¿Dónde quedó Jerusalén?

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Con un portazo que sacudió las paredes y arrancó sonrisas suspicaces de algunos comensales, el embajador de Jordania salió de la habitación seguido por el director del Banco Mundial.

– ¿Significa que el proyecto Eureka se cancela?

Una gran cantidad de dinero: 1,25 billones de euros asignados para hacer un canal entre el agonizante Mar Muerto -que a la fecha pierde por evaporación cerca de 70 metros cúbicos por segundo- y el Mar Rojo, parecieron esfumarse en el aire. Mientras el embajador recogía sus papeles, el representante de la Autoridad Palestina, con ojos desorbitados y una mueca en los labios, vociferó las mismas palabras que hacía unos años había pronunciado Ahmed Yasín, cuadripléjico, acérrimo enemigo del Estado de Israel, apenas a unos kilómetros de ese mismo recinto: “Israel debe desaparecer del mapa”. Después, el diplomático salió de la habitación escoltado por sus guardias de seguridad. Y de hecho, “desaparecer del mapa” era exactamente lo que estaba ocurriendo en aquellos momentos. Israel desaparecería por un tiempo y más tarde reaparecería en otra región de la geografía, lejos de los países musulmanes que deseaban echarlo al mar. Aparecería pero lejos de los terroristas vestidos con mortíferas bombas, como cananas ceñidas al pecho, y de los proyectiles que todos los días causaban graves daños a la inerme población del pequeño Estado Judío.


“Nunca más” se había dicho con insistencia en aquella habitación. “Nunca más otra matanza de judíos o una guerra cotidiana”. “Nunca más” se había convertido en el grito que escapaba de las gargantas de los allí reunidos mientras la paz, la anhelada paz, se alejaba hasta desaparecer por completo, tal y como lo había anunciado el desequilibrado presidente de Irán Mahmud Ahmadineyad al celebrarse un aniversario más de la muerte del ayatola Jomeini: “Les digo que con la unidad y la plena participación de todos los países islámicos, todos los poderes satánicos serán destruidos muy pronto”.

– Pero no les vamos a dar ese gusto, asestó un anciano de voz cansada, mirando a su alrededor.

– No, no les vamos a dar ese gusto, porque ya no estaremos aquí. El Estado de Israel desaparecerá del mapa y aparecerá muy lejos, donde podamos despertar todos los días, decir nuestras plegarias sin temor a que nos destroce un proyectil o a que en algún lugar del desierto un desequilibrado con una mano en el Corán y otra en una caja negra, oprima el botón que desencadene la explosión nuclear.

– ¿Y la Tierra de nuestros antepasados?

– ¿Qué hay con ella?

– La Tierra que Dios nos dio como heredad hace 3.500 años; ¿qué va a pasar con ella?

– Nada. Nos la vamos a llevar.

– ¿La Tierra? ¿Estás loco?

Fue entonces que los presentes escucharon de nuevo las mismas palabras que Itzjak Rabin había pronunciado unos años antes: “Debemos pensar de manera diferente, ver las cosas de manera distinta. La paz requiere un mundo de conceptos nuevos, de nuevas definiciones”.

Y las de John F. Kennedy: “Israel no fue creado para desaparecer. Israel sobrevivirá y florecerá. Es el hijo de la esperanza y el hogar de los valerosos. No puede ser destruido por la adversidad o desmoralizado sólo por el éxito. Sobre Israel descansa el escudo de la democracia y honra la espada de la libertad”.

Una lejana voz se dejó oír en el recinto donde ya se servían los postres. Era un eco de las palabras dichas por Menajem Beguin que, en su momento, nadie supo escuchar: “Israel, mis hermanos, es el único país del mundo en contra del cual existe un documento escrito y firmado para garantizar su desaparición”. Para bien o para mal, la decisión había sido tomada. ¿Quieren que desaparezcamos? Pues vámonos. ¿Cobardía? ¡Todo lo contrario! Y esta vez no les vamos a dejar nada como en la Franja de Gaza o en el Golán. Nos llevaremos todo lo que tenga valor. El Muro Occidental, con todo y establos; el Palacio de Herodes; Har David; el Kever Rajel; Mearat Hamajpelá. ¿Alguien tiene otra sugerencia? ¿Cómo dice? ¿Yad Vashem? Anótelo en la lista. La tarea es ardua y nos moveremos por prioridades. ¿Los Rollos del Mar Muerto? ¿Mea Shearim? Anótelos por favor.

Las fuerzas ya habían sido puestas en acción. Las estrategias darían resultado si todos actuaban unidos en una misma dirección. Obama, los Clinton, la ONU, la Unión Europea, la Flota de Onassis, las Comunidades judías de todo el mundo, todos deberían hacer su parte en el momento adecuado. “Si lo queréis, no será una leyenda”. Dadas las presentes condiciones, seguramente a Teodor Herzl le daría lo mismo viajar a la nueva Jerusalén atravesando el Océano Pacífico que el Mediterráneo. Y así, a lo mejor hasta los muy religiosos darían su aprobación. Ahora sólo faltaba la decisión del “cuándo”. El “dónde” tenía varias alternativas: Uganda, la Amazonia, Canadá, Baja California y ya solamente faltaban unos días para conocer la respuesta. Baja California era la opción más viable, a cambio de tecnología, seguridad, transporte, salud pública y educación para todo el Estado Mexicano. El territorio sería rentado por 1.000 años, pero más tarde podría negociarse una prórroga con el Congreso en turno.

El “qué” y el “cómo” no eran sino cuestiones de tiempo que con un poco de voluntad de las partes serían subsanados por entero. Un poco de voluntad, toneladas de tecnología y dinero. ¿Cuánto? Tal vez todo el dinero del mundo no bastaría para esta emigración en masa, pero ya se vería de dónde y cómo obtenerlo. Cuando hay voluntad y la ciudad de Los Ángeles queda a dos horas por carretera, todo es posible En ese momento sonó el teléfono que parpadeó durante unos segundos. Uno de los comensales, el que estaba más cerca, cogió la bocina y escuchó con atención.

– ¿El Congreso de México ya decidió? ¿Entonces están de acuerdo?

_________

Aquí desperté. Dije “Modé aní lefaneja” (“Te agradezco Di-s”), me levanté después de los 12 segundos que los sabios aconsejan esperar y entré en la ducha.

Había una enorme sonrisa de complicidad en ese rostro que me miraba desde el extremo opuesto del espejo.

Acerca de Luis Geller

Arquitecto de profesión; diplomado en Estética e Historia del Arte, además en Artes Visuales y Factor Humano, ha dedicado gran parte de su vida a la escritura. Es autor del libros como "México Lindo", "Los Niños de México", "¿Hablan los Ángeles" y "Alberto Misrachi, El Galerista". Ha destacado en el medio teatral no sólo como actor, sino con varias obras propias y originales adaptaciones. Ha escrito más de 650 guiones para el medio audiovisual, cuentos cortos, reportajes y artículos periodísticos.Independiente a sus múltiples actividades mencionadas escribe para la revista "Foro" una columna bajo el título "Historias de Ciudad".

2 comentarios en «¿Dónde quedó Jerusalén?»
  1. Quisiera me envíe información a cerca de las cartas de los ángeles de:
    Luis Geller
    ¿Hablan los Ángeles?

    Saber en donde las puedo adquirir.
    Gracias espero pronta respuesta.

    Responder

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