La discriminación tiene muchas facetas, al igual que diversos rostros y entre ellos, nos encontramos el de la ignorancia; el cual, sigue siendo el más común de todos, por ello debería ser enfrentado con la mejor arma con que disponemos, suscitando la reflexión en el ámbito del diálogo crítico, siempre abierto a un debate e intercambio de ideas que se desprendan de una razón cordial.
Lo anterior se presenta en la actualidad como todo un reto y más, cuando nos refugiamos en dogmas de diversa índole, mismos que no posibilitan ser razonados desde el prisma de la educación y menos, ser criticados bajo ninguna postura; así que es necesario educar más allá de los estigmas y miedos arrastrados, los cuales muchas veces se preservan por conveniencia, pero sobre todo por desconocimiento.
Es muy fácil no cuestionar lo que pasa a nuestro alrededor; ya que esto equivaldría a enfrentarnos con la realidad de nuestros peores miedos y taras mentales, al igual que las frustraciones que cargan, quienes segregan a sus congéneres sin ningún fundamento más que el egoísmo que surge de la incomprensión.
Por ello, el desafío está en que no demos nada por sentado y aprendamos a vivir en constante reflexión, frente a quienes nos oprimen, posibilitando así derribar las barreras que son alimentadas por la desinformación y además la discriminación, cuando no existe una educación adecuada, forjadora de personas que se vean reflejadas en los otros, al ser todos diferentes pero a la vez iguales, dentro de una sociedad cada vez más individualista y cerrada ante la diversidad.
(Especial para el Diario Judío.com de México.)
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