Literaria y políticamente el cáncer no señala sólo una enfermedad. Apunta una crisis cardinal y severa que imperativamente justifica drásticas actitudes y normas en los marcos públicos y políticos. Así ocurre cuando una minoría étnica es denominada cáncer o cuando alguna ideología amenaza o pretende sustituir a valores convencionales y consentidos.
De aquí dos preguntas:una, reemplazará el término corona al cáncer que sobre a su significado metafórico Susan Sontag consagró no pocos ensayos y libros incluyendo su » La enfermedad como metáfora»? Y la otra: justificarán algunos países y regímenes en nombre de la corona la instalación de estados de emergencia y/o la continua suspensión de elementales derechos humanos y políticos?
No faltan antecedentes desde la antigua Roma donde Julio César instituyó y alargó su dominio dictatorial en nombre de las urgentes amenazas que entonces abrumaban a la República hasta China y Hungría en nuestros días, países donde la suspensión de libertades es vivencia cotidiana. Y en el pasado siglo Alemania, Italia, la URSS – incluso Estados Unidos de Roosevelt cuando impuso encierro a los ciudadanos japoneses durante tres años de la II Guerra – constituyen experiencias en las que una emergencia – real o ficticia – se convierte en recurso para apagar y abolir derechos elementales.
Los embates contra la corona no deben crear o justificar algún estado de excepción o el cese parcial de la libertad ciudadana. Escribo residiendo en Jerusalén, Israel, donde fuerzas policiales y militares se ven obligadas a poner sitio a los barrios religiosos a fin de que- sin desdeñar a Jehová- acepten la protección contra el virus. Imposición razonable de momento y por el momento.
Pero aquí – como en no pocos países – debemos insistir que corona no excusa ninguna suspensión de libertades. Antes al contrario, reclama su acumulativa y pertinaz ampliación.
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