Las expresiones de violencia que en estos días se verifican en la parcela oriental de Jerusalem y en la Universidad Hebrea acelerarán la institución de una nueva coalición gubernamental.
La estructura que tiende a presentar se opone a cualquier lógica política o ideológica. La compone un partido nacionalista de derecha jefaturado por Nafatali Bennet quien obtuvo apenas siete escaños en la Knesset.
Ejercería como Primer ministro durante los próximos 18 meses; continuaría en el cargo Yair Lapid con planteamientos ideológicos moderados. En el primer periodo Lapid orientaría las relaciones exteriores del país.
En cualquier caso, el naciente gabinete se compondría de figuras con desiguales tendencias, aunque todos ellos coinciden en poner fin al largo gobierno de Netanyahu.
Si acierta a suavizar las distancias internas, este nuevo gobierno tropezará desde sus primeros pasos con no pocos escollos. Si bien la situación sanitaria del país mejoró notablemente en términos del covid, la ausencia de presupuesto, el desempleo masivo, el creciente descontento en los servicios hospitalarios, las dificultades en el transporte público, y los resultados de la violencia que hoy abruman al país habrán de gravitar en esta dispareja coalición.
A estas dificultades cabe sumar las tensas relaciones con Washington en cuestiones vinculadas con el poder nuclear de Irán y el enfriamiento de las relaciones con países de la Península árabe como resultado de los choques en Jerusalem.
Nunca antes una coalición desigual debió encarar y resolver en conjunto graves y espinosos dilemas. En estas circunstancias cabe anticipar que la oposición encabezada probablemente por Bibi alzará estridentes voces contra este gobierno que hoy parece tomar cuerpo.
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