Diario de un peregrino a Tierra Santa, 2da. Parte

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A mi amadísima esposa Amparo Fraile.
          
 En memoria de Dan Uzan,el héroe de la sinagoga de Copenhague,asesinado por el odio islamista.
      Y como cita     El eremita es una luz en la Noche Oscura.
                                                    Gabriel Muriel

CRÓNICA

Jueves 26 de abril de 2012 

El día de hoy, aparentemente ligero, terminó no siendo así. Vamos a hacer el recorrido de la Vía Dolorosa. Entramos por la Puerta de los Leones, una de las siete puertas de la muralla que, el día de hoy, está en obras. Esta puerta es conocida por los cristianos como Puerta de San Esteban (Hch. 6, 8-15), porque según la tradición éste fue el lugar en donde le apedrearon y murió (Hch. 7, 54-60). También fue llamada Puerta de las Ovejas, porque esta puerta era camino de entrada a la ciudad para las ovejas que eran llevadas al sacrificio y estaba cerca de la Piscina de Betesda. Iniciamos el recorrido en la Iglesia de Santa Ana, que recuerda el lugar del nacimiento de la santa. Es una iglesia limpia de imágenes: sólo la de Santa Ana. La cripta recuerda que su nacimiento, según una antigua tradición, fue en aquel lugar.


Allí  mismo visitamos los restos arqueológicos de la Piscina Probática (antigua piscina de Betesda), (Ju. 5, 1-18), donde Jesús curó a un paralítico que a mi me recuerda, simbólicamente, que así estamos muchos de nosotros y necesitamos de su curación

Dado el recorrido de la Vía Dolorosa, tenemos que ir compaginando entre la piedad y lo que en ella vamos viendo, ya que el resto de personas continúa con su vida cotidiana. El Vía crucis –así es conocido por nosotros el camino que recorrió Jesús con la cruz- fue un “invento” de Europa –nos dice Julián-  Lo “inventaron” para que quienes no podían venir a Tierra Santa, tuvieran la satisfacción espiritual de acompañar a Jesús en ese camino de dolor. Es éste un recorrido espiritual y místico. No debemos olvidar esto. Desde el siglo XVI han sido innumerables los peregrinos que hemos hecho esta vía crucis (calle) acompañando a Jesús en su dolor y sufrimiento. Iniciamos este Vía Crucis singular y único con una cruz grande de madera portada por personas del grupo que vamos turnándonos en cada Estación; al tiempo que hacemos nuestra oración y acompañamiento, vamos conociendo las iglesias, capillas y lugares señalados para cada una de las Estaciones.

A nosotros, la cruz física, de madera, no nos ha pesado, la llevábamos entre varios; ¡Pero cómo le pesaría a Jesús! Al final del recorrido, el Calvario y el lugar de sepultura de Jesús, que  no es hoy como muchos lo imaginábamos, un monte a las afueras. Lo fue… sí; pero en la actualidad es la Iglesia del Santo Sepulcro, última Estación.

(Como la mayoría de nosotros ha comprado por el euro correspondiente la tira de fotografías del Vía Crucis “Mapa Pictórico y Guía Ilustrada” estoy seguro que lo haremos en el pueblo despacio con paz y unción).

Llegamos a la Iglesia del Santo Sepulcro cuyos “guardianes históricos” que corren a su cargo, son principalmente, tres comunidades religiosas: católica (franciscanos), ortodoxa-griega, y armenia (hay otras tres menos representativas: copta, siria y abisinia. Históricamente ha habido muchos problemas de convivencia entre ellos, llegando a las manos en algún momento del pasado, de tal manera que las autoridades turcas en 1852 tuvieron que hacer un reglamento (entre comillas) para evitar en lo posible estos problemas: es el “Statu quo” por el que todo debía quedar inmutable, como estaba en aquel momento, nada debía cambiarse en el futuro.

Nada más entrar en el templo, nos encontramos, diré en el hall, una piedra rectangular de color rosado en donde Cristo, se recuerda fue ungido con mirra y áloe y le embalsamaron (Ju. 19, 38-42), es llamada la Piedra de la Unción. Pertenece el lugar a los armenios. Subimos al que nosotros conocemos como el Monte del Calvario o Gólgota, lo hacemos por una estrecha y empinada escalera. No había mucha gente cuando llegamos, mas a pesar de ello, tardamos mucho tiempo en acercarnos al lugar y poder besar la roca del Calvario en donde estuvo clavada la cruz de Jesús.

Este lugar vuelve a remover nuestros sentimientos ¿Quién no mira a su corazón en el lugar en el que conmemoramos que Jesús fue crucificado? Nuevamente lágrimas, abrazos, fotografías para inmortalizar el momento de nuestra presencia y poderlo rememorar después ante familiares y amigos… cuesta mucho el separarse del lugar. A algunos tienen que decirles que salgan…

Bajamos al Sepulcro (Mt. 27, 57-60) nos llama la atención la estructura metálica que rodea y sostiene la edícula o pequeña construcción que cobija el sepulcro. Se hizo esta estructura para evitar su hundimiento a consecuencia del terremoto habido en 1927 –así nos indicó Julián que no deja de dar explicaciones en voz baja a todo el que le pregunta-. Según el Statu quo debe dejarse como está. Otro gran problema sufrido por la Basílica fue el incendio de 1812.

Son tantas y de tanto interés las informaciones que nos va transmitiendo Julián que difícilmente podemos procesarlas, ni siquiera recogerlas en estas crónicas.

Del Santo Sepulcro, quiero haber entendido que tienen la custodia, por turnos y horas las distintas comunidades religiosas: ortodoxos-griegos, armenios y católicos.

Entramos en el lugar por grupos de cuatro o cinco. El recinto es pequeñísimo. Es escaso el tiempo que el fraile ortodoxo que vigila la estancia y entrada nos permite permanecer dentro. Es poco paciente. Es tan breve ese tiempo, que apenas aprecias que has estado allí; prohibido hacer fotos. Sólo tendrás lo que conserves en tu retina… Hay un doble recinto, el primero es la Capilla del Ángel que anunció a las mujeres que Jesús había resucitado (Mt. 28, 1-7)

A continuación visitamos la Cripta de Santa Elena, ubicada en donde la Santa encontró la cruz. Este lugar fue cantera y posteriormente basurero. Allí arrojaron la cruz que fue encontrada en las excavaciones del siglo IV gracias al tesón de esta santa mujer que se convirtió al cristianismo para amar profundamente a Jesús y buscar todo aquello que estaba relacionado con su vida. Su fuerza de voluntad fue recompensada con lo que los cristianos conocemos y celebramos como la Invención (el hallazgo) de la Santa Cruz.

COMIDA en el centro Notre Dame (Nuestra Señora de Jerusalén), que es una hospedería que depende del Vaticano.

A las 13.55 horas, salimos hacia Betfagé, pueblo situado en el Monte de los Olivos, en donde Jesús consiguió el asno a lomos del cual entró en Jerusalén. Aquí comenzó lo que fue la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (Lc. 19, 28-39). Existe aquí una tradición milenaria, desde los cruzados, según la cual, Jesús se subió a una roca para montar en el pollino. Esta roca se encuentra aquí y así se lo indican a los peregrinos.

Visitamos la capilla. Cantamos el “Lauda Jerusalem”, vemos un pequeño rebaño de ovejas que nos recuerda al Buen Pastor y visitamos por último, en el terreno de la casa franciscana, un cementerio antiguo con tumbas-sepulcros del siglo V-VII antes de Cristo. Una de las tumbas aún conservaba la piedra rodada que le servía de puerta. Desde este lugar, divisamos a lo lejos, el desierto de Judea.

Tarde libre hasta las seis. Compras y visita al Zoco que difícilmente podrá olvidarse, por sus calles, sus comercios, su olor a especias, la aglomeración de gentes el regateo de precios (cosa nueva para algunos más jóvenes), los ¡Viva el Barça! o ¡Viva el Madrid! de estos forofos nativos; así como las dos peleas juvenil una y de adultos la otra, presenciadas por compañeros peregrinos en este día de celebración nacional de la victoria judía sobre los palestinos y el recuerdo de los palestino de su “Día del desastre”.

A la hora acordada nos juntamos nuevamente en la Iglesia del Santo Sepulcro.

Santa misa de los dos grupos unidos. Problemas de retraso en su celebración por falta de información clara. Molestias en algunos por la situación creada; pero yo me pregunto ¿Qué importa media hora más o menos cuando estamos en la Iglesia del Santo Sepulcro? ¿Qué importa media hora cuando hemos tenido tres para compras y ocio en el Zoco? ¿Qué importa media hora o una o dos cuando vamos a celebrar el sacrificio de la misa en EL LUGAR, el lugar de su muerte, el lugar de su enterramiento, y sobre todo el LUGAR DE SU RESURRECCIÓN?

Por fin nos convocan a la celebración en la capilla franciscana.

Mucha atención, recogimiento, participación… Concelebran los frailes y Julián. Misa de resurrección; porque aquí, además de morir, CRISTO RESUCITÓ. Este es su mensaje y la clave de todo: RESURRECCIÓN.

CRÓNICA

Viernes 27 de abril de 2012 

¡Adiós, Jerusalem! ¡Adiós! ¿Volveremos a verte alguna vez? Si no fuera así, no

importa: ¡Tú estarás siempre en nuestro corazón como una huella indeleble…!

El autobús ralentiza su marcha para decir nuestro último adiós, y emocionados nos dirigimos a Nazaret, la meta de nuestro viaje. Vamos hacia el Mar Muerto. Tenemos que bajar a 400 m bajo el nivel del mar. Es el punto más bajo del globo terrestre. Bajamos a 200 metros… a menos -250 metros… Continuamos bajando. Presión en nuestros oídos… Seguimos bajando.  Nos adentramos en el desierto, Tierra pobre, terreno quebrado, piedra caliza: “Melk” nos dijo en otra ocasión Julián. Vemos algún camello cerca de la carretera. Todo el horizonte se ve montañoso, sin vegetación, sequedad infinita, aunque no es un desierto como el de Sahara, que no llueve… Soledad. A lo lejos divisamos la tumba de Moisés, muy a lo lejos…

Llegamos al Oasis de Jericó: campos de palmeras, naranjos, datileras, verdor, mucho verdor y agua, abundancia de agua. Se divisa el Mar Muerto cuyas aguas  -nos dice Julián-  han bajado de forma alarmante en los últimos 30-40 años. Y “aunque parezca mentira”, como dice la canción, una de las causas es la gran cantidad de agua que se extrae y procesa para las “mil clases” de cremas diferentes que utilizamos para embellecer nuestro cuerpo; y, por supuesto, porque entra menos agua del Jordán.

Llegamos al río Jordán. Frontera. Puesto fronterizo vigilado por soldados armados y un pequeño y solitario autoservicio. Es el único sitio por donde se permite el acceso al río por esta orilla. Todo está vallado con doble valla militar. Aquí tocamos el agua del Jordán en frontera con Jordania. Una red bajo el agua evita el paso al/del otro lado. Celebramos con toda unción la renovación de las promesas del bautismo, rociándosenos con el agua viva del río, el mismo río con el que Jesús recibió su bautismo (Lc. 3, 21-38). Muchos de nosotros llenamos botellas con agua del  río Jordán por distintas motivaciones…

El desierto que vamos atravesando no es un desierto al uso de los que conocemos o hemos oído hablar de ellos. Éste no es un desierto de arena, su piedra base es caliza.

Vamos llegando a Jericó, a unos 250 metros bajo el nivel del mar, ciudad Palestina, que es un vergel dentro del oasis. Celebramos la santa misa en la parroquia franciscana de “El Buen Pastor”. Las parroquias realizan una de las mejores labores de la pastoral que llevan a cabo los franciscanos. Ésta es una comunidad más que necesitada. Aquí regentan una escuela.

“Danos un corazón grande para amar” es el canto de entrada de la misa. Celebra Julián. Reflexiona sobre la entrada de Jesús en casa de Zaqueo. Yo, a título personal le diría hoy a Zaqueo: “Baja del guindo, hombre, y pon los pies en la tierra… Y, ¡vaya si Zaqueo los puso! Le prometió a Jesús devolver hasta cuatro veces más que lo que había defraudado (Lc. 19, 1-10). A los católicos, hoy, nos agrada muy poco hablar del tema JUSTICIA y nos parece que la injusticia sólo la hacen los demás… Nosotros también tenemos que “aplicarnos el cuento” como se lo aplicó Zaqueo; pero eso nos agrada menos…

Reflexiona, también, sobre el ciego Bartimeo cuando gritó a Jesús que le atendiera y sus convecinos le pidieron que callara y no molestase. Pretendían que no rezara; porque, sin duda, esa petición de ayuda era rezar. Hoy se dan situaciones parecidas: no reces, no practiques tu vida espiritual ni tu acción social evangélica… ¡nos molestas con ellas! Y nosotros nos acogotamos con esas críticas, nos achantamos, bajamos nuestras cabecitas, y, en adelante, queremos pasar desapercibidos. Debemos reciclarnos y vivir a tope este evangelio que a otros molesta.

Este descanso con misa en Jericó nos hace pensar. El canto escogido para la comunión es un revulsivo interior: “¡Qué detalle, Señor, has tenido conmigo cuando me llamaste…!” Me has traído a tu tierra, has encendido mi corazón, me has hecho bajar de la higuera, has abierto los ojos profundos de mi corazón. ¡Qué detalle!

Nos despedimos de la Virgen y cantamos “Hoy he vuelto Madre a recordar…” y la estrofa: “Aunque el hijo se alejara del hogar una madre siempre espera su regreso…”.

Nos dirigimos a la “Fuente de Eliseo” (II Reyes 2, 19-22) abastecida con un inagotable caudal que riega desde la antigüedad el oasis de Jericó. Compras, descanso, bebidas refrescantes…

A quienes les ha apetecido hemos subido a conocer las excavaciones más antiguas de Jericó y tal vez de la humanidad, datan de más de diez mil años atrás. Entre estos restos arqueológicos se encuentra la ya célebre torre neolítica en el Tel El Sultán. Una gran torre construida de tierra y argamasa que no tiene unión con muralla alguna. Las murallas de Jericó no se han encontrado (Josué 6, 1-21).

A lo lejos divisamos el lugar de las tentaciones de Jesús, (Mt. 4, 1-11) un macizo rocoso de unos 500 metros conocido como Monte de la Cuarentena o de las Tentaciones; vislumbramos en la ladera unas grutas y un monasterio, que por su color terrizo se confunde con la montaña. No lejos de él, la estación de un teleférico y, en la cumbre, un gran muro que es el inicio de una basílica que el último Zar ruso quiso construir, para conmemorar la oración de Jesús en el desierto y las tentaciones, mas como vino la revolución rusa se fastidió la idea.

Reanudamos la marcha, llegamos al Mar Muerto con su saturación de sal y su barro negro cargado de sustancias naturales hoy sobreexplotado por el comercio. Nos bañamos. Nos embadurnamos. Flotamos en su densa y saladísima agua, cuidando mucho de las recomendaciones que nos había hecho Julián.

COMIDA. (13:45 horas). La hacemos en el autoservicio más bajo del mundo. Breve descanso y seguimos hacia nuestro destino: Nazaret. Parada en el Monte Tabor, lugar de la transfiguración de Jesús. A él tenemos que subir en una flotilla de taxis en grupos de 8-10 viajeros. La carretera estrecha y sinuosa no permite la subida de autobuses. Llagamos a la cima del Tabor, famoso monte en toda la historia de Israel; pero la fama mayor se la dio la Transfiguración de Nuestro Señor (Lc. 9, 28-36). Transfiguración es cambiar de figura: “… Su rostro  -dice el evangelio-  brilló como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz”. Tan estupendamente bien se estaba allí que Pedro dijo: “Hagamos tres tiendas…” (Lc. 9-33).

¡Y vaya si se estaba bien física y ambientalmente! Pero el  peregrino sabe que la paz y el bienestar no le viene del exterior –que también-;  la verdadera paz le viene de aquel de quien la voz que habló desde la nube dijo: “este es mi Hijo amado, mi predilecto, escuchadlo. De ese escuchar y poner en práctica su Palabra es de donde nos viene la paz, la fuerza, el compromiso… ¡el todo!

Hasta tres monasterios han existido en el Tabor, nos dice Julián: un primer monasterio Bizantino, otro construido por los cruzados y el actual. Allí vemos los restos de los dos primeros.

Para no perder la costumbre visitamos la tienda de los recuerdos. Esta es distinta de las demás porque tiene una confortante finalidad: la recuperación de drogadictos que llevan a cabo los franciscanos.

En uno de los “pasquines” (decíamos en mis años jóvenes) que leí en la pequeña tienda de recuperación de drogadictos decía en italiano. No sé si traduciré bien:

“En el Monte Tabor nace un hombre nuevo” El Monte Tabor es la exaltación de un sueño: el hombre es transfigurado, redimido y glorificado”           Mundo X al Tabor.

Extraordinaria labor la franciscana ¡Loado sea mi Señor!

El entorno no puede ser mejor, está en la llamada franja verde. Esto es el “Jardín de Dios” Julián nos recuerda el comentario de San Jerónimo: “El Monte Tabor se levanta redondo en medio del Jardín de Dios” (San Jerónimo).

Todo el entorno es bellísimo y feraz. Hasta la agricultura está dispuesta artísticamente en formas geométricas extraordinarias, según vemos desde la altura del monte. Con estas formas el agricultor ofrenda al señor su mejor arte y ofrenda su trabajo haciéndolo de la forma más bella de la que es capaz.

Naín (Lc. 7, 11-18). Terminamos las visitas del día en Naín. Naín suele estar fuera de los circuitos de los peregrinos. Éste es un lugar propio para encomendar a nuestros difuntos. Allí Jesús resucitó al hijo de una viuda. “A ti te digo: ¡Levántate!… No llores, le dijo a la mujer. Lugar propio para recordar a las viudas y a los viudos, que algunos hay entre nosotros, y a aquellos que perdieron algún hijo. Tiene Naín una iglesia, hoy cerrada, que fue regentada por los franciscanos en 1880 y dejó su actividad a principios del siglo XX. En el rosetón de la ventana central de la fachada se ve el símbolo franciscano de “los dos brazos entrecruzados uno de ellos vestido”, a los que yo quiero añadir la lectura de una inscripción que sólo puede leerse en la portada de una antigua casa de mi pueblo, Campanario. La inscripción es desconocida fuera de nuestro ámbito e indica el grado de unión que San Francisco tuvo con Jesús. Sufrió sus mismas llagas. Sólo su brazo vestido le diferencia. Dice así la inscripción: “Conviene que esté vestido un brazo de aquestos dos, pues si no no sabréis vos cual el de Francisco ha sido y cual el brazo de Dios”, refiriéndose a que los dos tienen marcadas las llagas en las manos y solo por el brazo vestido se conoce que es el de San Francisco.

Continuamos el viaje hacia Nazaret. Hotel “Golden Crown” es nuevo, a estrenar, aún no está terminada en algunos sitios la limpieza de la obra. Aseo personal. Cena. A las 20:30 horas, Santo Rosario en la explanada de la Basílica  de la Anunciación, en donde el sábado se bendecirá el mosaico de la Virgen de Guadalupe, nuestra patrona.

Salimos del hotel por grupos, éste es un acto que se repite semanalmente. Vamos llegando centenares de peregrinos… Se hace una introducción al rezo del rosario en los distintos idiomas de los congregados. Inopinadamente para nosotros, que somos nuevos en Nazaret, nos sorprende la música por el altavoz de la mezquita cercana y la llamada del Almuecín. Su rezo se entremezcla con los nuestros, nuestras voces se unen alabando a Dios, cada uno por separado, desde su lugar – qué pena-  pero al fin y al cabo, las dos comunidades  alabamos a Dios. La procesión sale del recinto. Nos iluminamos con finas velas, resguardada su luz por un pequeño farolillo alusivo al acto. Impresiona la unidad en nosotros… ¿Por qué no será siempre así? Termina el acto y nos despedimos de la Madre, en su casa de Nazaret, con el saludo del ángel: ¡Ave, María!

Después de un día tan agotador vemos a nuestros amigos más mayores cansados y agotados; pero llevan con dignidad y fuerza ese cansancio.  Retoman sus fuerzas, nos dicen, de su fe y amor a María…

La mayoría de los asistentes marchan al hotel a descansar; otros, prefieren dar un paseo por aquellas casi solitarias calles y, relajados, tomar unas copas y charlar apaciblemente… Esta noche me he unido a este grupo. ¡Shalom!

continuara…

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