Los seres humanos buscan orden y estabilidad tratando de que el desorden sea menor; sin embargo cuando este surge, se pueden romper barreras internas con rapidez y surgen sentimientos de miedo y desamparo. Las tinieblas del interior aprovechan cualquier excusa para emerger.
Tenemos órganos pero no vivimos al pendiente de ellos: este vivir biológico no implica un esfuerzo especial. Nos movemos en dos espacios: el fisiológico y el relacional que está en continua transformación y requiere de nuestra energía.
Se sabe que el primer apego de un ser humano es con su cuidador primario y da comienzo de manera refleja. Para un bebé recién nacido, sería difícil sobrevivir sin este cuidador; así se provoca un anhelo de protección que se transforma a lo largo de la vida, surge la necesidad interna, muchas veces ignorada, de ser cuidado y protegido.
Si de pequeños no hemos podido conseguir una satisfactoria proximidad y amor que todo niño necesita, y se transforma en el motor del desarrollo. Cuando hay fallos en esta nutrición, parte de nosotros permanece ansiando esa nutricia proximidad; puede surgir una inseguridad interna temiendo el desamparo. Un hombre arrancado de su cultura y su ambiente se convierte en indefenso y desarraigado.
Nos vamos conformando como humanos a través de juegos relacionales desde que nacemos en el seno familiar. La familia nos proporciona la cercanía corporal del bien-estar. Allí, aprendemos la convivencia y el estilo particular de relación. Cada grupo cultural tiene sus maneras de hacerlo. No todos nos resistimos a las mismas cosas ni tenemos los mismos problemas. No todos tenemos los mismos ideas de cómo deben ser las cosas.
Los humanos nacemos con una débil estructura que se va fortaleciendo desde la niñez, es la fortaleza interna que con los sucesos externos va madurando. Esta es personal y casi siempre hay necesidad de valerse de ella. Los organismos vivos necesitan una determinada estabilidad pero al mismo tiempo se caracterizan por un flujo y cambio constante que comprende miles de reacciones químicas. . Investigaciones clínicas ofrecen explicaciones de la influencia de los acontecimientos de la niñez en la personalidad del adulto.
Se ha comprobado clínicamente que las caricias y las compañías cambian las sensaciones neurológicas. La forma en que estos cuidados son impartidos y recibidos tiene influencia en los seres humanos.
Luis se presenta como un hombre fuerte, ardiente, independiente que oculta su necesidad de protección. Promueve una imagen de fortaleza. Quién lo conoce siente necesidad de recargarse en su hombro de hermano mayor. El también necesita apoyo pero no lo pide, posiblemente ni cuenta se da de ello por tener que mostrarse como un hombre fuerte. Aún los más fuertes, tienen grandes debilidades emocionales. Todos necesitamos en ciertos momentos un apapacho, una buena palabra, un acompañamiento.
He conocido mujeres que muestran una solidez envidiable y con rascar un poco en sus sentimientos surge una agria mezcla de soledad y carencias. Estos sentimientos tan humanos, nos obligan a salir y buscar la compañía de otros que puedan poner un brazo sobre nuestro hombro y nos permitan recargarnos para obtener un poco de paz interna. Hay muchas situaciones que nadie nos la puede resolver más que cada quién de acuerdo a su forma de ver la vida. Muchas personas comentan después de vivir una crisis: Tomé conciencia de que era más fuerte, inteligente e independiente de lo que pensé.
Cuando alguien enferma, puede curarse mejor si hay un respeto por sus dolencias y recibe un afecto empático. Esta acogida cariñosa ayuda en el cambio y en la curación.
Nos debatimos entre nuestra necesidad de independencia y nuestra dependencia. Observemos a un bebé que empieza a caminar, está feliz porque se aleja y vive su independencia, pero constantemente voltea para ver si mamá o papá están cerca. Es una contradicción que nos acompañará a lo largo de la vida. Se ha comprobado que somos más fuertes de lo que creemos y una capacidad desconocida, oculta, nos permite resistir golpes duros. Esta fortaleza interna se ha construido paulatinamente, resultado de nuestra interacción familiar y social, aparece con fuerza en situaciones críticas. Es importante medir nuestras capacidades para no arriesgar nuestra seguridad física y mental.
Hay normas sociales que definen que comportamientos resultan aceptables o inaceptables y son premiados con una lluvia de abrazos y elogios o criticados con actitudes de no aceptación. Aunque tanto la dependencia como la independencia son valores sociales, el segundo es más premiado que el primero. Así la dependencia puede producir vergüenza y no ser aceptada. Me parece importante darnos cuenta que tanto la dependencia como la independencia nos ayudan en el camino de la vida.
Artículos Relacionados:
La psicología y el bienestar emocional || La ansiedad en tie...
¿Cómo puede ayudarnos nuestra alimentación a mejorar nuestra...
La importancia de la alineación dental desde una etapa tempr...
¿Qué es la depresión?