En las intervenciones anteriores el Mtro. Ricardo Morales y el Mtro. Carlos Lepe presentaron las motivaciones, contexto histórico y claves de interpretación del documento Nostra Aetate. Así mismo el Mtro. Lepe hizo una reflexión sobre la primera parte de este documento que se refiere a la relación del cristianismo y judaísmo.
La intención del presente documento es continuar las reflexiones sobre esta valiosa declaración, que como su nombre lo indica, tiene una actualidad perenne (Nostra Atetate, en latín, nuestra época”).
Como se ha señalado Nostra Aetate hace un llamado a los miembros de la Iglesia Católica a atender “su relación con respecto a las religiones no cristianas[1]”, enfatizando “todo aquello que es común a los hombres y que conduce a la mutua solidaridad”.
En este contexto el documento recuerda particularmente respecto a la relación con el judaísmo, el texto neo testamentario de la Carta a los Romanos que dice que:“Los Judíos son todavía muy amados de Dios,(…) porque Dios no se arrepiente de sus dones y de su vocación”.
Este texto guarda estrecha relación con lo presentado en los artículos anteriores, a saber, “el gran el patrimonio espiritual común a cristianos y judíos”. Es por ello que el diálogo no solo es posible sino deseable, con la finalidad que construyamos, aún de forma imperfecta y parcial, la visión profética que describe “el día que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con una sola voz y “le servirán como un solo hombre”.
De modo que la finalidad de dialogar es descubrir el patrimonio espiritual común entre judíos y cristianos y una condición esencial para este diálogo fraterno entre es el “conocimiento y aprecio mutuo que se consigue sobre todo por medio de los estudios bíblicos y teológicos”.
Han sido justamente estos estudios los que han llevado a descubrir y entender que, contrario a las creencias populares e ideologías erróneas, el acontecimiento de la pasión y muerte de Jesucristo “no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy”.
Aunado a lo anterior la Iglesia Católica y por ende todos los cristianos estamos llamados a reprobar “cualquier persecución contra los hombres” y así mismo a deplorar “los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos”. En este mismo sentido el documento hace énfasis que “La Iglesia, (…), reprueba como ajena al espíritu de Cristo cualquier discriminación o vejación realizada por motivos de raza o color, de condición o religión”.
El documento concluye afirmando que “No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. la relación del hombre para con Dios Padre y con los demás hombres sus hermanos están de tal forma unidas que, como dice la Escritura: “el que no ama, no ha conocido a Dios” (1 Jn 4,8).”
Sin duda estas palabras son tan verdaderas como necesarias en toda época y en especial en la nuestra, en la que el diálogo es indispensable para descubrir y valorar lo que nos une superando así nuestras diferencias.
[1] Todas los fragmentos que están entre comillas y en negrita son citas textuales del documento Nostra Aetate.
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