Una de las “mitzvot” (preceptos) consideradas más sagradas en el judaísmo, es la de lavar a los muertos.
Al igual que ustedes, Cuando supe de esto, lo primero que se me vino a la cabeza fue: ¿Por qué? ¿Cuál es la razón? Y precisamente cuando supe la explicación, fue cuando descubrí haber encontrado mucho más de lo que me planteaba al cuestionar. Resulta que la gente que realiza esta labor, nunca serán recompensados por la persona a la que le realizan el lavado, la persona ya no está, se fue, y para siempre. Ni siquiera, podrán escuchar salir de la boca de ella un “gracias”, Nada. Esto es lo que yo le llamo dar desde el fondo de tu corazón, de tus entrañas, de tu alma vaya… Dar, sin en el fondo estar prestando. Dar por que es maravilloso dar.
Y La razón por la cual me vino a la cabeza esta idea, fue porque la semana pasada, el viernes 20 de septiembre, acudí como voluntario de la universidad adonde estudio, a llevar los víveres que fueron recolectados por todos los alumnos, al centro de acopio en la Cruz Roja de Polanco; Resulta que iba manejando sobre Ejercito nacional, tranquilo, con el coche a reventar de productos y despensas, con un calor monumental (ya se, ese día no llovió) escuchando a Fito Páez con su canción “Dar es dar” y sobre todo con unas cuantas pendientes, ¿cómo iba a bajar todas las cosas del coche?, ¿dónde me iba a estacionar?, ¿quién nos iba a ayudar a mi compañera y a mí que veníamos solos?
Entonces Llegue, y más o menos a la altura de la plaza Polanco se empezó a congestionar el tráfico, muchos coches parados, me acerque un poco más y 3 personas con chalecos de la cruz roja estaban sobre la calle orientando a los autos que se dirigían a dejar víveres, hice fila detrás de los demás automovilistas que esperaban y cuando llegue, un actor de telenovelas me abrió la puerta del auto, vi a estudiantes, enfermeras, amas de casa, empresarios, gente de la 3 edad, niños, los famosos “viene-vienes” y hasta a quien no se imaginan, Con víveres en las manos, cargando, ayudando, escribiendo, todos juntos trabajando en equipo con un solo propósito, que era ¡DAR!
Y lo importante, todos ellos daban lo que podían, un cartón de leche, arroz, frijoles, productos de higiene personal, pañales, toallas sanitarias para mujeres, una mano para cargar cajas, su tiempo para pedir teléfonos y e-mails a los contribuyentes, empujar carritos de súper repletos de despensas, etc…
Pero, lo que me llamo la atención, es esto: daban sin saber a quién iba el donativo, sin saber quién sería el afortunado acreedor que recibiría su despensa, quien sería el desafortunado, que perdió todo, (que para nosotros, ese todo, es nada) que recibiría ese paquete de “vida” o el trapeador verde que iban a usar para sacar el agua. Todos ellos, seguramente tenían más planes para su día, iban a su trabajo, a recoger a sus hijos, a la escuela, a sus prácticas, no importa donde, pero ahí estaban. ¡DANDO! Sin pararse el cuello, sin anunciar a los 4 vientos su donativo, sin salir en televisión con una “guayabera” blanca, al estilo Luis Miguel adentro del agua. Estaban ahí con toda su voluntad, porque ver las imágenes en la televisión al igual que a todos nosotros, nos desgarraron el alma.
Al momento de escribir esto, las cifras por “Ingrid” y “Manuel” son: 500 mil damnificados, 500 municipios afectados en 24 diferentes entidades, 59 mil personas reubicadas, 123 personas que perdieron la vida, 52 mil viviendas destruidas, 72 carreteras con daños, 613 mil hectáreas de cultivos perdidas, y ya mejor no sigo porque me da una tristeza tremenda.
Pero a mí, lo que más me sorprendió y la razón por la cual cuento esta experiencia, fue una sola cosa, como el pueblo mexicano reaccionaba ante la adversidad que viven nuestros hermanos paisanos en Guerrero, Oaxaca, Morelos, como estaban ahí, en la Cruz Roja un viernes a las 14:00 horas, con una temperatura de 30°C ayudando, si, y sin saber exactamente a quien iba esa poca o mucha ayuda. Creo, que estaban ahí, haciendo lo que mencionaba al principio del texto, dar sin estar prestando, dar de corazón. Y cabe mencionar que solamente estoy contando uno de los muchísimos centros de acopio que hay a lo largo y ancho del país. Que estoy seguro que en todos fue igual
Solamente quieto contar una anécdota que escuche en una de mis clases en la universidad, mi maestra comento que cuando uno está sin pareja, lo que más extraña es tener alguien a quien amar y no alguien que nos ame. Yo pensé… A lo mejor, para vivir un poco más contentos tenemos que querer dar más de lo que queremos recibir.
Pregunto… A los lectores jóvenes como yo, ¿Que estamos dando nosotros? ¿Lo suficiente? O podríamos dar un poquito mas?
“Se puede dar sin amor,
no se puede amar sin dar,
si yo doy no es porque tengo,
mas bien tengo porque doy.”
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