En medio de la nada, surge para ahogar los buenos momentos. Se siente como sube hasta llegar a la garganta, los ojos cambian su tono de alegría y se llenan de esa pasta pegajosa que se siente dentro y causa un dolor interno que trepa como serpiente venenosa.
Se dice con facilidad que es parte del individuo, pero cuando se siente las razones importan poco y dan ganas de correr sin dirección para huir de ese sentimiento, este corre con nosotros. Cierro los ojos con fuerza, tratando de que mi pensamiento se blanquee, pero no da resultado. Conforme más insisto más presencia de ese sentimiento me ahoga. Hago lo posible para huir, Imposible parece que se quedó pegado con cemento.
Parpadeo varias veces, intentando recuperar la conciencia, me dijo que es pasajero y lo es. La aceptamos, si es necesario lloramos un poco, paulatinamente aparece la alegría, seguridad y firmeza de que somos dueños. La tristeza tiene varios tonos o manifestaciones, desde lo irremediable, lo doloroso hasta esos recuerdos de aquello que se fue, una nostalgia sana.
Pertenezco a una generación soñadora que le hicieron creer que se puede alcanzar un paraíso total de felicidad. Somos víctimas de una fantasía de libertad. Cuesta trabajo entender que es una media verdad. Somos parte de una generación, que persigue una fantasía de felicidad total por lo que nos frustramos al no poder tener aquellos anhelos y promesas que creemos reales. Todos tenemos paraísos perdidos en los que nunca hemos estado y ni siquiera sabemos si existen. El no tenerlos puede ser una causa de tristeza. Quien podría calcular el daño que infligen al amor y la amistad, a todas las esperanzas de felicidad un exceso.
Cada hora de nuestros años vividos, ha estado unida al destino del mundo. Sufriendo y gozando hemos vivido el tiempo y la historia mucho más allá de nuestra pequeña existencia. Hoy en día sabemos más de las realidades de la vida que los más sabios de nuestros antepasados.
Para muchas personas ha quedó vigente una gran veneración y glorificación por el placer, pensando que el aumento de este significa un aumento de felicidad. Se sabe que el placer es necesario y una dosis adecuada ayuda a la persona a sentirse contenta. Después de unas risas auténticas, me puede invadir aquella sensación incómoda y difícil de definir que arrastro como un lastre. Así es la vida, se combinan sentimientos contradictorios. Hay que tratar de evadirla pero si dejamos que fluya, desaparece sola.
La mayor fiesta puede ser interrumpida por un pensamiento negro que tenemos que aceptar y tratar de alejar con ideas de lo positivo que tenemos en nuestras vidas. Otras veces, se aleja solo. Hay quién comenta que en algunas madrugadas, cuando se debate entre el estar dormido y el estar despierto, pensamientos negativos llegan de visita. Cada persona tiene en su canastita cosas bellas que no siempre las observa, hay que rascarle hasta encontrarlas y poder agradecerlas. Estar vivo es el mayor bien que uno puede tener. Nos cuesta trabajo valorar que respiramos y es gratis. Si sonríes cuando lo haces es un punto a tu favor.
El abrir los ojos por la mañana, poder caminar, platicar y pensar, estar sanos y tener ganas de tomar una café, son hechos que consideramos normales. ¿Has pensado que hay gente que no tiene eso que tú das por hecho? ¿Cómo combatir todas esas ideas tristes y negras que llegan a la cabeza? Comprendiendo que no siempre son reales pero rasguñan como si lo fueran. Cuantas veces nos llega esa presunción de creer que nuestros pensamientos son la única y gran verdad. En nuestros diálogos internos, también tenemos que aprender a desechar lo incómodo. No permitir que nos ahogue ese sentimiento, no siempre es real pero lastima.
Algunas sensaciones no son reales, a veces crees que vas a morir, dejas órdenes que se cumplan, estás convencido de que morirás y no pasa nada. De allí la importancia de analizar si hay motivo o surge de la nada. Descubrí que en cualquier momento y sin causa aparente, todo aquello que creemos estable puede desajustarse, desviarse, torcer su rumbo y empezar a cambiar. La tristeza hace que todo pese dos toneladas. ¿Cómo quitarle tanto peso?
Cuando el mundo empieza a despoblarse de la gente que nos quiere, nos convertimos, poco a poco, al ritmo de las muertes en desconocidos. Conforme más tiempo pasa más ausencias tenemos en nuestros recuerdos. Eso produce tristeza, pero es importante recordar aquellos momentos dulces y agradables que pasamos juntos. Aceptar que todo tiene un principio y un final.
El mundo moderno está tan saturado de bienes, servicios, información, mensajes publicitarios acerca de lo que te dará felicidad que es fácil caer en “necesito esto” para ser feliz. La felicidad no la dan los demás sino que es algo que tú tienes que inventar. Estamos acostumbrados a ver los faltantes sin valorar lo que tenemos gratis y de sobra. Vale le pena mencionar que la espiritualidad en sus diferentes manifestaciones es un gran productor de bienestar y sirve para combatir la tristeza que no tiene justificación.
En la modernidad estamos con una actitud de todo vale sin darle a la vida el valor especial que tiene. Esto nos puede llevar a un mundo de excesos, buscando la seducción que produce un mundo de objetos que se nos presentan a la vista. Cuando esto es falso, surge el fastidio y el hastío cortando como un cuerpo extraño en el estómago, en la garganta y el pecho produciendo tristeza ascendente y descendente.
La que surge en momentos de despedidas, enfermedades, y muertes de gente querida, solo nos queda vivirla y esperar el consuelo que surge en forma paulatina. Muchas veces más lento de lo que quisiéramos. Esto hace sufrir, pero el sufrimiento pasa. Si la vida, que es todo pasa, porque no han de pasar el amor y el dolor y todas las demás cosas, que no son más que partes de la vida. El paso del tiempo envejece los cuerpos y las pasiones. Lo que nos gustó durante un tiempo y fue alimento para el alma y el corazón deja de serlo. El trabajo personal es ver como se sustituye.
Esa gratitud a lo bueno y malo que hemos tenido hay que cultivarlo. Todo lo que nos ha disgustado nos hizo crecer y nos ha enseñado el arte de saber decir adiós a lo que en otros tiempos fue nuestro orgullo y nuestro amor. Sólo nos queda aceptarlo, ver como desaparece sólo sin tanto esfuerzo. Hay que aprender a ver las cosas con entusiasmo. Cuando vez lo que haces de esa manera, tu autoestima crece. Es una manera de identificarte con tus partes positivas y convertirlas en parte integral tuya. Cuando aprendes a ver con entusiasmo positivo tus acciones cambias lo negativo que tenías, surge cierta madurez y paz en el corazón. Dejas de lloriquear por la posición social, los bienes materiales y abrazas con amor todo lo que tienes en la vida.
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