Como trabajadores humanitarios, nuestra experiencia en el campo nos ha revelado la profunda desigualdad de género que impera en Latinoamérica y en el mundo. En las aldeas más propensas a todo tipo de riesgos naturales las mujeres son muchas veces relegadas al trabajo del hogar.
Irónicamente en situaciones de desastre este rol adquiere primacía al ser las mujeres el pilar de la familia, el círculo más íntimo de resiliencia social. Sin embargo, al no tener el mismo acceso a la educación o a los mecanismos de toma de decisiones comunales como los hombres, las decisiones tomadas en esos contextos pueden tener consecuencias fatales.
Por desgracia, la desigualdad en términos de género es un fenómeno global. Un informe de ONU Mujeres de 2018 muestra que hay 4.4 millones más de mujeres que viven en la extrema pobreza, en comparación con hombres. Según el mismo reporte, 300,000 mujeres mueren anualmente por causas relacionadas con el embarazo. Entre grupos étnicos (como los indígenas o los afrodescendientes), de por si marginados, las mujeres son aún más: en 18 países los esposos pueden impedir legalmente que sus esposas trabajen, y 49 países carecen de leyes que protegen la violencia en el hogar.
Como organización latinoamericana, operamos en un contexto epidémico de violencia de género. Según un informe de Small Arms Survey de 2016, entre los 25 países del mundo con mayores tasas de feminicidios, 14 están en América Latina y el Caribe. En México, por poner un ejemplo, se asesinaron a siete mujeres cada día, en el mismo año.
Para nosotros el Día Internacional de la Mujer es una ocasión para abogar por justicia social. Estamos convencidos de que esta desigualdad y violencia afecta el tejido social y merma la capacidad de resiliencia de las poblaciones, haciéndolas más proclives a ser afectadas por todo tipo de desastres.
Y es que, para los que trabajamos en la ayuda humanitaria, la igualdad de género no es un tema cultural: es de sobrevivencia. Por eso buscamos empoderar a mujeres en posiciones de liderazgo, no solo por medio de programas como Brigadas por la Resiliencia sino también poniendo el ejemplo. En Miguel Hidalgo la arquitecta Paola Suarez lideró todo el proceso de reconstrucción de más de 100 viviendas, rompiendo, por medio de su liderazgo, los estereotipos locales.
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