El alma se ve

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Las cosas no son tales. Todo aquello que se le denomina una cosa más, ya sea un objeto, un ser vivo, persona o animal, o incluyo aquellas cosas que no están, que ya no existen, que ya pasaron, que ya son recuerdos, que han quedado en el pretérito, mas no en el pasado; o aquellas cosas que aún no han llegado, y tal vez ni siquiera lleguen; aquellas cosas que están en ese determinado grupo gris llamado Angustia, o las que estarán en la Ansiedad, y por qué no en la calle de la desesperación…
Esas cosas y todas las cosas, no son externas, tienen conexión directa con nosotros si nos aunamos a ellas. Penetran por el alma en substancias inverosímiles e invisibles, y son despedidas de a ratos por goteo a través de los ojos, causantes de haber visto lo que nos quedó grabado en el fuero interno llamado alma. Ese recóndito lugar al que Tomás de Aquino dividió en 3 secciones.
Así es como se empaña la visión involuntariamente al recordar, ya sea el pasado o el futuro.
¿Recordar el futuro? ¡Sí! Es el afamado “hubiera…”, que SÍ existe.
Se nubla la vista, se empaña la visión, se distorsiona la realidad o tal vez vuelve a ser real mientras antes estaba distorsionada, creemos saberlo hasta que se abren los flujos oculares derramados a través de las mejillas.
Las cosas…
Las cosas no están separadas, apartadas ni externas a nosotros. Hay una conexión, casi por ósmosis en la que dos cosas o más, al menos, se unen en cierta zona no geográfica, mas sí metafísica. Cosas que en nada se relacionan unas con otras. Puede ser un aroma, que no se ve. Una piedra, que no huele. Una flor, que ni siquiera pesa. Todo es proclive a la relación, a la influencia.
Cosas que en nada tienen relación aparente entre ellas. Cuanto más cosas que sí las tienen, como ser dos personas. Y por qué no, dos flores.
La vista muestra su alma en forma de saladas gotas, cual mar en su vaiven rítmico y armónico, danzando como el Toro y La Luna.
Esas lágrimas que Gardel les ha pedido que “No le digas si vuelvo a pasar, que mi llanto tu suelo regó”.
El alma que se ve, cuando se deja ver, no nos deja ver.

Acerca de Rob Dagán

Mi nombre es Gabriel Zaed y escribo bajo el seudónimo de Rob Dagán. Mi pasión por la escritura es una consecuencia del ensordecedor barullo existente en mis pensamientos. Ellos se amainan un poco cuando son expresados en tinta, en un escrito. Más importante es expresarse que ser escuchado o leído, ya que la libertad no radica en hablar, sino en ser libre para pensar, analizar.

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