Dejando por el momento a una Europa saturada de pendientes, que desencadenarían la guerra de 1914 y posteriormente el horror mundial del siglo XX, debemos dedicar parte de nuestra atención (antes de concluir el S.XIX), en parte de los antecedentes históricos de los Estados Unidos de Norteamérica y de Japón, naciones que jugarían papeles importantes en el siglo que se avecinaba.
Como señalamos en el segmento anterior, el crecimiento de la unión norteamericana se había preparado metódicamente con mayores territorios para su población, quedándose al margen de los conflictos europeos. No obstante, parecido a lo sucedido con las primeras expansiones territoriales a costa de México, adquieren de Napoleón Luisiana en 1803, la Florida de España y el reconocimiento por los británicos de la posesión de Oregon, que controlaba el acceso al Pacífico.
La emigración en la mayor parte del S. XIX fue masiva, cruzando el Atlántico alrededor de veinte millones de europeos; sin embargo el concepto de libertad que proyectaba la estatua regalada por Francia, esculpida por Bartoldi y colocada en Manhattan en 1886, como ideal nacional no se cumplía, sobre todo en los estados del sur, donde se practicaba todavía la esclavitud.
Aunque las diferencias entre estados norteños y del sur fueron profundas, la elección de Abraham Lincoln como Presidente antiesclavista, sirvió de pretexto a los sureños para llevar la secesión o separación del resto del país, formando una confederación de doce Estados Confederados, bajo la presidencia de Jefferson Davis. La Constitución del país no contemplaba ése tipo de separación, por lo que el riesgo de desaparición como nación unida fue totalmente real. Todo esto dio como resultado una larga y sangrienta guerra que duraría desde el 18 de abril de 1861, hasta el 14 de abril de 1865.
Las fuerzas de las partes en conflicto no eran para nada equilibradas, pues habían 23 millones de nordistas, contra 9 millones de sudistas (entre ellos muchos esclavos negros que no se movilizarían). En contra los estados confederados desde un principio estaban mejor pertrechados y con mejores generales, como lo fue el Gral. Lee, quien llegó muy cerca de Washington.
Esta guerra en Norteamérica, fue la primera realmente moderna para su época, en donde se utilizaron masivamente para esos fines, el ferrocarril, cañones, armas de disparo rápido y hasta un submarino, causando 600 mil muertos (350 mil de la unión y 250 mil confederados; aunque la esclavitud y sobre todo la discriminación a las personas de color, no menguarían sino hasta bien entrado el siguiente siglo, con el Movimiento de los Derechos Cívicos de Martin Luther King. No cabe duda que Napoleón III aprovechó esta distracción bélica de la nación norteamericana, para llevar a cabo la aventura imperial en territorio mexicano que comentamos en el anterior segmento.
Tras la guerra interior, la nación norteamericana reanudó su expansión, y en 1867 compra Alaska al Imperio del zar. Ya casi por concluir el S. XIX, declara la guerra a una ex potencia europea, ya que España todavía conservaba Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En la actualidad, Puerto Rico todavía les pertenece; Filipinas logró gracias a ellos su independencia en 1946 y Cuba, aunque es la única que se libró con Castro de su influencia, los E.U. todavía mantiene la base de Guantánamo, donde envió a sus prisioneros Talibanes.
Algo que también revolucionaría al mundo y que sería a la postre factor de luchas por su control, fue el petróleo como nueva y abundante fuente de energía, además del uso masivo el acero. Estados Unidos con todo el poder adquirido y avances industriales que poseía, realmente intervendría poco en los avatares internacionales, sobre todo los del antiguo mundo, dedicándose mayormente a exportaciones e importaciones. En el ínterin, cuando Japón se abría al modernismo de occidente desde 1853, los norteamericanos y algunas potencias más, los ilustraron y ayudaron en sus empeños, sin sospechar que tal como Alemania, esa vieja nación feudal que deseaba incorporarse al mundo, tenía profundos principios bélicos, magnífica disciplina y deseos imperiales de expansión, por carecer de recursos naturales requeridos para esa transformación.
Continuará…
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