Dimensión social de la globalización

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Al evaluar el desarrollo de la globalización de las últimas dos décadas, los analistas centran su atención en los indicadores económicos, y no prestan suficiente interés al aspecto social de este proceso, que sin negar sus ventajas y lo ineludible del mismo, ha acentuado la inequidad en la distribución de la riqueza entre países e individuos y acrecentando significativamente los problemas de la pobreza y la marginación, el desempleo y la violación de los derechos humanos de los migrantes. Aparentemente, las fuerzas del mercado global están destruyendo a la sociedad y a el medio ambiente.

En este ámbito, la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización, convocada por la Organización Internacional de Trabajo en el 2001, ha consignado que diferentes países, y dentro de estos amplios sectores de la población, han quedado relegados de los beneficios de este proceso. Las nuevas tecnologías, emblema de la globalización y fundamentales para la integración de procesos productivos y mercados, no siempre han estado al alcance de las naciones, ensanchándose la tradicional brecha entre las regiones desarrolladas y las más pobres, en las que más de 1200 millones de individuos “siguen sumidos en la pobreza y viven con menos de un dólar al día”. El libre mercado, fundamental para la globalización, en la práctica está manipulado por grandes empresas que anulan la competencia y se olvidan de las relaciones sociales que son fundamentales para el funcionamiento del propio mercado; incluso el Fondo Monetario Internacional, ferviente defensor de la globalización, ha señalado que “aún cuando la globalización puede ayudar a promover el crecimiento económico a través de varios canales, no hay pruebas de que esta relación causal sea cuantitativamente muy importante, incluso la globalización financiera puede provocar volatilidad en los países en desarrollo, ya que la inestabilidad económica puede filtrarse a través del flujo de capitales de las naciones ricas a las pobres”.

La evolución de la tecnología ha sido vital para facilitar la integración de los países propiciando un avance económico sin precedentes en el tiempo, transformando de manera radical las relaciones familiares y laborales, además de la identidad de las personas, sin embargo, a la vez, se ha observado la pérdida de valores, mella en la solidaridad social y retroceso de la democracia. De aquí que al visualizar la dimensión social de la globalización se convierte en “el pilar del acceso al trabajo decente, a la educación, a la seguridad, a los derechos democráticos y al sentimiento de pertenecer a una comunidad y a una sociedad determinada”. A su vez “la legitimidad de la integración global depende de que las personas tengan voz en el proceso y de que también vean beneficios tangibles en su vida diaria”.


Por otra parte, se considera que no obstante que las políticas nacionales están condicionadas por el entorno global, los gobiernos de las naciones pueden contribuir a que exista una mayor inclusión con respecto a los beneficios de la globalización; en ese sentido, pueden aplicar políticas para fomentar la educación, la inversión en tecnología y en infraestructura, ampliar el gasto social y abrir canales para que se consolide la democracia y la cohesión social. Por lo demás, la creación de fuentes de empleos decentes es clave para una globalización incluyente; la exclusión de los ciudadanos debilita a los Estados y a la gobernabilidad en los países.

Es innegable que la globalización ha impulsado el libre flujo de bienes y servicios, conocimientos y capitales entre las naciones, empero, el movimiento internacional de la mano de obra resultante enfrenta crecientes restricciones, creando preocupación mundial porque frecuentemente no se respetan los derechos humanos de los migrantes; en este sentido, se manifiestan niveles alarmantes de xenofobia, de manera que esta “constituye una amenaza para la estabilidad social”. “La brecha existente entre el gran rigor de las políticas de inmigración aplicadas por las economías industrializadas y las múltiples presiones hacia la inmigración que se experimentan en las naciones en desarrollo, han propiciado las inmigraciones ilícitas y el tráfico de seres humanos”. México ha sido víctima de esta tendencia, que resulta humillante a pesar de que la economía de EUA precisa de la mano de obra mexicana por su bajo costo y elevada productividad.

Ante la profundización de la globalización, los países requieren de instituciones nacionales fuertes que garanticen la operación eficiente de los mercados, el estado de Derecho y protejan los derechos laborales y el medio ambiente. La velocidad de los cambios que se generan en un entorno globalizado determinar que la función rectora de los gobiernos sea flexible, eficiente y transparente; la sociedad civil, el Estado y las empresas deben de ser participativas e incluyentes en el ámbito de la economía global para que los beneficios de ésta se distribuyan equitativamente.

La globalización tiene costos, ya que genera perdedores, sin embargo, “política y moralmente es adecuado que los ganadores compensen a los perdedores, suavizando sus procesos de transición hacia nuevos empleos mediante redes de seguridad social”. No adoptar un enfoque social de la globalización conlleva a graves riesgos.

Acerca de León Opalín

De nacionalidad mexicana, estudió Economía en el ITAM, logrando además una maestría en la Universidad Hebrea de Jerusalem y diplomados en el Instituto Español de Turismo así como en el Británico. También ha realizado estudios sobre comercio internacional en Holanda.Pertenece y es reconocido por varios institutos y universidades importantes de México y el extranjero y su incursión en las letras inició en temas económicos y finanzas en el periódico Financiero y la revista ANIERM. Por muchos años ha sido colaborador de "Foro" y asesor de varias compañías. Sobre las materias que domina, sigue dando conferencias en planteles y universidades.

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