Un Señor llega donde su rabino porque quería pedir perdón por algo que hizo y por lo que estaba arrepentido. Esta fue su conversación:
Rabino: “¿Cuál es el motivo para pedir perdón?”
Señor: “Una cosa muy pequeña, es que al finalizar de comer se acostumbra a lavar los dedos y yo no lo hice.”
Rabino: “¿Y por qué no lo hiciste?”
Señor: “Porque antes de comer tampoco me las había lavado, pues no me pareció necesario lavármelas después de haber comido.”
Rabino: “¿Y por qué no te las lavaste antes de comer?”
Señor: “Comí pan que no era Kosher, entonces para qué lavarme las manos.”
Rabino: “¿Y por qué comiste pan no Kosher?”
Señor: “Porque comí cerdo y no quería comerlo con pan Kosher”
Rabino: “¿Y por qué comiste cerdo?”
Señor: “Porque era Yom Kipur y no quería comer comida Kosher porque sabía que había que ayunar.”
Rabino: “¿Y por qué comiste en Yom Kipur?”
Señor: “Porque estaba muy cansado y tenía mucha hambre.”
Rabino: “¿Y por qué estabas cansado?”
Señor: “Porque tuve que matar a alguien, enterrar el cuerpo, limpiar la evidencia y huir para que no me encontraran, todo eso me cansó”
Esta semana iniciamos las tres semanas más tristes del calendario hebreo. Este martes que pasó iniciamos con el ayuno del 17 de Tamuz y que según nuestros sabios en ese día pasaron cinco cosas:
1. Moshé rompió las tablas en el Monte Sinaí – en respuesta al pecado del becerro de oro.
2. Las ofrendas diarias en el Primer templo fueron suspendidas durante el sitio de Jerusalem, después de que los Cohanim ya no pudieron obtener más animales.
3. Las paredes de Jerusalem fueron traspasadas, previo a la destrucción del Segundo Templo en el año 70 EC.
4. Previo a la Gran Revuelta, el general romano Apostamos quemó un rollo de la Torá – sentando un precedente para la horripilante quema de libros judíos a través de los siglos.
5. Una imagen idólatra fue ubicada en el Santuario del Templo Sagrado –un acto descarado de blasfemia y profanación.
Tenemos que entender que nosotros no tenemos que estar tristes por lo que pasó en nuestra historia, es decir, si estamos tristes porque el templo fue destruido, la solución es que podemos construir uno nuevo. El trabajo que debemos realizar durante estas 3 semanas es no llorar y lamentarnos por lo que ocurrió en el pasado, si no pensar en lo que podemos construir en el futuro.
Cada uno de nosotros tenemos una Jerusalem, un templo sagrado que es nuestra alma, y para defenderla debemos construir murallas, es decir establecemos protecciones. Muchas veces nos preguntamos porque nuestros sabios aumentaron las prohibiciones, la respuesta es muy sencilla, los sabios no inventaron más prohibiciones, sino que establecieron protecciones y barreras a las prohibiciones de la Torá. Veamos el siguiente ejemplo: si una persona ve un león afuera de su casa, pues cierra la puesta, pone seguros y candados, pone muebles y sillas bloqueando la puerta para que el león no entre, apaga la luz y se esconde debajo de la cama, pero si una persona ve una mosca afuera de su casa, solo cierra la puerta para que no entre. Pero en realidad nosotros vemos las prohibiciones establecidas por nuestros sabios como si afuera hubiera una mosca y no un león.
Podemos seguir pensando que nuestro único error y pecado fue el problema de “no lavarnos las manos después de comer”, pero no estamos siendo conscientes de todos los otros errores y pecados que cometimos desde mucho antes. Sólo vemos lo insignificante, lo menos importante.
Todos esos cinco acontecimientos que sucedieron en nuestra historia pueden pasarnos hoy en día también con nuestra alma. Inicialmente, suspendemos las ofrendas diarias: dejar de rezar, dejar de estudiar y dejar de hacer las cosas que estamos haciendo diariamente. Luego, rompemos las murallas, es decir evitamos las protecciones que le pusimos a nuestra alma y así llegaremos después a cometer más y más errores, cada vez más grandes hasta que destruimos totalmente nuestra alma.
Nadie nace asesino, pero es un todo proceso de vida que se inicia por algo insignificante que con el pasar del tiempo se hace cada día más y más grande, hasta que finalmente nos convertimos en un asesino.
Nosotros tenemos que arreglar los frenos del auto antes que fallen y vayamos a caer en un abismo. No se arreglan los frenos cuando se está cayendo. Debemos anticiparnos a los problemas para evitarlos, no se debe esperar a estar en el problema para intentar buscar una solución. Muchas veces no podemos apreciar la profundidad del abismo al que podemos caer si no arreglamos los frenos antes.
Un hombre muy tacaño iba en un taxi camino abajo por las montañas, cuando de repente al taxi le fallan los frenos y salen de la carretera derecho al abismo y comienzan a caer. El tacaño comienza a gritarle al taxista: “oyeee, páralooo,… páralooo” y el taxista le responde, “no puedo, no sé cómo, no puedo”, mientras el tacaño le seguía gritando: “páraloooo,… páraloooo” y el taxista desesperado y le contestaba: “no puedoooo”, hasta que el tacaño le indica: “nooo… para el taxímetroooo”.
A veces nos enfocamos en lo menos importante de un problema y dejamos lo que en realidad debe importar a un lado, no somos lo suficientemente consientes de las situaciones y nos desenfocamos de lo verdaderamente importante.
Tenemos que reforzar las murallas, las protecciones, para proteger nuestra alma como nos lo comenta la Parashá de esta semana, “Matot”, que nos habla de la importancia de cumplir las promesas.
Cuando empezamos a valorar nuestras palabras, terminamos valorando luego también nuestras acciones y sólo así lograremos construir nuestro propio templo sagrado.
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