Mi admirado Hussain Abdul-Hussain posteó en la red X el pasado 13 de abril que se cumplían 50 años desde el estallido de la guerra civil en el Líbano. El analista dijo ser uno de los afortunados sobrevivientes. Culpó de la misma a la cuestión palestina: ¿Debía el Líbano permitir que milicias armadas de dicha nacionalidad, lanzaran ataques desde su territorio contra Israel y arriesgarse a represalias?
La guerra se extendería, intermitentemente, durante 15 largos años, arrastrando a potencias vecinas e internacionales, impulsando al terrorismo y devastando al pequeño país. Uno de los principales instigadores de la misma ya estaba muerto cuando la guerra civil comenzó. Fue el dictador egipcio Gamal Abdel Nasser.
En noviembre de 1969, las organizaciones palestinas armadas habían forzado la concesión del Acuerdo de El Cairo al Estado libanés. El corresponsal de Le Monde en El Cairo, Edouard Saab, se refirió al mismo en su columna, anunciando que implicaría, según fuentes libanesas de la época, un mayor compromiso de estos en la guerra contra Israel. Fue suscrito por Yasser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina, y el general Emile Boustany, comandante en jefe del ejército libanés, tras siete horas de negociaciones.
Dicho general nunca se imaginaría que dicho acuerdo sentaría las bases para una guerra civil en su amado país seis años más tarde. El acuerdo, a la sombra de la derrota árabe a manos de Israel en 1967, legitimó la presencia y la independencia militar de las facciones armadas palestinas en el Líbano, creando un Estado dentro de otro, lo que provocaría a los sionistas e interferiría desastrosamente en los asuntos del país del Cedro, sirviendo de modelo para futuras intervenciones en el mismo por parte de potencias extranjeras.
Una de las principales motivaciones de los libaneses para firmarlo fue el intento de mantener unido a un país ya fracturado.
El acuerdo permitía a actores palestinos no estatales portar armas y formar milicias paramilitares en territorio libanés. Otorgó a la OLP autoridad sobre los campamentos de refugiados palestinos en Líbano, así como una aparente autonomía a sus facciones militares que operaban en el sur del país. Desde entonces, el Estado libanés nunca ha sido la única potencia autorizada para usar la fuerza.
Jordania no cayó en la trampa: Septiembre Negro.
En 1970, el rey Hussein de Jordania expulsó a todos los miembros de la OLP como corolario de una sangrienta lucha de poder entre Arafat y el Reino Hachemita.
He aquí un relato del sangriento enfrentamiento del 17 de septiembre de 1970, basado en la crónica de AFP.
La derrota árabe en la Guerra de los Seis Días de 1967, en la que Israel se apoderó de Cisjordania y otras tierras, hizo que la resistencia palestina se volviera más radical. Yasser Arafat, que se convirtió en jefe de la OLP en 1969, estableció campos de entrenamiento y bases militares para su ejército de 40.000 guerrilleros fedayines en Jordania, con el fin de atacar al vecino Estado judío.
Jordania había acogido a cientos de miles de refugiados palestinos desde la creación de Israel en 1948 pero el poder de los grupos armados palestinos se convirtió en un Estado dentro del Estado.
La inseguridad se apoderó de la ciudad y los tiroteos se hicieron habituales en las calles de Amán. El rey Hussein de Jordania, quien luchaba por controlar facciones de su propio ejército, sobrevivió por poco a varios intentos de asesinato.
A mediados de 1970, Egipto y Jordania aceptaron un plan estadounidense, basado en la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, que implicaba el reconocimiento del Estado de Israel. Los palestinos la rechazaron.
A principios de septiembre de 1970, el izquierdista Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), una facción marxista liderada por George Habash, secuestró cinco aviones, obligando a tres de ellos a aterrizar en el desierto de Jordania. Los hizo estallar una vez que se habían vaciado de varios cientos de pasajeros, tomando a docenas de ellos como rehenes.
El 17 de septiembre de 1970, un rey Hussein profundamente frustrado respondió ordenando a su ejército de 50.000 hombres que expulsara a los combatientes palestinos del reino hachemita.
Las divisiones de tanques, con las caras ennegrecidas por el hollín, avanzaron hacia el centro de Amán, los campos de refugiados en las afueras de la capital y los centros de entrenamiento palestinos.
Al día siguiente, los enfrentamientos se extendieron a Irbid, Zarka y al-Ramtha, en el norte de Jordania, que fueron atacadas con artillería pesada por las tropas jordanas.
El 20 de septiembre de 1970, Siria intervino para apoyar a los palestinos, enviando vehículos blindados al norte de Jordania, obligando al ejército jordano a luchar en dos frentes.
Ningún barrio se salvó. Todas las casas muestran rastros de los combates; algunas fueron destruidas por un proyectil, otras alcanzadas por ráfagas de armamento pesado, escribieron los periodistas de AFP.
“El campamento palestino de Wahdat en Amán, bastión del FPLP, no es más que un montón de escombros humeantes”, añadieron.
En los combates murieron, según Jordania, 3.000 combatientes palestinos, soldados jordanos y civiles, mientras que la OLP cifra el número de muertos en decenas de miles.
El 27 de septiembre de 1970, después de diez días de sangrientos combates, se firmó un alto el fuego en El Cairo.
Los últimos rehenes retenidos por el FPLP fueron liberados dos días después.
Pero según el acuerdo, los grupos armados palestinos pudieron permanecer en Jordania y en enero y marzo de 1971 se produjeron nuevos combates.
El primer ministro Wasfi al-Tel finalmente expulsó a Arafat y a los combatientes palestinos en julio de 1971, obligándolos a buscar refugio en el Líbano.
“Era inevitable, porque éramos ellos o nosotros”, dijo más tarde el Rey Hussein.
Como resultado de la expulsión de la OLP de Jordania, el Líbano se convirtió en su refugio y en el epicentro del radicalismo palestino y de la lucha armada contra Israel. Además se perdió para siempre una posible salida a la cuestión palestina, la federación con Jordania o bien la obtención de pasaportes de dicho país para dichos nacionales que por poco se volvieron apátridas. En la conferencia de Madrid de 1991, el país gobernado por hachemitas, renunció a los territorios que su vecino Israel le había arrebatado en la Guerra de los Seis Días, pero que había ganado en 1948, en la Guerra de Independencia.
El inicio de la guerra civil libanesa.
Un 13 de abril de 1975, hombres armados palestinos dispararon contra civiles que salían de una iglesia maronita en Beirut. El primer “mártir” libanés de esa guerra fue el cristiano maronita Joseph Abu Assi, abatido a las afueras de esa iglesia tras presenciar el bautismo de su hijo.
Horas después, maronitas libaneses dispararon contra un autobús que transportaba civiles palestinos que venían de una manifestación.
El 6 de junio de 1982, en respuesta a los prolongados ataques guerrilleros perpetrados por palestinos desde el sur del Líbano, Israel inicia una invasión a gran escala al Líbano en un esfuerzo por eliminar los bastiones de la OLP. La guerra, que dura hasta 1985, tiene lugar en un país ya políticamente fracturado, que había estado en estado de guerra civil desde hacia diez años.
La OLP fue un participante activo en la guerra civil, no solo lucha contra otros grupos libaneses e Israel, sino también contra facciones palestinas rivales. Estas facciones desafiaban cada vez más a Arafat y el autoproclamado papel de la OLP como “los únicos y legítimos representantes del pueblo palestino”.
Después de la invasión israelí de 1982 y la evacuación de los combatientes de la OLP en septiembre de ese año, la guerra se libraría entre facciones libanesas dominadas por Siria contra facciones cristianas libanesas apoyadas por Israel, y posteriormente por Saddam Hussein, hasta el final de la guerra en 1990.
Tras la expulsión de las milicias palestinas por parte de Israel en 1982, Hezbolá heredó las armas palestinas y la idea de usar al Líbano como plataforma de ataques contra Israel, utilizando la causa antedicha como herramienta para enmascarar las maniobras islamistas iraníes. Al final de la Tercera Guerra del Líbano en 2024, los islamistas chiítas parecieron disminuidos luego de la intervención israelí y Occidente reza para que el ejército estatal libanés vuelva a tomar posesión del sur del país y a asumir el monopolio de la fuerza.
Artículos Relacionados: