcance de 2,000 km. Desde mi punto de vista, el régimen de los ayatolás no cesará sus acciones hostiles hacia los Estados Unidos e Israel (a pesar de las recientes sanciones contra individuos y bancos que apoyan el programa nuclear de Teherán) hasta que reciba un contraataque militar ya sea en su territorio (bombardeando su infraestructura nuclear como aún la coalición de Netanyahu evalúa), u otro lugar (como pudiera ser en la Guerra Siria). Irán no es un régimen que persigue lograr acabar con el radicalismo, acabar con el odio interreligioso que abunda en la región (y que promueven a través del miedo y la persecución contra sus propias minorías) o progresar en materia de derechos humanos (en 2015, Irán ejecutó a 1,000 personas). Es una entidad, que al igual que Corea del Norte, es un peligro para la humanidad. A pesar de ello, lo que realmente me da pena es que ostenta la legitimidad de su pueblo; un pueblo que cree en la propaganda iraní.
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