¿Dónde está la indignación?

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La Comunidad internacional ha optado por la indulgencia y la falsedad frente al abrazo de capitulación de Abbas con los extremistas islamistas.

Desde que Fatah y Hamas anunciaron su acuerdo de “reconciliación” el miércoles pasado, he estado esperando un coro de indignación internacional.

Esperé una condena mundial a la Autoridad Palestina y a su presidente, Mahmud Abbas, por elegir atar su destino a una organización ideológicamente empeñada en borrar al estado judío. Sesenta y cuatro años después que la familia de naciones – seis millones de veces demasiado tarde – había finalmente internalizado el imperativo de restablecer la soberanía de los judíos en su tierra histórica, esperé que aquellas naciones se levantaran con concertada furia contra esta manifiesta nueva legitimación de un movimiento armado que busca de nuevo despojarnos.


Esperé oír el ridículo amontonarse sobre la absurda defensa de Abbas del nuevo arreglo. La idea de que seguiría negociando con Israel para el control compartido de este territorio en disputa, mientras Hamas permanecería sentado en silencio – Hamas, cuya entera razón de ser es eliminar a Israel – era evidentemente absurda.

Y entonces Hamas lo mostró aún más absurdo, al hacer explícito que no tiene intención de sentarse en silencio sino, más bien, que exigirá abiertamente que Abbas retire el reconocimiento de la OLP a Israel, cuya misma presencia, en las palabras del Primer Ministro de Hamas en Gaza, Ismail Haniyeh, “es ilegítima”.

Esperé que, al menos, los estados miembros responsables de la ONU destrozarían la risible afirmación que, después de vincularse con los matones que tomaron el control de Gaza hace cuatro años y mataron a cientos de su propia gente, los palestinos tienen ahora un liderazgo unificado capaz de gobernar una nueva Palestina, de conformidad con las normas soberanas. Un liderazgo unificado que busca la condición de estado que pretende ser, pero que incorpora un elemento cuyo objetivo declarado es la sustitución del estado soberano de al lado.

Pero esperé en vano. Muda, delirante o simplemente completa vieja antisemita, gran parte de la comunidad internacional está haciendo caso omiso de la instrucción rectora de la Carta de Hamas de “matar a los judíos”. Profesando eso, que Hamas puede, de alguna manera, metamorfosearse en una entidad que tolere a Israel, es descontar que la incesante insistencia de los propios líderes de Hamas en que su propio sentido del imperativo religioso, significa que no pueden reconocer a Israel, y que nunca lo harán. Es, al menos en parte, culpar al gobierno israelí por, supuestamente, en los últimos dos años no dejarle a Abbas otra opción que traer a Hamas, como si el fracaso en llegar a términos viables de paz, sea quien fuere que tenga la culpa, legitima su recurso a aliarse con los asesinos islamistas. Y es hacer caso omiso, insistentemente, de los probados antecedentes sangrientos de Hamas de abusar de toda oportunidad constructiva en la búsqueda desafiante de su programa inhumano – primero explotando la retirada israelí de las ciudades de la Margen Occidental para erigir un ejército de terroristas suicidas y luego tomando el control de Gaza libre de judíos, para crear una base terrorista desde la cual atacar a Israel.

Hamas, señaló el jueves el jefe de personal de la Casa Blanca, William Daley, “es una organización terrorista que ataca civiles”. Realmente lo es. Y, por lo tanto, una comunidad internacional moral trataría de privarla de toda legitimidad, de hacer todo lo posible para evitar que sea cada vez más fuerte, y de dejar en claro que no tiene cabida en las relaciones internacionales. En cambio, Daley, en esa misma oportunidad, declaró que “Estados Unidos apoya la reconciliación palestina siempre y cuando sea en términos que promuevan la causa de la paz”.

¿Qué tipo de doble discurso es ese, y proveniente del pretendido líder moral del mundo libre? ¿Cómo puede la reconciliación entre Fatah y Hamas, posiblemente, “promover la causa de la paz” cuando uno de sus componentes deja en claro, en toda oportunidad, que persigue el objetivo opuesto?

Las consecuencias de pasados errores de juicio, delirios, deliberadas cegueras, apaciguamientos y decaída moral, se puso de relieve esta misma semana, cuando recordamos a las víctimas del Holocausto que fueron hacia su muerte porque la comunidad internacional no actuó con la celeridad suficiente para protegerlos. Hamas, en 2011, todavía no puede reunir el armamento para lograr su objetivo criminal para el estado judío. Pero está financiado, entrenado y armado por un país, Irán, que está desarrollando los medios para tratar de aniquilarnos. Y su asociación con el rostro supuestamente moderado del liderazgo palestino, constituye un trascendental paso potencial para sus ambiciones.

Mahmoud Abbas ha dado la bienvenida, dentro de su liderazgo internacionalmente alabado, a una organización para la que no debería haber ninguna tolerancia internacional. Si se formaliza, todos los componentes de este marco para el gobierno palestino – esta alianza que incluye al que el mismo Abbas, después del golpe de Gaza, denominó “las fuerzas de la oscuridad” – debería ser ubicado fuera del marco de la familia de las naciones.

Israel busca términos viables para su separación de los palestinos, términos bajo los cuales los palestinos puedan alcanzar su independencia sin poner en peligro la nuestra.

Abbas está a punto de darle la espalda a esta vía. Y la comunidad internacional, en lugar de permitírselo, debería insistir en que lo piense de nuevo.

Los principales actores mundiales han optado por la falsedad frente al abrazo de capitulación de Abbas con los extremistas islámicos. Lo que se requiere es la denuncia moral y el inequívoco mensaje de que esta coalición no será tolerada.

El hombre a quien Binyamin Netanyahu, hace apenas ocho meses, llamó su “socio para la paz”, se supone que firmará formalmente esta amalgama grotesca el miércoles. He esperado la condena mundial. No es demasiado tarde.

Fuente: Jerusalem Post
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

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