Diario de un peregrino a Tierra Santa, 1ra. Parte

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A mi primo Antonio Escudero que, como yo, amamos la bendita Tierra de Israel.
Al Padre Evelio Tábara y a Fernando Serrano Mangas, que se durmieron en el regazo del Eterno en nuestra hermosa tierra natal, Extremadura.

Crónicas de una peregrinación

Domingo 22 y lunes 23 de abril de 2012

Fue un lunes: lunes de Pascua de Resurrección. Durante la gira-romería que cada año se hace en Campanario –mi pueblo- en honor de su Patrona la Virgen de Piedra escrita, Patrona también de la comarca de La Serena. Ese día Fray Sebastián Ruiz recorre los cerros que bordean la ermita y va saludando a sus paisanos: “Paz nos dice, felicidad a todos…”. Allí mismo, en un aparte, me pide que realice un servicio a los peregrinos que nos vamos a desplazar a Tierra Santa.

“Tú te encargarás, me dice, de la crónica de cada día de la peregrinación, y la leerás al día siguiente en el autobús”. No pude decirle que no y acepté obedientemente el encargo.
Mi nombre es Zacarías, jubilado. Mis últimos veinticinco años de vida laboral trabajé en Madrid/ Puente de Vallecas, en Ciudad de los Muchachos, colegio receptor de emigrantes de toda España y de más de veinticinco nacionalidades. Por supuesto, teníamos muchos extremeños.
El domingo día 22 fuimos llegando a Guadalupe por los distintos caminos de nuestros pueblos. Íbamos a la casa de la Madre. Ella es en esta ocasión la causa de nuestra peregrinación. Nosotros podríamos haber elegido otros días para peregrinar a Tierra Santa; pero, no… Hemos elegido esta semana para acompañar a nuestra Morenita en esta fecha histórica -una más- en el historial de nuestra advocación más querida: Virgen de Guadalupe.
Y, aquí estamos, dispuestos a acompañarla en esta su Tierra Santa. Hemos dejado a los nuestros y desde este rincón del mundo, queremos, con ella, ir al encuentro del Señor. Ir a la Casa de Israel.


Nos hemos preparado, incluso en nuestro cuerpo. Mirad, el día 18 de abril leí en el HOY de Badajoz un artículo de J.R. Alonso de la Torre: “Mi suegra se va a las cruzadas” decía el título. “Se va a conocer los exteriores de la Biblia y de los Evangelios…” y, con su pizca de humor, el yerno relataba, algo tan real como nuestras propias edades: “nada mejor –seguía diciendo- que ponerse los pies a punto: una ITV de juanetes, uñas y durezas que la han dejado preparada para subir al Sinaí… y patear Caná, Belén, Nazaret…”

Esta mañana temprano recordaba al levantarme lo que tantas veces hemos leído en el Quijote: “La del alba sería cuando don Quijote salió de la venta tan contento, tan gallardo, tan alborozado…” Y me sonreía porque cuando él y Sancho salieron de la Venta, ya se veía la aurora; sin embargo, nosotros, hoy, somos quienes hemos despertado al alba. Hemos sido más madrugadores que ella (nos levantamos a las cuatro de la madrugada). Aún era noche cerrada cuando calzamos nuestros pies y los párpados de muchos apenas si podían despegarse…

Después, viaje a Madrid, caravanas, atascos, horas que pasaban… nervios a flor de piel, porque se acercaba la hora y no arribábamos a puerto. Hemos sufrido nervios, controles, miradas inquietas, tal vez recelosas; pero en nosotros se había alojado ya la alegría de ser peregrinos y este sentimiento estaba por encima de todo. Llegamos a TEL AVIV, nueva incidencia: no han embarcado una maleta. Otra vez nervios. Gestiones. “Llegará en el próximo vuelo” nos dicen.

Salimos hacia Jerusalem. Julián, nuestro guía, profundo conocedor del lugar, nos ha ambientado y ha ido caldeando nuestro corazón del amor a Jesús y a su tierra.

Hotel “Prima Kings”, cena y, para muchos, paseo nocturno.
Hoy 24, con el corazón abierto y receptivo al Espíritu, comenzamos nuestro periplo por estos Santos Lugares que tan ardientemente deseamos conocer y vivir.

Para mí me he impuesto esta máxima: “Lo importante está en el alma del peregrino y no en las cosas que ven”.
Diré con Samuel “Aquí estoy porque me has llamado” (I Samuel, 3,6).
¡Shalom! Feliz día a todos.

CRÓNICA
Martes 24 de abril de 2012

Hemos cambiado el orden del programa. “Será un día duro”, nos ha dicho
Julián; pero prefiere hacer este recorrido hoy que el grupo está descansado y aguanta más. Así resultó al final de la jornada: un día como éste no lo hubiésemos aguantado fácilmente al final de la semana.

Salimos directamente dirección a Getsemaní. Durante el recorrido, se nos fueron dando interesantísimas explicaciones históricas y, como en cualquier peregrinación o visita turística que se precie, nuestras cabezas se movían de izquierda a derecha como la del espectador de un partido de tenis o una competición de ping-pong.

Nos recuerda a Santa Elena, madre del emperador Constantino, que con su celo religioso había puesto las bases para hacer de toda Palestina la Tierra Santa. Con ella se abrió el camino de peregrinación a larga distancia. Elena, que se convirtió al Cristianismo e influyó en su hijo a favor de los cristianos, peregrinó a esta tierra siendo muy mayor. Su obsesión fue buscar la “Vera Cruz” y no paró hasta encontrarla. Esto ocurrió en torno al año 330. La primera parada de las muchas que hoy vamos a realizar ha sido en el lugar de la Ascensión de Jesús. Vemos, tocamos, y besamos la roca desde donde Jesús, dice la tradición, ascendió al cielo. Leemos el relato de la Ascensión (Hech. 1, 4-14) y cantamos “Anunciaremos tu Reino, Señor”. Breve reflexión.

Como curiosidad observé que mientras nos empapábamos del espíritu del aquel lugar, una paloma que había en el interior levantó el vuelo y “ascendió” (entre comillas) a la luz de una de las ventanas de la cúpula.

Seguimos nuestro camino hacia la Iglesia del Pater Noster próxima a la de la Ascensión. En sus paredes está recuadrado el Padrenuestro en 157 lenguas. Aparte de contemplar el templo, oí toda clase de comentarios sobre los rosales del camino que conduce a la Iglesia. Rosales de colores vivos, rojos aterciopelados, blancos, amarillos… Frondosos, como si rodeasen a Jesús desprendiendo su mejor olor y fragancia… Fotografías y más fotografías. Contemplamos desde lo alto las inmensas murallas, que hoy, yo las quisiera ver como abrazando a todos simbólicamente, cosa difícil en la situación política actual…

¿Quién, ante esta vista puede resistirse a sacar una foto?; pero no es una, son “mil” las que pretendemos sacar. Ésta va a ser una característica externa del grupo: Queremos meter todo –con ansia- en nuestras cámaras fotográficas, para recordar y vivir después ante los nuestros, con avaricia, cada uno de los pasos que dimos y las panorámicas que contemplaron nuestros ojos; porque las emociones y sentimientos se los contaremos a viva voz.

La panorámica que dominamos lo tiene todo… Iglesia de la Resurrección, Santo Sepulcro, Cúpula Dorada del Templo de Salomón, la antigua y romana Torre Antonia… Para un posterior recuerdo, el grupo es fotografiado con Jerusalén al fondo.

Reiniciamos el camino y bajamos a paso ligero, a marcha forzada, obligados por la inclinación de la bajada tan pronunciada que hay hacia la llamada Iglesia de la Lágrima o Dominus Flevit (el Señor lloró). (Lc. 19, 41-44; Mt. 23, 37-39). ¿Cómo no iba a llorar con la que se le venía encima? Celebramos misa a las nueve de la mañana en la pequeña explanada exterior después de haber contemplado el interior de esta iglesia, en donde, entre otros, contemplamos un mosaico que nos muestra la lamentación de Jesús, en el que hace alusión a la gallina que intenta reunir a sus polluelos (Mt. 23,37 y Lc. 13,34).

Si el Señor lloró, alguno de nosotros también lo hizo, pero en nuestro caso de alegría al contemplar y vivir “in situ” los hechos de Nuestro Jesús. Preside el altar una tosca cruz hecha con dos viejas ramas de olivo. El cáliz, también tallado en olivo. ¡Qué alegría cuando nos dijeron!, cantamos.

“Nuestro destino es la gloria eterna. No es la historia, no es el mundo, nos recuerda el celebrante. Nuestro norte es el encuentro con Jesús no nos aferremos a “nuestra belleza” porque, como la de Israel se demorará. Siempre habrá un Tito que la destruya y no quedará piedra sobre piedra”.

Atención total. Silencio absoluto. Nos encontramos como esponjas dispuestos a absorber todo.

Nuestro objetivo, como peregrinos, es afianzar la fe, la caridad, la justicia… si la cúpula semeja las lágrimas de Cristo y las ánforas el recipiente que las recibe, yo, personalmente, deseo que mi corazón no sea de piedra como las ánforas y que esas lágrimas no caigan estérilmente en él sino que arda en ellas.

Desde el mirador contemplamos de nuevo el cielo de Jerusalén. Miramos a nuestro alrededor… cientos y cientos de peregrinos que vienen de todo el mundo con el mismo objetivo que nosotros. No son turistas, no. Se ve otro espíritu. Hemos visto indios rezando y cantando con sus palmas en la mano subiendo en procesión. Polacos, franceses, ingleses, alemanes… Gente de Oriente Lejano y América. Es la iglesia universal aquí presente. Mi espíritu está pleno ¿Y el vuestro?…

Marchamos a la Basílica de la Agonía en el Monte de los Olivos, también conocida “De la Naciones” porque muchas aportaron un dinero para su construcción, entre ellas España. Es una obra realizada por los franciscanos allá por los años veinte de 1900. Silencio sepulcral en el interior. Oraciones. Luz de flases. Susurros constantes de oración permanente. Fieles arrodillados. Besos a la roca en la que Jesús oró. Allí Jesús sudó sangre. Allí fue olvidado por sus más íntimos a causa del sueño… ¿Nos dormimos también nosotros?… ¡Yo, sí! y no pocas veces… por eso, tal vez, haya ese silencio sepulcral en el ambiente.

Julián vuelve a dirigirse a nosotros, como susurrando, para leer del evangelista la Oración y Agonía de Jesús (Mt. 26, 36-46). Ante esta escena nuestro espíritu se encoje y nos acurrucamos de vergüenza sobre nosotros mismos. Escuchamos una llamada de silencio sin palabras: ¡Schisss…! Es un susurro que se repite regularmente ¡Schisss…!.
¡Estamos ante la roca en donde oró Jesús! En la que, sin merecerlo, sufrió y sudó sangre. En la que como Hombre se desesperanzó y pidió que pasara aquella amargura, aquel cáliz; pero que esperanzado pidió al Padre, contra toda esperanza que: “no se haga mi voluntad sino la tuya”.

El anhelo de una foto rompe, tal vez, nuestra atención y nuestro espíritu de silencio y comunicación profunda y sincera con nuestro Jesús ¡Que el “mundanal ruido” y nuestro “sueño”, no rompan nuestra oración y nuestra unión con Él! ¡Que fortalezca nuestro espíritu, para que transformemos el mundo en el reino de justicia, de paz y amor que Él desea!

Me llaman la atención las inmensas vidrieras que envuelven el templo, vidrieras de color morado y marrón para que la luz no rompa el ambiente y mantenga el lugar en una suave y acogedora penumbra. Es como alabastro transparente el que filtra la luz de esas vidrieras. Preside el ábside un gran mosaico de Jesús orando sobre la roca.
Nos despedimos del lugar impresionados. Nuestras manos tocan, palpan, aprietan, quieren fundirse en una con aquella roca testigo de lo que le pasó a Jesús; porque ella soportó su peso y sobre ella sudó sangre por la angustia que sentía… La besamos, la besaron todos los peregrinos de la historia, la besarán los siguientes. Nos arrodillamos y, algunos, observé que a duras penas podían levantarse, pero no pudieron resistir el impulso de echarse a tierra y besar la roca. No queríamos separarnos de aquel lugar. Detestamos, en el fondo, que Jesús pudiera decirnos: ¿Pero todavía estáis durmiendo? ¡Levantaos, vamos…!

Hoy nuestra mente se va saturando ya con tanta información. No podemos codificarla de momento; aunque espero que en casa tengamos tiempo, tranquilidad y paz para hacerlo.

Reconozco que esta crónica es más larga de lo habitual; pero el día de hoy también lo ha sido y merece la pena recordarlo todo. ¿O no?
Sobre los “milenarios” olivos lo comentaremos cuando realicemos la Hora Santa en el lugar.

La tumba de la Virgen. La Virgen murió en Jerusalén y allí la “enterraron”; pero esto es una contradicción in términis ¿Si fue “absunta”, esto es, “absorbida”, “elevada al cielo” cómo va a quedarse en una tumba? Julián, como en todo, explica la clave: se recuerda que en este lugar se depositaría su cuerpo, pero que no fue enterrado, ya que fue absunta al cielo.

Esta iglesia fue de Custodia franciscana hasta el siglo XVIII. La tumba está sobre el lecho del Torrente Cedrón. La tumba está muy profunda y, hoy, bajo la custodia de los armenios. Según sus ritos, cuelgan del techo decenas y decenas de lámparas. Bajamos. Hay un fuerte olor a cera y aceite y el humo se ha impregnado en las paredes y techo de la cripta. La sensación es de suciedad y también de ¿abandono? ¿De falta de medios para mantenerla limpia y aseada? ¿De falta de desprendimiento en los fieles? ¿Porque no aprecian la limpieza? No sé. Nos despedimos entonando la Salve Regina.

Distinguimos la Iglesia de Sión, primera iglesia de la cristiandad, que se llamó también madre de todas las iglesias: Santa Sión. Nosotros los cristianos la denominamos también como el Nuevo Sión identificándola con la Iglesia, para diferenciarla de la Sión bíblica.

Desde la distancia nos hace observar Julián el Pináculo del Templo desde donde arrojaron a Santiago el Menor y, también, la Puerta Hermosa de la que los musulmanes dicen que se abrirá el día del juicio final. Hoy sus puertas están tapiadas.

COMIDA: La hacemos en la casa franciscana para peregrinos: “Casa Nova”. Se ve un contraste grande con otros lugares visitados hoy. Aquí todo rezuma limpieza. Las “Casa Nova” franciscanas son el lugar de acogida, albergue y orientación al peregrino. Su labor y utilidad en Tierra Santa son excepcionales. Hacen un gran servicio a los peregrinos.

Después de la comida y un descanso bien merecido, visitamos el “Barrio Armenio”.
Felipe II –España- pagó la construcción de la actual catedral Armenia de Santiago Apóstol. Visitamos el Cenáculo (Mc. 14, 12-16; Lc. 22, 7-13), hoy, una nave de estilo gótico levantada por los cruzados al encontrarse destruido el primitivo. Hoy día es una mezquita. Leemos el relato de la “Última Cena de Jesús” y la “Institución de la Eucaristía” (Mt. 26, 17-29). Reflexión y canto de Un Mandamiento Nuevo, para finalizar con un canto al Espíritu Santo: Espíritu Santo, ven, ven. Oración personal. No está permitida la celebración de la Eucaristía.

Pasamos después a la Iglesia Dormición de María, lugar conmemorativo del “tránsito”, “muerte” o “dormición de la Virgen”. Bajamos a la cripta que es circular con capillas alrededor y en el centro una imagen de María yacente: la imagen de la Dormición. Entonamos la Salve Regina. Allí nos encontramos con que había un mosaico de la Virgen de Guadalupe de México. Oramos largo rato.

Las fuerzas van fallando. Las horas han ido pasando y han hecho mella en nosotros, el sol se ha adueñado del día y nos está diciendo: ¡aquí estoy yo!, las piernas de muchos comienzan a flaquear, especialmente la de las valientes peregrinas de más edad; mas a pesar de todo, visitamos la Iglesia de San Pedro in Gallilcantu o Donde el Gallo Cantó.
Permitidme deciros que el santuario está regido actualmente por Agustinos Asuncionistas fundadores que fueron de Ciudad de los Muchachos en el Puente de Vallecas, en Madrid, en donde yo trabajé con ellos más de veinticinco años, aunque al final, por falta de sacerdotes suficientes, la responsabilidad de la dirección pasó a la congregación de Salesianos.

Mariángeles lee el “Proceso a Jesús” (Mc. 26, 57-66) y las “Negaciones de Pedro” (Mc. 14, 66-72). Terminada la reflexión del evangelio Julián nos señala en donde se encuentra el lugar conocido como Campo de Sangre (Mt. 27, 1-10 y Hch. 1, 15-20), en donde Judas se ahorcó. Lugar considerado desde siempre como “Lugar Maldito”.

Dirigimos nuestros pasos hacia el Muro. Calor. Mucho calor. Dejamos atrás “una colonia” de gatos caseros… no se ve muy limpio este recorrido. La fachada de los edificios están como cosidas por las tuberías del agua y las mangueras del cableado eléctrico con sus contadores al aire. Todo es una auténtica maraña. Da mala impresión. Nos adentramos en el Cardo Maximus y vemos parte de él que está reconstruido. El Cardo fue una antigua calle-avenida que cruzaba antiguamente la ciudad de norte a sur. Hoy su parte más restaurada es calle comercial.

Pasamos junto a un gran candelabro de siete brazos (Menorah) que es el símbolo del pueblo hebreo desde tiempos remotos. Muchos lo fotografían. Poco antes de llegar al Muro, en una plazoleta surcada de niños pequeños jugando y en bicicletas, nos sorprende que alguno de ellos -con tirabuzones- escupen a alguien de los nuestros, tal vez porque no dejamos libre su espacio, tal vez por su costumbre heredada de escupir al infiel. A nosotros nos sorprende la actitud. Otros de los nuestros lo habían observado antes.

Muro de las Lamentaciones. El muro es símbolo de la fe hebrea y lugar de peregrinación de los hebreos de todo el mundo. Es un trozo del muro de contención del lado occidental de la explanada del Templo. El nombre de “Las lamentaciones” le viene porque ahí los hebreos lloraban la destrucción del Templo y el exilio de su pueblo. Sólo podemos contemplarlo sin acercarnos a él, porque hoy, el pueblo judío recuerda el Día anual del HOLOCAUSTO y, en su recinto preparan una fiesta –recuerdo- de quienes en aquel tiempo fueron masacrados. Todo el espacio está vigilado por el ejército armado. Da un “no sé qué” ver tanto soldado vigilando, con fusiles ametralladores, en las murallas, en las azoteas, en los altos, en ventanas, en la plaza del muro… A la caída de la tarde sonaron sirenas en todo Israel. Todo se ha parado: un minuto de silencio nacional. Oración. Dios quiera que jamás, nunca jamás, vuelva a repetirse acto tan inhumano.

Después de cenar salimos de compras en autobús a Belén. Frontera. Vigilancia, fusiles ametralladores. Fuimos a una cooperativa de venta de objetos. Lo más llamativo para mí, las grandes tallas de madera de olivo. Todo de olivo. Compramos. Le “dimos un poco al ojo”, nos quitamos el mono del consumismo y de vuelta a casa. Día agotador, pero ¿qué importa? Enhorabuena a todos. Que el Señor nos bendiga.

CRÓNICA
Miércoles 25 de abril de 2012

A BELÉN…
Antes de iniciar el viaje a Belén, en zona Palestina, recogemos la fotografía del grupo que nos hicieron ayer con Jerusalén al fondo. Hacemos la oración de la mañana y nuestro canto nos recuerda que somos peregrinos y marianos: “Mientras recorres la vida… contigo por el camino Santa María va…” y así es: peregrinamos con ella desde Guadalupe hasta su tierra natal.

Mis palabras, os digo, no son mías. Es Julián quien las va dictando con sus explicaciones y yo quien las recoge, en parte, añadiendo algún detalle o reflexión mía personal.

A lo lejos, camino de Belén, se divisa el lugar de la tumba de Herodes el Grande: Un pequeño monte con forma de cono truncado. Nos indicó qué tipo de personaje fue este Herodes que mandó asesinar a todo el que le hacía sombra, sin importarle si eran familiares suyos o no. Mató indiscriminadamente.

Ya se divisa, cercana en la línea del cielo de Belén, torres cristianas y minaretes que se entremezclan. Frontera. Soldados armados. Fotógrafos dispuestos a disparar sus objetivos… menos mal que son éstos y no los soldados quienes disparan. Nos hacemos otra foto conjunta el grupo; tiene como fondo la fachada de la Basílica de la Natividad, es esta una de las tres grandes basílicas que en el siglo IV mandó construir Santa Elena.

El templo está bajo la custodia Armenia. Se nota y nos da mucha pena: paredes desconchadas, chorreones de goteras de los tejados… según su costumbre, hay muchas lámparas colgando, muchas velas, y mucho humo impregnando las paredes y los techos con sus armazones y cubiertas de madera artesonada. La puerta de entrada al templo, hemos visto, es muy baja para que los “enemigos de la cruz” no pudieran entrar al templo a caballo y profanarlo y destruirlo. Esta puerta de entrada es conocida, actualmente, como Puerta de la Humildad. Las comunidades cristianas decidieron reducirla a mediados del siglo XVIII después que los turcos fundieran el plomo del techo para hacer balas de cañón. Su altura es aproximadamente de 1.20m de altura.

Larga es la espera para bajar a la Gruta de la Natividad y poder besar la estrella que marca el lugar en el que se cree sinceramente que nació Jesús.

Se está celebrando una misa y hay muchos peregrinos para bajar. Julián nos indica que vamos a cambiar el orden y pasar a visitar antes la Iglesia de Santa Catalina de Alejandría que es continuación de la basílica en la que estamos, la custodia la tienen los PP Franciscanos. La separan de la Gruta de la Natividad, tan solo una puerta con mirilla. Sobre esta iglesia todo está testimoniado, pero a diferencia de la basílica ésta es luminosa, esbelta, limpia… como nueva, lo que nos indica dos conceptos muy distintos de mantenimiento y custodia.

Bajamos a la Gruta de San Jerónimo llamada así porque este Santo del siglo IV vivió y trabajó en ella durante muchos años. Allí, de los originales hebreo y griego, tradujo al latín la Biblia conocida como VULGATA. Qué ignorancia la mía pensar que en la actualidad estas grutas estarían a las afueras de la ciudad como yo las imaginaba.
Subimos de nuevo a la Iglesia de Santa Catalina. Se hace la lectura del “Nacimiento”, “Adoración de los Reyes”, y “Matanza de los Inocentes” (Lc. 2, 1-ss).

Estamos recordando y viviendo realmente en estos momentos la Noche de Navidad en el lugar donde nació Jesús ¿Quién da más? Para la mayoría de nosotros, tal vez, ésta sea la primera y última vez que visitamos los Santos Lugares. Cantamos todas las estrofas de Noche de Dios. Yo lo hago, con unción, contemplando la vidriera que preside el frontal del presbiterio que conmemora el Nacimiento, bajo la adoración, no de los Magos, sino de dos frailes franciscanos ¿Serán Francisco de Asís e Iluminado, su fiel compañero, que fueron los primeros en llegar en estas tierras con el deseo de convertir al cristianismo al propio Sultán Malek al Kamil?

En esta visita realizada en el siglo XIII, después de conocer el sultán a San Francisco, se cuenta que le dijo: “Si todos los cristianos fuesen como tú, valdría la pena ser cristiano”. Visitamos el claustro de Santa Catalina, de la época de los cruzados, en cuyo centro se encuentra la estatua dedicada a San Jerónimo.

De aquí vamos al Campo de los Pastores. Bajamos en autobús un desnivel muy pronunciado. A lo lejos avistamos una colina con un asentamiento israelita que está en disputa permanente. Estas dos naciones nunca estarán en paz ¿o sí? Dios lo quiera y que los políticos, desde su libertad no obstaculicen esa paz.

¡Qué contraste! Hoy, en Belén, estamos viendo carteles que anuncian una manifestación por sus héroes y en la Plaza de la Basílica vemos a un grupo de mujeres manifestándose con grandes fotografías de ellos. Mientras, ayer en Israel recordaban el Holocausto y hoy celebran el día de la victoria como fiesta nacional; aquí, al contrario, lo que recuerdan es la derrota. Paradojas de la vida ¿Cuándo llegará la paz real y duradera?

Llegamos al Campo de los Pastores: son las once horas. Celebramos la Eucaristía en el exterior a la sombra de una estructura metálica cubierta. Como ayer, en el Dominus Flevit, preside el altar una cruz de ramas de olivo, hoy con la figura de Cristo clavado. La cruz pende de la estructura metálica de la cubierta.

Comenzamos con un villancico ¿Cómo no si estamos en Belén?: “Hoy en la tierra nace Dios”. Dios se encarna y entra en la historia como Hombre. Belén es el lugar el ángel mensajero anunció también a los pastores (Lc. 2, 8-ss) que “había nacido el salvador”. Y, hoy nosotros, aquí, en su recuerdo entonamos el “Gloria in excelsis Deo” (Lc. 2,14).
En la primera lectura se nos indica que de las muchas y diversas maneras que Dios nos habla, esta vez lo hizo a través de su propio Hijo, la mejor manera de hablarnos. La respuesta está en nosotros… pero somos duros de oído para el tipo de mensaje que Dios nos da.

Nos ayuda a la comprensión de los hechos un escrito del P. Sebastián leído por Mariángeles “El desconcierto o la mirada de un pastor en Belén”.

Observo que rara vez los integrantes del grupo piden en la Oración de los Fieles por sí mismos. Esto es bueno. Nuestra oración de petición es por los demás. Hoy nos pidió Julián que cantásemos “El tamborilero” y nos dijo que lo hacía en su doble sentido porque hoy somos nosotros y no los pastores, quienes adoramos al Niño en el lugar real en que ocurrieron los hechos ¡Alegría navideña! ¡Villancicos! Estamos realmente y de verdad en Belén.
Subimos hacia la capilla circular que preside el lugar, es el santuario “Gloria in excelsis Deo”. Su cúpula de cristalera hace recordar que la LUZ de Cristo viene de lo alto: Gloria in excelsis Deo. Otra vez muchos peregrinos del mundo: Laus Deo.

Comida en “Casa Nova” franciscana de Belén.
Visitamos la Basílica y Gruta del Nacimiento que habíamos quedado pendientes.
La basílica fue erigida por Santa Elena, madre del emperador Constantino, iniciadora real de las peregrinaciones. Hoy es una iglesia ortodoxa. Sus paredes debieron ser únicas a tenor de los restos de los mosaicos que vemos en sus muros y en el pavimento. Cuando los persas invadieron Belén a comienzos del siglo VII la Basílica se salvó de la destrucción, porque los invasores vieron el mosaico de los Reyes Magos y se vieron representados con sus trajes persas, por eso se detuvieron y respetaron el templo. Las columnas de mármol rojo que sostiene la estructura están decoradas en su parte alta, pero es penoso ver que todo está tan impregnado de humos y suciedad de años ¿o siglos? que apenas se notan.

Esta iglesia debió cautivar a los primeros peregrinos, sobre todo a la peregrina Egeria, la monja gallega que nos dejó escrito el relato de su peregrinación, en el siglo IV, en su “Itinerario” famoso. En este siglo se produjo el fenómeno popular y de masas de las primeras peregrinaciones. Yo sólo recordaré el nombre de ciertas mujeres decididas y valientes que peregrinaron además de Egeria; algunas fueron Silvia de Aquitania, Melania Señor, Paula, Serena… Nada decimos de los cruzados y de las luchas habidas. Aquello pasó; pero allí dejaron su huella.

Bajamos, por fin, a la Cueva del Nacimiento (Lc. 2, 1-7). Celebramos la Navidad cantando “Noche de Dios”. Villancicos diversos. Oración… ¿Alguna vez hemos orado así? ¿Alguna vez nos hemos ofrendado así? ¿Alguna vez hemos estado así tan cerca de Él? Cuando comulgamos y nos hacemos uno con Él, sí; pero este sentimiento, esta emoción que hoy sentimos es distinta. ÉSTE ES EL LUGAR. AQUÍ EMPEZÓ TODO… y brotan lágrimas de agradecimiento que fluyen en abundancia; pero llenas de paz y amor. Hoy mismo he visto muchas lágrimas y abrazos. Yo mismo he llorado.

Estamos ante el altar del nacimiento del Niño Dios adornado con catorce lámparas de plata que cuelgan sobre una estrella también de plata, que indica el lugar del nacimiento del Niño. Tiene una inscripción en latín que traducido dice: “Aquí de la Virgen Maria Nació Jesucristo”. Nos arrodillamos, la besamos… besamos EL LUGAR. Cada uno en su interior conoce sus pensamientos y sentimientos. Cada cual es un mundo. Loado sea mi Señor.

Hacia AIN KAREM (14.45 h). Volvemos a Jerusalén, ahora por la ruta del desierto, se nos dice, porque, por la ruta normal, a estas horas hay más problemas en el paso fronterizo. Dejamos a un lado la doble alambrada que separa a estas naciones. Obra pública inexistente en Palestina; desde el autobús, al menos, nada se ve ante mis ojos…
Entramos en Israel: flores, adelfas, rosales, mangueras de goteo, autovías, obra pública patente y visible. En una palabra: Vida. Organización. Aquí es el hombre quién está ganando la batalla a una naturaleza pobre. Aquí se ve el tesón y la constancia.

Llegamos al Monte Herzl, padre del sionismo actual, nos indica Julián, esto es la vertiente política del judaísmo. Dejamos atrás el Museo del Holocausto y llegamos, por fin, a los pies de la Iglesia de la Visitación (Lc. 1, 39-56) en Ain Karem.

¿Pero, cuántos escalones tiene esta subida? ¡No sé! ¡Esto no se acaba! La Basílica está altísima. El cansancio no puede con nosotros. En ella, en sus grutas, se nos dice que Santa Isabel ocultó al “Niño Juanito” cuando la Matanza de Inocentes en tiempos del rey Herodes. Este fue el lugar de la visita de la Virgen a su prima Santa Isabel. “Bendita entre todas las mujeres” le dijo Isabel. La respuesta de la Virgen la encontramos ahora en el exterior en una serie de murales que contienen el Magnificat (Lc. 1, 47-55) en decenas de idiomas.

Pasamos al interior donde estuvo la gruta. Tres murales adornan sus paredes. En el centro la Visitación: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc. 1-42). A la izquierda según entramos, “Zacarías, el marido de Isabel, incensando el altar”, lugar en el que el ángel le comunica que su mujer tendrá un hijo a pesar de su edad y que él va a ser padre (Lc. 1, 5-25). A la derecha: “Matanza de los Inocentes” (Mt. 2, 13-18). Al frente, debajo del mural de la visitación, un pequeño altar y el llamado “Pozo de María”.

Mariví hace una lectura preciosa alusiva al hecho: “La mirada de María”. Terminamos cantando con alegría “Estrella y Camino”… de tu mano… hallamos a Dios.

Salimos al exterior y todos juntos rezamos el canto del Magnificat (Lc. 1, 47-55), leído directamente del mural en español. Subimos a la iglesia superior en donde están celebrando misa y no la visitamos.

Terminamos nuestro recorrido en Ain Karem en la iglesia de San Juan Bautista, “casa de Zacarías e Isabel” (Lc. 1, 1-25). Al bajar la gran escalinata del monte de la iglesia de la Visitación, en el recorrido entre las dos iglesias, Julián llama la atención en voz alta sobre dos “vividores” que están buscando el modo de robarnos; lo han intentado con alguno del grupo –nos dice- mientras grita: ¡Cuidado, son ladrones! Visitamos la Cripta y Gruta del Benedictus, donde había nacido el bautista. Bajo el altar una estrella de mármol recuerda su nacimiento: “Aquí nació el precursor del Señor”. Proclamamos la palabra de Dios. Rezamos el Benedictus en el exterior, leído del mosaico en español de entre los numerosos que hay en distintos idiomas. Esta vez nuestro canto de despedida es “Salve, Madre”, en la tierra de mis amores…

Cansancio, sudor, sed. Descansamos un breve tiempo y quien lo deseó pudo refrescarse con alguna bebida en las terrazas.

CENA
HORA SANTA en la Basílica de la Agonía, en el Huerto de Getsemaní. Paseo personal e íntimo dentro de la parte cercada del Huerto, abierto esta noche para la peregrinación de Guadalupe.

Iniciamos la Hora Santa (8.40 hora local) todos los grupos venidos a esta peregrinación de la colocación histórica del Mosaico de la Virgen de Guadalupe. (Ya por fin se confirmó su llegada a destino del mosaico, cosa que traía de cabeza al P. Sebastián. Deo gratias; la maleta perdida también llegó)

Exposición del Santísimo. Dirige el párroco de Guadalupe P. Antonio Arévalo. Se lee el relato de Getsemaní (Mt. 26, 36-46) (Mc. 14, 43-52) (Lc. 22, 39-46)

“… A pesar de mis flaquezas Tú serás, para mí, mi Dios, porque eres mi salvador en la oscuridad de la noche”.
Concédeme no perder el ánimo… Silencio profundo en el ambiente.
Se desgarran los corazones…
Se entrecortan las palabras…
Se oyen llantos ahogados…
Oímos peticiones personales de familias, sociales, políticas… ¿Qué podemos hacer nosotros? No sabemos qué hacer; por eso lo dejamos en tus manos y a Ti lo encomendamos…
Hay mucho silencio…
Nuestro silencio está preñado de peticiones que sólo a Ti confiamos desde nuestro corazón…
Nuestra acción de gracias va hoy dirigida a ese Dios hundido, abatido por el dolor como Hombre que por ese dolor nos ha redimido; y que con ese hundimiento, nos salvó… Gracias.
Y siempre: “¡Hágase, Señor, Tu voluntad y no la mía!”

continuará…

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