Dos caballeros andantes en la España del rey Felipe VI

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………

¡Ay, amor,
con que soltura,
me llevaste
a la sepultura!

………


No tenía nada
Sólo tenía perdida
la mirada

………

Lo temas o no,
amor,
mi arco busca tu corazón.

………

Alto canta
el pájaro
baja canta el agua
¡Ay que se
me parte el Alma!

Transcripción de versos manuscritos de Isabel Escudero -1941-2016 – encontrados por su hermano Antonio en el libro CANTARES DE ISE, en su casa de campo de Las Navas del Marqués. La autora fecha estos poemas en mayo de 1.979.

………

A tí siempre, Israel.

A don Felipe VI, rey de España y amigo de Israel, con agradecimiento y fidelidad.

A Donald Trump, a quien agradecemos su defensa de Israel como un jabato, como nadie, y de otros supervivientes.
No pisaban el Congreso, pero deseaban…

***

Siempre es una alegría ver cómo se recupera una persona de los males que nos afligen a todos, tal es el caso de las fuerzas de Trump, quien agradecemos su defensa a Israel como a nadie, y de otros supervivientes.

De la receta curativa que le llevaron a Madrid los dos caballeros andantes y la asistencia a una recepción real.

Desde el mirador de la virgen de la Peña, en Sepúlveda, provincia de Segovia, miran los dos caballeros andantes las amplias tierras regadas por el río Duratón a su paso por ese histórico pueblo de Castilla y León. En aquella mañana del 12 de octubre, en la misa del medio día, dos caballeros andantes, de camino y vara, de agua en las fuentes y de libro siempre cerca, han escuchado la buena homilía del párroco. Ya sonaron las campanas del aviso de nuestra sociedad, ya la hecatombe de la desunión se dibuja en el horizonte, así se escribe en la carta de amparo y socorro, que nuestra majestad el rey de España Felipe VI, le ha hecho llegar a los caballeros andantes.

Se comieron justo después de la misa, un nutritivo asado a todo correr, y un buen agricultor se ofreció a llevarlos, pues solo en coche tenían hora y media hasta el Palacio Real, lugar y encuentro donde debían reunirse con su majestad el rey Felipe VI, justo al día siguiente por la mañana.

Sin más tardanza, prefiriendo el motor de sus piernas, y entonando una canción de la ciencia oculta de los viejos templarios, se dirigieron a los caminos con el fin de llegar a Madrid por la mañana. Así, en ese entusiasmo, empezaron a caminar los dos en la nueva aventura, mediante la fe y la esperanza reconquistarían lo que nunca debíamos perder; el sosiego, la tranquilidad, la unión, la convivencia de unos hermanos con otros, dejando atrás sus diferencias para que el barco llegue a buen puerto, por el bien de todo y de todos.

Llevaba el joven una gran pena y sabía que la mejor fidelidad debía ser con el corazón de los hombres, así encendió una antorcha para seguir caminando por la noche, y atravesar ese mar de arboledas y sombras que junto al viento parecía como si anduvieran acechándoles los lobos de Castilla.

Al alba le confesó a su amigo y hermano: esta noche he encontrado un amor aún más profundo, no el que me acechaba antes, sino el de un caballero que asiste a una recepción real y se enamora de una mujer, y por fin entiende el misterio de que su esposa se convierta en madre, y el esposo en padre, belleza de un fuego, de unas raíces que alumbran como el sol cuando nos salva de nosotros mismos.

Calentaron los dos hermanos en unas ascuas un poco de café, servido muy caliente y con un poco de miel, ya llegaba el amanecer, el cordero del alba. Alma cándida, repuso el hermano mayor, ahora sí parece que has entendido el misterio.

Estemos juntos pese a las diferencias, sí yo lo pude comprender quizá todos puedan, -recogió fuerza para el día que venía gracias a este lema-.

Rondaban ya las ocho de la mañana cuando los dos caminantes, arribaron a la capital del reino, tostados por el sol, endurecidos como bloques de hormigón por las caminatas, con destellos en los ojos, de quien ha caminado muchas veces por los caminos obscuros, sin detenerse ni paralizarse por el miedo.

Subían ya la cuesta de San Vicente, Príncipe Pío para arriba, caminando sin tregua y mostrando elegancia en su manejo de la vara al andar.

Aún nos ha sobrado tiempo ante de ver al rey, se dijeron frente a la plaza que los acogía.

Así se metieron en una cafetería de Ópera, pidieron cafés y churros, la gente formaba un círculo a su alrededor, oían a los caballeros hablar con tanta sencillez, oían al más mayor tratar con tanto cariño a su hermano y compañero de aventuras, no podían creerse la sencillez de quienes caminan monte arriba y respiran el aire puro del cielo azul, de quien esquivan la víbora y cogen poleo mientras los toros pastan a su alrededor y el viento les inspira poemas.

Todavía quedaba viva la verdadera hermandad, la hermandad de lo sencillo, del cariño de las ascuas y el chocolate caliente en plena naturaleza.

Los camareros entendieron a lo que venían, a recuperar el amor por nuestras tierras, a volver nuestras miradas hacia nuestros corazones, volviendo a compartir pan con el pobre sin tanta codicia, a unir de nuevo espiritualidad con materia, ciencia con misticismo, a volver a unir el pilar fundamental de toda nación, la unidad y el amor por querer estar juntos. Así contemplaban una diferencia como riqueza, así libraban los caballeros andantes los caminos de charlatanes, embaucadores, y de quienes querían quitarnos nuestra identidad para dividirnos y doblegarnos.

Así cortaban la cizaña siendo sólo caballeros andantes, que no pisaban el congreso, pero deseaban un mundo más bueno y fraternal.

Así los encontró nuestra majestad el rey Felipe VI desde lo alto, desde su papel de rey, de figura legítima, histórica y necesaria para conservar las libertades y la paz entre las naciones.

Estaba alegre como siempre, y no se fue defraudado de haberlos invitado a aquella recepción real.

Debemos aprender a vivir con lo antiguo y con lo nuevo de forma equilibrada. A dejar nuestros intereses personales por el bien común, a hacer cada uno nuestro trabajo que es servir al bien común y a los intereses de la madre Tierra. Todo extremo o totalitarismo, se aleja de la vía natural, y es fuente de discordia y conflicto.

Todos juntos con nuestra propia identidad, debemos buscar el bien y la prosperidad con el espíritu bravío de quien recuerda lo esencial; hemos venido aquí para plantar árboles, para hacer algo fecundo en la vida. Tanto unos como otros, norte o sur, pueden convivir juntos y enriquecerse mutuamente. Se puede avanzar sin destruir nuestro pasado, nuestras raíces y nuestra historia.

Añadió el caballero más mayor; curemos las partes que faltan pero no destruyamos nada, así añadió también el caballero más joven; también hay sitio para los reyes, qué grandes son los sitios donde hay un buen rey para todos, así, el que le falte algo por aprender que lo haga, pues para arreglar un muro largo, donde solo hay un trocito un poco torcido, no es necesario tirar cientos de metros, con una roza en la pequeña debilidad es suficiente, volvió a pronunciar el caballero mayor.

Queda escrita la hazaña de Madrid, como también la carta que una de las invitadas, les entregó a los dos caballeros andantes que en unos de sus versículos dice algo asi..

Quiero ver el destello de tus ojos,
perderme en tus abrazos,
y que al oír tu voz me dejes sin palabras…

Así quedaron inscritos en las tablas de salvación los dos nombres de los caballeros andantes:

Don Antonio, de Quintana de la Serena, y don Alberto Kadan Navarro Yale, de Brunete.

ANNO TEMPLI CMII
BRUNETE-MADRID.
Octubre de 2020-Tishri 5781.

2 comentarios en «Dos caballeros andantes en la España del rey Felipe VI»

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