Esta cita de Oscar Wilde me recuerda un trabajo que tuve hace muchos años como guía turístico en las Cataratas del Niágara.
El hecho de intentar igualar diariamente el gran grado de entusiasmo que era expresado por los turistas al ver las magníficas cataratas por primera vez era un gran desafío para mí.
Hasta hoy, esta cita me recuerda que no debo dar las maravillas de la creación por sentado.
¿Aprecio el milagro de que los árboles inhalen dióxido de carbono para que nosotros podamos respirar oxígeno? ¿El atractivo color y aroma de una naranja, con su cubierta protectora? ¿La simplicidad del agua, que a su vez es capaz de apaciguar la sed y sustentar la vida? ¿El milagro del nacimiento de un bebé?
¡Gracias Dios por tantos milagros diarios…!
Y gracias por los que no vemos y no percibimos, gracias también por los que potencialmente están por ocurrir
Cada día es un milagro.