Dialogando sobre el camino judío, con Pancracio Celdrán

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AER: –Antonio Machado, un poeta singularmente amado por mí, escribe: «Caminante, no hay caminos, se hace camino al andar ». Ligando esto con el destino errante del pueblo judío, son su constante peregrinación en busca de una tierra donde asentarse, yo te preguntaría si no te parece contradictorio que un pueblo tan «definido» como el judío se haya constituido sobre caminos hechos al andar, sin fin ni meta precisa, salvo su asentamiento en Israel.

Pancracio Celdrán – El destino errante del pueblo judío es un tópico interesado, surgido de la necesidad de probar que tras el drama del Calvario su dispersión estaba cantada.

Sin embargo, el judío no es un pueblo vocacionalmente andariego, sino movido. Entiéndase la diferencia. No se hizo al andar, sino que estuvo a punto de deshacerse. En todo caso, se transformó en algo que originariamente no se contemplaba como deseable, y que contradecía la Promesa bíblica de poblar una tierra determinada. Luchó por ello, como si la salida de Egipto hubiera sido un fracaso, ya que sólo consiguió sus fines hace unos pocos años.


Es cierto que a los poco avisados puede dar la impresión de que el pueblo hebreo se hizo al andar. Pero es una visión literaria tan cierta apoyatura histórica. Este pueblo anduvo de un sitio para otro, a menudo por trochas y mochas, por matojos y andurriales más que por caminos reales… y desde luego mirando siempre hacia atrás para ver si veían en lo lejos asomar las cabezas de sus perseguidores, o bien: morando la tierra que se veían forzados a abandonar. Y desde luego caminó a pie, a menudo con las manos atadas camino de otro exilio, de una nueva cautividad.

Bajo este enfoque, es evidente que no se hace camino al andar, simplemente se pone tierra por medio y se agranda la brecha entre el mundo de los “goyím”, de los gentiles, colmando estos hombres antiguos el vaso de la nostalgia.

Gonzalo Torrente Ballester – Yo no creo que en los grandes movimientos del Pueblo Judío haya sido algo interior lo que los haya movido, sino algo externo, llámese Reyes Católicos o Hitler. Conviene estudiar a fondo la instalación del Pueblo Judío en los Estados Unidos de América, y quiénes son los que verdaderamente han fundado o han poblado el Estado de Israel y cuáles son sus recursos. Creo que una respuesta estas interrogantes manejando unos datos de los que yo no dispongo, ahorraría el resto de las preguntas, bien en su totalidad, bien parcialmente. Alguna de ellas es mera literatura, engendrada por la posición especial que tiene la Biblia en el conjunto de libros antiguos y sagrados, y el hecho, realmente original e inaudito, de que en el conjunto de figuras engendradas en tantos miles de años de Historia, figuren los Profetas. Pero debemos tener en cuenta que el «Profeta» es figura que sólo corresponde al Pueblo Judío. Su relación especial con la Historia de este pueblo no puede, a mi juicio, extrapolarse.

Fernando Díaz Esteban – La meta de todo ser vivo es sobrevivir. En el caso de los pueblos, sobrevivir colectiva e individualmente. El vagabundeo del pueblo judío no ha sido voluntario, sino el resultado de dos derrotas militares: ante los babilonios y ante los romanos. Algunas corrientes místicas han querido hacer de la necesidad virtud, y han mantenido que la Redención llegará cuando en cada rincón del mundo haya un judío; el Sionismo, por el contrario, ha querido que el pueblo judío recupere y vuelva a su antigua patria de origen, la tierra donde se constituyó como nación soberana e independiente, donde pasó de Tribu a Estado. La aspiración último, en ambos casos, da la vuelta a Jerusalén reunidos, triunfantes y en paz.

Manuel Reyes Mate – Esa pregunta evoca la imagen del «judío errante». Pero la errancia no significa que no se sepa por dónde se anda uno. El pueblo judío sabe dónde está y sabe que su lugar es irse o, como diría Bloch. «su patria es haberse ido». Lo que subyace a la aparente paradoja de la pregunta es la relación simbó1ica que este pueblo mantiene con la tierra, la lengua y la ley. Todos los pueblos están ligados a una tierra que es su patria. La relación del pueblo judío con la tierra es de ausencia. El exilio les libera del miro del suelo patrio. El exilio es una categoría no tanto ontológica: marca la distancia respecto a lo que la tierra significa hasta el punto de que hasta en su propia tierra será un extranjero. La tierra en propiedad es el fundamento de lo que cualquier otro pueblo aspira a ser: un pueblo con historia. Lo propio de este pueblo no es la historia sino el tiempo.

AER- Se dice que la Historia comenzó con la Escritura. Teniendo en cuenta que no hay pueblo como el judío que se haya construido sobre las Escrituras, entendidas como la Ley, Mandato Divino, ¿serían los profetas hebreos los primeros constructores de la Historia tal como la entendemos: no desde atrás sino hacia delante, reclamada desde el futuro?

PC – De nuevo se sufre un espejismo al contemplar desde nuestro tiempo la imagen que pudo corresponder al tiempo antiguo. Debe tenerse en cuenta que la cultura hebrea es hija de un momento y de una tierra concretos: Los siglos anteriores a la era cristiana, y el Oriente Medio. En ese ámbito espacio temporal las cosas se parecían mucho, y también los hombres. Sin embargo, es cierto que hubo una singularidad en el hecho de constituir, como centro de la vida espiritual del pueblo judío, la palabra escrita: las Escrituras no son sólo disposiciones legales y normas de vida sino también historia, poesía y profecía a muy largo plazo: Un pueblo acostumbrado a sufrir persecuciones y saqueos desde el principio es lógico que desarrollara una especial querencia a situar el bálsamo de sus penas fuera del alcance de los hombres: en una realidad etérea e innombrable Ha Shem: el Nombre, que es como todavía hoy se refieren los judíos devotos a la personalidad divina.

En cuanto al profetismo, no es un capítulo cerrado. La necesidad de columbrarlos indicios acerca de la proximidad o no de los tiempos mesiánicos hace que se agudice el sentido místico de la Historia.

FDE – Ciertamente los Profetas son constructores de una historia vista desde el futuro, pero casi todo el texto de la Biblia es historia del pasado: se insiste una vez y otra en la vocación de Abraham, en Moisés y el Sinai, en el Templo de Salomón. etc. La repetición de los recuerdos del pasado sirven para saber quién se es, de dónde se viene: la visión del futuro está justificada por este pasado, sin el cual carecería, de sentido.

MRM- ¿Qué es lo que diferencia al «tiempo» de la «historia»?

Creo que el concepto de historia, en su sentido moderno, es cristiano o postcristiano. Las filosofías de la historia conllevan la ideo de desarrollo, de progreso. Entienden la existencia como un proyecto o proyección, de suerte que el sentido del todo aparece al final y desde el final, cuando el camino está cumplido. Tiene algo de gnósticas pues el presente queda supeditado al futuro; de ahí a entender el presente o al individuo como el precio del futuro o de la “especie” no hay más que un paso.

Walter Benjamin lo vio bien en las l1amudas Tesis sobre el concepto de historia. En el apartado nueve explica el sentido del progreso con la ‘imagen del Angelus Novus el cual, con las alas desplegadas e impulsado por un viento impetuoso que viene del Paraíso, ve con horror las ruinas y cadáveres sobre los que cabalga el progreso.

A ese concepto, Benjamin opone el de tiempo que es precisamente interrupción del continium de la Historia. Por esa hendidura se cuela el Mesías que es la eternidad del presente, el valor absoluto del instante, del individuo.

En la oposición entre tiempo e Historia se ventila la relación entre el individuo y la Historia. Eso lo ha captado bien Levinas cuando dice que “ser judío en nuestro tiempo consiste, más que en creer en Moisés y en los profetas, en reivindicar el derecho a juzgar a la Historia, esto es, en reivindicar el lugar de una conciencia que se afirma incondicionalmente».

AER -Parece que el pueblo judío, más que reivindicación del espacio, ha estado siempre buscando el tiempo, en la Historia.
¿Es ese también el parecer de Ustedes?

PC -Es cierto, por las razones que he dicho en tu pregunta anterior. De hecho, gran parte de la energía intelectual judía se ha agotado en esa actividad. El concepto de tiempos mesiánicos no es más que una aproximación crítica, y un juicio pormenorizado de datos y hechos extraídos de la Historia reciente. He conocido en Israel, durante los años que expliqué Historia comparada o literatura comparada, en Haifa o Beer-Sheva. A mucha gente que de continuo observaban la marcha de los acontecimientos para extraer de todo ello consecuencias relacionadas con la proximidad de la llegada del Mesías

FDE – No. Como he dicho antes, en mi opinión, es ante todo una reivindicación de la vuelta a un territorio muy concreto; el elemento temporal entra cuando se cree que esa vuelta será eterna, para siempre.

MRM – ¿Cómo se relacionan esos dos caminos?

Por lo que acabo de decir parece que son alternativos: o uno u otro.

Franz Rosenzweig, sin embargo, aventura una reflexión que da que pensar. Entiende que la Historia -un concepto, insisto, típicamente cristiano- se resume en la idea de comino (Weg). El camino supone una tarea, la de realizar un proyecto. Implica, pues, la idea de transformar la realidad y encaminarla hacia una meta que ella de por sí nunca alcanzaría. Hay ahí una vocación misionera, proselitista y conversora.

El tiempo, por el contrario, se resume en la idea de vida (Leben). El judío nace y tiene por nacimiento la promesa de la elección. De alguna manera está ya en la meta, vive el futuro o la eternidad en el presente, ¿Son caminos alternativos? No lo piensa así Rosenzweig. El caminante necesita el testimonio, la experiencia de quien ya ha estado allí, en la meta, para saber que su camino va a alguna parte. Y a éste le viene bien saber que su simbólica llegada está en función de los demás, que no puede ser indiferente al destino del mundo.

Es una curiosa línea de reflexión porque permitiría hacer un planteamiento de la verdad, como camino y como vida, que puede ser fructífera.

AER – ¿No creen Ustedes que la Historia en el caso de los judíos, más que una Historia basada el el progreso, es una Historia Sagrada, acrónica de la divinidad en los hombres de la Palabra de Dios hecha Escritura, contada una y otra vez?

PC – No es cierto, aunque da esa impresión, sobre todo desde la óptica cristiana. Sería sencillo decir que sí, pero se opone la realidad histórica. El pueblo judío, en libertad, en su tierra, vivió como cualquier otra nación del medio geográfico. Las sociedades antiguas vivían más de cerca el misterio, el temor a lo desconocido, el devenir azaroso de la vida: todo el mundo sabe que la sociedad griega estaba dominada por la superstición, aunque la presencia de Sócrates. Aristóteles y Platón hace que uno piense en otras cosas.

El concepto de Historia Sagrada es anacrónico en el contexto judío. El cristianismo sacralizó las cosas: para los judíos era sencillamente «Historia», como para nosotros es Historia la Historia de España. Lo que resulta evidente es el hecho de que los libros sagrados, los bíblicos, fueron algo más que eso, pero tampoco está muy claro.

FDE – La Historia judía es una Historia teleológica, una Historia para una finalidad, por eso es una Historia Sagrada, donde todo tiene una intención superior. La repetición es un método de adoctrinamiento individual y colectivo que uniforma, pero también sirve para explicar lo que ocurre.

MRM – Respondo con un cita de Rosenzweig que apunta a la riqueza inconmensurable del sentido judío de la hermenéutica histórica.: «el pueblo judío no posee cronología propia para contar sus años. Ni el recuerdo de su Historia ni las épocas que jalonaron sus legisladores le sirven de medida del tiempo porque el recuerdo histórico no representa aquí un punto fijo en el pasado al que pueda sumársela un año más por cada año que pasa. El pasado es más bien un recuero do que siempre está a la misma distancia, un recuerdo que no es de hecho pasado sino una realidad eternamente actual: cada individuo considera la salida de Egipto como si él mismo hubiera salido con aquéllos. No hay legislador a quien quepo el honor de haber renovado la ley con el paso del tiempo: has tu 10 que se representa como novedad hay que entenderlo como estando ya presente y escrito en la ley eterna y revelada».

AER – ¿Cómo se combina la fuerte individualidad con el hondo sentimiento de colectividad de ese pueblo?

PC- Acaso la pregunta sea artificial. El judío no se diferencia de cualquier otro sujeto de otro pueblo o sociedad. El hombre es el hombre, primero, y como tal tiende hacia el individualismo. Pero como es asimismo un ser social, su sentimiento de penitencia a una colectividad hace que abdique en ella intereses y derechos. Sin embargo, y dicho lo dicho, puede ser cierro que en el judío lodo esté más acusado debido a que la estructura religiosa requiere para el rezo un número de individuos: el minyam o comunidad de al menos diez varones mayores de trece años, recuerdo de tiempos viejos en los que el mínimo de diez cabezas de familia era requerido para dar lugar a una unidad política o para crear una sinagoga, voz de etimología griega que significa “reunión”.

GTB – Todas las originalidades del Pueblo Judío y de la Biblia en relación con otros pueblos y otros libros que hayan tenido o desempeñado un papel semejante, explican las diferencias de conducta del Pueblo Judío en relación con otros pueblos y con la Historia. A la relación entre sentido de la individualidad y sentido de la pertenencia a un grupo humano determinado, la situación de lo judío es a la que aspiramos todos. Del mismo modo queremos, pretendemos y a veces logramos, esa presencia de lo sagrado en el fondo de nuestro pensamiento, que nosotros hemos subido disimular con más éxito que el Pueblo Judío. Hay, sin embargo, excepciones: yo aconsejaría un estudio desapasionado de la obra de Marx y de la de Freud.

FDE-Por el estado tribal. He expuesto antes que la desaparición del reino de Judá, en el año 135 tras el fracaso de la sublevación de Bar Kojvá, deshizo el armazón del Estado y la esperanza de una reconstrucción próxima. No hubo más remedio que volver a la tribu como medida de cohesión familiar y de supervivencia.

La tribu no necesita un territorio, sino una solidaridad impuesta por los lazos de sangre: pero en lo que no dañe a esa solidaridad, deja a sus miembros desarrollar plenamente su individualismo como Otra medida de supervivencia.

MRM- Si hay algo en común a todos los pensadores judíos que yo estudio en mi último libro es el clamor por el individuo. H.Cohen dirá, en su estudio sobre las ideas morales, que la ilustración supuso un genial descubrimiento: el del sujeto… transcendental que, como todo el mundo sabe, es abstracto (idea de la Humanidad). Decir que todos somos momento de esa Humanidad permite afirmar que todos somos iguales en dignidad, etc. Un gran paso moral y puerta abierta para las Constituciones democráticas, los Derechos Humanos, etc. Pero seguimos sin dar con el individuo concreto que es desigual y diferente. Cohen vuelve al judaísmo para ofrecer un inédito principio de individuación: el del sufrimiento que causa la pobreza, es decir, la injusticia histórica. Lo toma de Ezequiel. Ezequiel permite avanzar en la reflexión ética, estancada en Kant. Ya se ve que ese novísimo principio de individuación afecta a la colectividad pues obliga a plantearse la constitución del sujeto moral desde el otro. Es un cambio copernicano del que aún no hemos tomado nota.

AER – Hay una ambivalencia contradictoria con respecto al judío entre las gentes. Por una parte, es un pueblo respetado y admirado. Por otra, existe a veces una actitud de rechazo hacia él que se manifiesta en expresiones populares despectivas. Por ejemplo: perrojudío, hacer una judiada, ser un fariseo, etc. ¿Cómo explica Usted este fenómeno?

PC – El antisemitismo es problema anterior al cristianismo. Los romanos ya denostaban a este pueblo de manera parecida a como se hace hoy. Eso de arrojarlos al mar, como dicen los huestes del señor Arafat y otros energúmenos, ya se decía en el siglo I antes de Cristo.

La razón de ser de este odio no es únicamente religiosa: no lo era en la sociedad grecolatina. Siempre hubo envidia, traducida en rencor, contra aquel que como pueblo u organización tiene éxito en las cosas: negocios, profesiones liberales, el manejo general en la vida, campos en los que los fenicios primero y luego sus vecinos los judíos sobresalieron sobre el resto de los semitas.

El rechazo medieval, más acentuado entonces en el ámbito cristiano que en el musulmán, revistió caracteres religiosos. En cierto documento interceptado a un correo del siglo XIV entre Toledo y Constantinopla, los judíos españoles se jactaban de ser descendientes de comunidades judías implantadas en la península con anterioridad a Cristo, por lo que no merecían que cayera sobre ellos la sangre de Jesús. Es evidente que la connotación religiosa es importante en estos sentimientos negativos, pero no es desde fuego la primera ni la más importante.

GTB – Téngase en cuenta que la estimación por las grandes individualidades producidas en el seno del Pueblo Judío fue siempre cosa de la minorías: véase como ejemplo el famoso político portugués, hoy en el «Maseu das janelas verdes» de Lisboa. En él, Abravonel, recién expulsado de Costilla, ocupa un lugar de privilegio. La actitud del pueblo es la que ha creado las expresiones despectivas de lo hebraico.

FDE- Es instintivo, reacción del instinto de conservación, el temor a lo que es diferente o desconocido. Periódicamente a lo largo de los siglos ha habido alguien que ha dicho que los judíos son peligrosos. En España durante la época romana y visigoda los cristianos y los judíos confraternizaban en banquetes de bodas, bendiciones de frutos, criados domésticos y tiestas familiares. Pero alguien con autoridad dijo que para los cristianos, recién salidos del paganismo, era peligrosa esa confraternización porque acabaría borrando la diferencia entre cristiano y judío, y ahí comienza una larga serie de sospechas y temores.

También por parte judía había ese temor, recordemos que todavía durante el siglo pasado se insistió en lo peligroso del “asimilado”, el judío que vivía en Europa como un europeo más. Aunque haya una aversión instintiva a lo colectivo diferente (lengua, raza_ religión), también hay simpatía por la persona individual cuando se es vecino o compañero de trabajo, es decir, cuando se le conoce.

MRM – Cuando se afirma la prioridad del tiempo sobre la Historia se coloca uno al margen de la ambición de cualquier pueblo: ser sujeto de su propia Historia, constituirse en Estado etc. Los demás pueblos han traducido la renuncia a la Historia (a ser como los demás pueblos) del pueblo judío por marginación, por exclusión. Han transformado la singularidad en discriminación O. más exactamente, en marginación, expulsión, exilio o Shoah. ¿Por qué esa incapacidad a comprender lo diferente’? Quizá porque el pensamiento «griego» está dominado por el principio de identidad. No se soporta la diferencia. Recuerdo que Hegel, profundamente antisemita en sus Escritos de Juventud para salvar a Jesús, que le caía bien, tuvo que hacerle griego.

AER – Existe una penetración en lo judío de lo sagrado incluso en el pensamiento de sus representantes más modernos y racionalistas, como temor a Dios, como acatamiento del mandato divino, como Escritura Sagrada. ¿No ve Usted curiosa esa mezcla de racionalismo crítico y acatamiento de Voluntad Divina?

PC – No podía ser de otra manera. Estamos hablando de un pueblo escogido por Dios para ser instrumento de Sus maravillas: ésa es al menos la lectura teológica de alcance y trascendencia también para el Cristianismo. El intelectual judío ha tenido que hacer trabajos de filigrana filosófica para conjugar esa circunstancia central en la vida judía. Recuérdese a Benito Espinoza. Pero dicho esto, el intelectual judío está habituado a poner la razón por encima de todas las cosas: Marx, Freud, Einstein… lo ponen de manifiesto. Y se defienden de los ultrareligiosos aduciendo el argumento de que también la razón ha sido creada por Dios.

FDE – La justificación histórica del Pueblo Judío es la de Pueblo Elegido por Dios para transmitir a los hombres un determinado mensaje. El sionismo aleo o escéptico dictaminó que la religión judía había sido necesaria para la conservación del pueblo, para que no se perdiera su personalidad a pesar de haber perdido lengua y territorio. Pero la religión, en existiendo el Estado de Israel, ya no tenía carácter definitorio del pueblo judío. Había cumplido su misión y si el genio del pueblo judío se había manifestado por medio de la religión, a partir de ahora el genio del pueblo judío encontraría su nuevo y propio medio de expresión. Sin embargo, la religión merecía un recuerdo agradecido y un respeto por cuanto había sido la seña distintiva en el pasado.

MRM – Entre los pensadores judíos hay de todo. De una manera general se puede decir que entre la mística y el racionalismo quizá no haya tanta distancia. Miremos, por ejemplo, a Baruch Spinoza. En las Historias de la filosofía figura normalmente entre los pensadores racionalistas. Pero ¿cómo explicarse que un libro tan racionalista como su Etica se llame así? Quien lo haya leído habrá constatado que hay poco de ética y mucho de epistemología. Es un tratado del conocimiento. ¿Por qué llamarle ética? Pues porque está hablando de una razón que salva. No es cuestión sólo de la razón que proporciona conocimiento sino de una razón que nos hace felices, bienaventurados. ¿Es pensable esa razón sin su tradición judía? Algunos pensamos que no.

Reflexionemos sobre el siguiente hecho: Walter Benjamin, en las citadas Tesis tiene una mano a la teología y en la otra al marxismo, H. Conen no pierde de vista a Ezequiel ni a Kam, sin olvidar a ese Benjamin que, en su Passagen Werk, trata de pensar simultáneamente la tecnología y el pasado. ¿Qué quiere decir todo esto? Me remito a Benjamin el cual, preguntado más o menos por lo mismo, venía a decir que lo que lo suyo era impensable sin la tradición judía que estaba detrás pero que lo que él hacía no era teología sino extraer el núcleo semántico, la almendra racional, de esa tradición. La llamada “racionalidad occidental” se ha alimentado de los mitos griegos y, al decir de Max Weber, “de la representación religiosa del protestantismo ascético”. A la vista de la grave crisis en que está sumidad esa racionalidad occidental, es oportuno recordar que no sólo de Atenas, también de Jerusalem viene la luz.

Acerca de Antonio Escudero Ríos

Nació en 1944 en Quintana de la Serena, Badajoz. Hizo las carreras de Filosofía y Publicidad en Madrid en donde reside desde 1960. Es editor literario e investigador de Judaica. Ha realizado ediciones facsimilares de la Guía de los Perplejos, el Cuzarí y de la obra de Isaac Cardoso. Dirigió las Jornadas Extremeñas de Estudios Judaicos en Hervás, en 1995, con Haim Beinart. Fue Director de las Actas del mencionado Congreso, publicadas en 1996. Colaborador en las revistas judías Raíces, Los Muestros, Maguem y Foro de la vida judía en el mundo, entre otras publicaciones. Creador, junto a otros entusiastas, de la Orden Nueva de Toledo, Fraternidad dedicada a la defensa plural de Israel y el Líbano cristiano, así como combatir el antisemitismo. Ha plantado miles de árboles, y construido, con Don Jaime Botella Pradillo, un jardín dedicado a los Justos de las Naciones en Las Navas del Marqués, en tierras de Castilla.

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