Desde Yemen con amor

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Además del lío sobre cuántos paquetes bomba fueron enviados, se sospecha quién pudo haberlos fabricado, pero no se sabe nada sobre quién los despachó y, aún menos, cómo los servicios de inteligencia conocieron toda la operación con una precisión quirúrgica a la hora de buscar los envíos, pero tan tarde como para localizarlos después de que hubieran volado por medio mundo.

Lo único claro es que estaban dirigidos contra dos instituciones judías en Chicago. Es más que importante por dos razones: primero, porque no se enviaban contra cualquier institución religiosa. No iban contra una iglesia ortodoxa y mucho menos contra una de las miles de mezquitas que existen en suelo occidental. El odio disparaba contra la comunidad judía. Segundo, aunque las bombas se habían enviado a EEUU, Israel debería preocuparse, pues es la primera vez que Al Qaeda atenta directamente contra instituciones judías, un escalón más en el auge del extremismo islámico. La explicación de la ministra de Interior británica y de David Cameron de que las bombas estaban destinadas a explotar en vuelo no sólo es apresurada, sino una verdadera distracción: si estaban construidas para detonar mediante un teléfono móvil, como han asegurado, difícilmente se podría haber hecho, al no funcionar cómo temporizador y no haber cobertura. Una explicación patética que obvia lo único que está claro, como refleja el aviso del FBI a todas las instituciones religiosas en América para que estén vigilantes. No creo que los promotores de la Mezquita en la Zona Cero deban preocuparse, sinceramente. Y es que el multiculturalismo nos ciega. Tómese otro ejemplo de este sangriento fin de semana: el secuestro y muerte de fieles cristianos en una iglesia en Bagdad. Todos los medios han recogido el macabro espectáculo de sangre y dolor, pero muy pocos se han preguntado por qué ha sido posible este ataque.

Sólo hay una razón: en Irak es posible construir una Iglesia u otro centro religioso sin que tenga que ser necesariamente una mezquita, como en los países vecinos. El bueno de la película de las bombas, Arabia Saudí, sigue castigando cualquier culto que no sea el islámico y prohíbe la edificación de iglesias sobre la base de que la única religión verdadera es la suya. Pero mientras se niega la reciprocidad, las autoridades saudíes corren a contarnos que el éxito de la operación se debe al chivatazo de un antiguo prisionero de Guantánamo que, gracias a su programa de reinserción, habría delatado a sus antiguos camaradas. Si fuera verdad, serían estúpidos por quemar a su fuente y exponer sus métodos gratuitamente. Lo único claro: que querían matar judíos otra vez. Para qué negarlo.


Difusion: www.porisrael.org

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