Es chocante el referirse a una o varias advertencias aparecidas en nuestras páginas, sobre todo cuando no son muy halagüeñas, y se pronostican a muy largo plazo; eso sucedía cuando el mundo pasaba de un siglo a otro. Recordamos un gran nerviosismo, que incluia el descontrol de todos los sistemas computacionales, debido al cambio de fechas; pero la tensión y el adelanto que suponían las comunicaciones electrónicas -incluyendo el internet-, no fueron nada, si se compara con los cambios que vendrían con las primeras firmas de Tratados de Libre Comercio y la fuerza que se le dio al Banco Mundial; resultado una globalización, al principio ocultada e incomprendida por nuestros propios gobernantes, pero a toda costa impuesta por las ecomomías más fuertes.
El mundo y las formas de vida de los ciudadanos en países, llamados en vías de desarrollo, cambiarían drásticamente, pues aquellos empresarios del exterior, que antes venían a invertir en nuestros países, compartiendo riesgos y beneficios, a partir del nuevo siglo, llegaron con la venia y protección de nuestros propios gobernantes, para cambiar incluso varias orgullosas tradiciones e instituciones como la bancaria -entre otras- en aras de una magnífica libertad comercial de todos contra todos, no importando la idiosincrasia y aptitudes desiguales de los países anfitriones.
Resultado: que los vecinos o compañías extranjeras, entraron a nuestras casas, no sólo a pedir una taza de arroz o café que les faltaba, o para ayudar en algunas actividades que no sabíamos hacer; ahora en cambio, se apropiaron del manejo y vienes de nuestros hogares. La culpa de todo ello es obvia, pero innecesaria el marcarla, pues con ello no remediaríamos nada de lo malo que ya está hecho. Tampoco podrían dar los pueblos y gobiernos afectados, las soluciones necesarias, pues se les consideraría de izquierda, socialistas o de un comunismo trasnochado.
Chocantemente apuntamos también que: “si el mal nos viene de afuera, también serían las soluciones”, pues por más adelantado que fuera un país, con las bases y principios irracionales y al vapor de la globalización que cundió como epidemia, también serían afectados, pues sus ciudadanos serían desplazados por unos cuantos dólares menos, de su trabajo y prestigio, por países con mucha más mano de obra barata.
Pero también las deudas se desplazaron (globalizaron), vendiéndolas a bancos de todas partes del mundo, sin importar las características y tipos de crédito que se dieron. La irresponsabilidad del Banco Mundial, y otros internacionales, sale de nuevo a relucir, agregando una impotencia tal, que ahora tiene una difícil, casi imposible solución.
Israel también se afectó por este macro fenómeno, pero tal vez con una mayor responsabilidad, por los ya conocidos problemas de subsistencia; sus economistas y gobernantes actuaron con mayor cuidado y respeto a la soberanía, pues según últimos estudios realizados, la pobreza disminuyó ligeramente, y el nivel general de vida aumentó en un 3.6%.
Estamos de acuerdo en que habrá soluciones, pero serán todas a largo plazo; mientras tanto se escuchan voces, como las del ex-presidente Carlos Salinas de Gortari, que aconseja que por ningún motivo se paren las compras (consumo). Algo que ni siquiera imaginó diría, cuando puso en charola de plata a toda una economía, por deficiente que en esos momentos fuera.
Después del niño ahogado…
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