Defendiendo a mi Israel

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El libro es el símbolo que mejor representa al pueblo judío. El libro representa el estudio y el estudio representa el ensimismamiento, la meditación. Quien medita y habla solo explica su ser, se conoce, ahonda en sus sentimientos, atiende lo que acaece en su corazón, en su mente: habla con Dios.

Se necesita velocidad de pensamiento para captar las palabras que el prójimo profiere y se necesita velocidad de espíritu para entender los sentimientos extraños. El pueblo judío se distingue de los otros pueblos porque ha incrementado la velocidad de su espíritu más que todos, porque lo ha hecho más agudo, idóneo para la comprensión de la otredad. Tal ejercicio ha sido obligatorio, pues el pueblo judío ha vivido en el exilio durante dos mil años.

El judío tiene una misión: promover la confianza en el ser humano. Yo, como Rafael Cansinos-Assens, entendí que era de la cepa judía leyendo. Leyendo a Hannah Arendt, a Walter Benjamin, a Gershom Scholem, a Maimónides, conocí que había otras maneras de pensar más allá del ergotismo cartesiano, del silogismo, de la escolástica, y además conocí que no estaba solo, que otras personas han sentido el pensar como yo lo he sentido.


Los libros judíos en árida lengua van registrando, si me permiten echar mano de una estructura sintáctica borgiana, sucesos que no tienen por qué ni cuándo. Las muchas explicaciones delatan que pensamos que el otro, o la otredad, es estúpida, desalmada, incapaz de entendernos. El lerdo, impotente ante el simbolismo, odia la poesía. ¿Cómo se comunican los enamorados? Con guiños, con gestos, con símbolos. ¿Cómo se han comunicado los judíos en el exilio? Del mismo modo. El símbolo, la alegoría, son modos del lenguaje que nacen cuando hay amor o cuando hay odio; es decir, nacen en la confianza, en el “camino de los justos”, o en el peligro, en la “senda de los malos”.

Borges pensaba que mucho orgullo da pertenecer a un pueblo que ya tenía textos sagrados cuando los otros todavía adoraban pozos, estrellas y vacas. El pueblo judío, refiere Américo Castro en su libro “La realidad histórica de España”, harto se dio al estudio durante la Edad Media, mucho regaló a las ciencias abstractas (abundantes son las palabras religiosas, abstractas, que el hebreo inoculó en el español), tanto o más que los árabes, que mucho añadieron a las ciencias mecánicas de Europa. Europa, dice Castro, y sobre todo España, se consolidó religiosamente merced al instinto místico del judío. Hoy, afirma Jaime Gutiérrez Góngora (“La Nación”, 19 de julio de 2014), Israel “está dando la batalla por la supervivencia de la civilización occidental. Está recibiendo los golpes que van dirigidos a todos nosotros”.

El libro judío, decíamos, más narra y describe que explica y argumenta. Se le explica al ignorante para que entienda y se le argumenta al necio incapaz de cambiar de opinión; se narra y se describe, en cambio, para el de imaginación rica, para el culto. El pueblo judío, quiérase o no, es el más culto del planeta. El judío, comenta Arendt, es antisocial y prefiere el libro a la gente, pero lo prefiere porque afana comprender a sus hermanos espirituales primero y al mundo carnal después. En nuestros hermanos hay un cosmos, y conociendo dicho cosmos es posible conocer el mundo.

Las lecturas talmúdicas, cabalísticas y de la “Torá”, son lecturas minuciosas, cuasi pitagóricas, diría Scholem, lecturas que ven en la letra un ente vivo, físico. Lo físico, para Aristóteles, era todo lo que nacía, crecía y moría; hoy creemos que lo físico es mera materia, según comenta Xavier Zubiri en su libro “Sobre la esencia”. Para el judío la palabra nace, crece y muere, en tanto que para el cristiano la palabra es marmórea.

De muy diversos modos leen judíos y cristianos. El cristiano lee buscando gramaticalidades, poesía, etimologías y sentencias, esto es, lee queriendo estructurar o aquietar el lenguaje; muestra de ello es la filosofía de Santo Tomás, filósofo de filósofos escolásticos, lógicos. Pero el judío lee buscando otras cosas, lee rastreando la intención del autor (`Pshat´) y su razonamiento lírico (`Drash´), así como interpretaciones épicas (`Remez´) y sentidos ocultos o proféticos (`Sod´). Nótese cómo el judío, en términos bajtinianos, busca la “polifonía”, el hacer audible las voces pretéritas, mientras que el cristiano busca la monofonía, oír una sola voz, la de Jesucristo.

En la obra de Kafka, por ejemplo, el lector atento habrá oído vocerías, murmullos, es decir, a la burocracia moderna, pequeño cosmos inexplicable en que vivimos todos. Tan larga introducción sirve para discernir los motivos de tanta injuria contra a Israel.

¿Qué conoce hoy el mundo del pueblo judío? Sólo conoce lo que se ha dicho del pueblo judío en cientos o miles de libros tratantes del nazismo. La gente sólo puede hablar de lo que conoce, recuérdese. Para el judío, como dice el Salmo 1, “en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”. He tomado la traducción de los Salmos que hizo Casiodoro de Reina porque éste fue un autor, a palabras de Marcelino Menéndez Pelayo, judaizante, autor que sintió el peso del exilio durante casi toda su vida. El pueblo judío, que día y noche reflexiona la “Torá”, ha desarrollado una mentalidad simbólica sutilísima, y más porque lo ha hecho en el exilio, siempre en países ajenos.

¿Quién que no practique el judaísmo real, el hecho de lengua, sangre y costumbres, puede jactarse de conocer el judaísmo? El pueblo judío, tan intimista, tan antisocial, tan acostumbrado al gueto, a pasar el tiempo estudiando, es como un “árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae”, según dice el Salmo 1. Pasan los días con los planes, con las filosofías, mas la “Torá” permanece, dura y se multiplica merced a las lecturas analógicas y anagógicas.

Israel Abrahams cuenta que en la Edad Media, al festejar el “Pentecostés”, la entrega de la “Ley” a Moisés, se iniciaba a los niños judíos en la lectura diciéndoles: “Ojalá la `Torá´ sea tu ocupación”.

¿Qué mentalidad forja quien tiene por oficio leer? Una mentalidad mística o multiforme capaz de transformase en lo que lee y dice. El místico judío, entiéndase, no es un hombre con los sentidos más agudos que los demás, sino alguien que ha leído en la “Torá” algo más que meras palabras. Creo que el panfleto famoso de León Pinsker, titulado “Autoemancipación”, mejora la inteligencia de mis asertos; dice: “Para el que está vivo, el judío es un cadáver, para el autóctono, un extranjero, para el hacendado, un vagabundo, para el propietario, un mendigo, para el pobre, un explotador y un millonario, para el patriota, un apátrida, para todos, un rival odiado”. Tan lírico fragmento, citado por Arendt en su libro “Una revisión de la historia judía y otros ensayos”, contiene más de lo que parece.

¿Cómo escribe y lee cualquier provinciano? ¿Cómo el rico? ¿Cómo el propietario? ¿Cómo el pobre? ¿Cómo el patriota? Todos, menos el pobre, escriben desde un como centro, desde una institución, con una lengua fijada, gramaticalmente sólida, literaria y sentenciosa, franca. ¿Puede cualquier periodista provinciano, rico, patriota, carente de formación filosófica, filológica, histórica y hasta etnológica narrar, describir o explicar lo que sucede entre Israel y Palestina, pueblos que se comunican en una lengua altamente simbólica? ¿Podríamos afirmar que un hombre es un “asesino” o “malo” porque ha matado a quien lo ha injuriado durante largos años? Etnólogos, antropólogos y sociólogos del jaez de Lévi-Strauss, Marcel Mauss, Boas y Bourdieu han demostrado que es imposible cualificar a los pueblos extraños con nuestras categorías mentales y palabras.

Arendt, judía de verdad, en su texto “Salvar la patria judía” explica cómo piensa el pueblo de Israel: “Tras dos mil años de “mentalidad de `Galut´”, el pueblo judío ha dejado súbitamente de creer en la supervivencia como un bien último en sí mismo y ha pasado, en el transcurso de pocos años, al extremo opuesto. Ahora los judíos creen en la lucha a ultranza y piensan que “hundirse” es un método sensato de hacer política”. El mundo, ignorante en materias judías, hermético e incapaz de describir y de narrar hasta su propia circunstancia, esto es, de observar-se, todo lo explica y lo argumenta, citando a Enrique Krauze (“Letras Libres”, 3 de agosto de 2014), esgrimiendo el “doble rasero”, la “homologación”, la “amalgama”, las “teorías de la conspiración”, el “reduccionismo”, el “victimismo paranoico”, el “maniqueísmo”.

Dicho lo anterior en una palabra, el mundo pretende juzgar a Israel con mitos. ¿Y qué es un mito? Roland Barthes, en su libro “Mitologías”, sostiene que es un “robo de lenguaje”. ¿A quién le han robado el lenguaje? ¡Al pueblo judío, pueblo que actualmente es maestro en la exégesis! Kafka, Einstein, Buber, Benjamin, Borges, admirador éste del pueblo judío, todos narradores supremos del cosmos, han sido autores que han cambiado la razón humana. Ellos no pensaban silogísticamente, sino al modo relativista, cuánticamente, como viento que ondea entre espejismos. Ellos, sin desearlo, han dado a la humanidad instrumentos epistemológicos para prevaricar contra el judaísmo, instrumentos que en manos de un público “ávido de sangre y escándalo”, volviendo a Krauze, son usados para destruir y no para comprender.

Acerca de Edvard Zeind Palafox

Edvard Zeind Palafox   es Redactor Publicitario – Planner, Licenciado en Mercadotecnia y Publicidad (UNIMEX), con una Maestría en Mercadotecnia (con Mención Honorífica en UPAEP). Es Catedrático de tiempo completo, ha participado en congresos como expositor a nivel nacional.

5 comentarios en «Defendiendo a mi Israel»
  1. Pido a Dios todo poderoso para que nos haga aliados al pueblo judio con el pueblo mexicano y podamos juntos conbatir a nuestros enemigos que para nosotros el publo mexicano nuestro peor enemigo es nuestro govierno..

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  2. Ante un texto inteligente traigo una nota de otra persona inteligente
    Meir Margalit: Nacido en Argentina, llegó siendo un convencido joven sionista de derechas que venía a luchar por el sueño del Gran Israel. Pero tras la guerra de Yom Kippur, en la que fue herido, comenzó a comprender que la ocupación era un error, que no valía el sacrificio de tantas vidas. Hoy, al frente del Comité Israelí contra la Demolición de Viviendas (ICAHD). El enlace
    http://conectadosdesdeisrael.wordpress.com/category/palestina/ El largo texto comienza
    El prestigioso escritor argentino Jorge Luis Borges escribió en 1944 un relato titulado Funes el memorioso que gira alrededor de un joven uruguayo —Ireneo Funes—, que a partir de un accidente padece de un raro fenómeno por el cual no puede olvidar absolutamente nada. Nada escapa de su memoria, ni grandes eventos, ni pequeños detalles. Todo lo recuerda con precisión a tal punto que el presente se convierte en algo intolerable porque cada imagen visual evoca en él sensaciones musculares, térmicas, que acaban impidiéndole conciliar el sueño. Pero lo más grave es que no era muy capaz de pensar. Pensar es prescindir de las diferencias, generalizar, abstraer.

    Me gustaria que todos aquellos que escriben hoy asustados del antisemitismo recuerdan que en el fondo hay un problema, la falta de independencia de los palestinos. Dos Estados para dos Pueblos.

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