El alto voltaje de la cumbre de las Américas

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Panamá será el país anfitrión de la VII Cumbre de las Américas el 10 y 11 de abril, una edición histórica que encuentra lugar con la revitalización de las relaciones interamericanas debido al proceso de reconciliación entre EE.UU. y Cuba. Precisamente las relaciones Washington – La Habana forjaron la piedra en el zapato que antagonizaron una y otra vez las relaciones hemisféricas por más de medio siglo. Por ello, esta cumbre a la que asisten 35 jefes de Estado y Gobierno busca ser un momento de aplauso regional e internacional, el reconocimiento histórico que amenaza con verse pausado por el diferendo actual entre EE.UU. y Venezuela.

El camino hacia la normalización de las relaciones entre EE.UU. y Cuba desfundó uno de los últimos reductos de la Guerra Fría y del mundo bipolar. Después de más de medio siglo de sanciones, recriminaciones, intrigas y golpes bajos, Barack Obama le dio brillo a su legado pasando a la historia como el presidente que quebró la caduca y anacrónica política exterior estadounidense que tanto afectó al pueblo cubano y cuya diplomacia secretiva se cocinó desde los pasillos del Vaticano y territorio canadiense. Frente a los ojos de América Latina, el desempeño de Barack Obama en sus últimos años de gobierno está lejos de convertirse en lo que se conoce como pato cojo o lame duck. Por el contrario, el presidente que hace uso de sus poderes ejecutivos para gobernar a contracorriente del nuevo congreso republicano que emergió tras las elecciones intermedias de noviembre del 2014.

El cambio de timón en las relaciones entre EE.UU. y Cuba oxigenan las relaciones latinoamericanas y ayudan a despresurizar la agenda conflictiva y fraccionada entre nuestros países. La plaza latinoamericana está disputada por intereses políticos y económicos divergentes, así como por nodos geopolíticos antagónicos que están anclados a EE.UU. y China. Nuestra región dista de ser un cuerpo homogéneo y lineal y tampoco cuenta con una voz cantante a la hora de gobernar y de integrarse comercialmente en subregiones. Mientras que México, Centroamérica y los países de la Alianza del Pacífico se cobijan más en el poderío de EE.UU., los países del Mercosur y el ALBA se arropan bajo el manto hegemónico de China.


En esta cita hemisférica se entrelazarán varios escollos que languidecen el recorrido latinoamericano. Más allá de la advertencia de la Cepal sobre el ciclo positivo de la economía que ha concluido y del Banco Mundial sobre la urgente y necesaria reducción de la desigualdad que no se detiene en el ingreso, sino que transcienden al acceso de los servicios, el poder y la impartición de justicia, nuestros países también enfrentan el reto de la inseguridad y criminalidad. Un desafío que habría que agregarle -con mayores o menores dosis- la impunidad, la falta de una cultura de legalidad, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos que hacen palidecer la calidad de nuestras democracias. El caso Nisman en Argentina, Ayotzinapa en México, las detenciones de opositores venezolanos y las protestas sociales en contra de Dilma Rousseff que sacuden a Brasil son tan sólo la punta de iceberg.

La Cumbre de las Américas en Panamá se celebra bajo un escenario de alto voltaje. Más allá de la asistencia de Cuba por primera vez, los mandatarios deben desactivar varios focos de tensión, empezando por la crisis en Venezuela. Las sanciones que EE.UU. le impuso a siete funcionarios venezolanos acusados de corrupción y abusos a los derechos humanos que antecedieron a la orden ejecutiva que declaraba que Venezuela era una “amenaza extraordinaria” a su seguridad nacional le obsequió a Nicolás Maduro la excelente oportunidad de aprovechar al máximo este traslape desproporcionado de la política exterior de Barack Obama que amenaza con cambiar el eje de atención de la cumbre que supuestamente debía centralizarse en la reconciliación de los dos nuevos aliados diplomáticos. De igual manera, el presidente venezolano está sacando tajada de la apetitosa coyuntura para desviar los reflectores de la agenda doméstica que se cuece ardiente y riesgosa.

Nicolás Maduro, cuya popularidad ha caído al 22% de la población de acuerdo a la encuestadora venezolana Datanálisis y quien insiste en un plan golpista de EE.UU., ahora enarbola la campaña internacional “Obama deroga el decreto ya” cuyas diez millones de firmas –muchas conseguidas al interior de Cuba- serán entregadas en manos de Obama durante la cumbre. Todo un escenario que se teje en medio del caos económico generalizado que impera en Venezuela y que nutre el descontento social debido a la hiperinflación, endeudamiento, devaluación y los anaqueles vacíos ante la carestía de alimentos.

No olvidemos que el golpe mortal a los hermanos Castro proviene de Venezuela y de la caída de los precios internacionales del petróleo, un condicionamiento que obligó a Raúl Castro a acercarse a EE.UU. con el objeto de cancelar el embargo más largo de la historia. Estos reajustes invitaron a Nicolás Maduro a gobernar a golpe de decreto, tras dos años de la muerte de Hugo Chávez, y a manejar la economía bajo estrictos criterios políticos y partidistas cuando se pretenden celebrar elecciones legislativas a finales del 2015. Por el momento, queda a la vista que la diplomacia del oro negro no será viable y que será imposible regalar petróleo a cambio de la compra de voluntades políticas y regionales.

El proyecto chavista se está arrinconando a un transe peligroso. Cabe preguntarse que están haciendo los países de América Latina al respecto. Quizá el silencio de nuestros países hacia Venezuela está molestando a Washington, quien ha decidido endurecer su posición frente al gobierno de Nicolás Maduro, considerando además que la mediación de la UNASUR no dio resultados. ¿Qué hará Luis Almagro, el nuevo Secretario General de la OEA frente a la crisis en Venezuela? ¿Se pronunciará con mayor firmeza y sin mayores vacilaciones para defender la democracia y denunciar los atropellos en contra de los derechos humanos?

Mientras tanto, el apretón de manos entre Raúl Castro y Barack Obama no deberá acaparar toda la atención de la cumbre, pues en este encuentro de alto nivel se celebra un foro de la sociedad civil que ya está sacando chispas entre Washington y La Habana. Las organizaciones cubanas que son palomeadas para participar, a diferencia de numerosos grupos disidentes que estarán ausentes por no estar alineados a la estructura vertical del Estado cubano.

@RinaMussali
rinamussali.com

Acerca de Rina Mussali

Internacionalista con Maestría en “Estudios Latinoamericanos” en la FCPyS UNAM. Soy miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI) y mi experiencia laboral destaca en áreas de planeación, investigación y comunicación integral vinculada al quehacer del gobierno federal, de asesoría sobre asuntos internacionales del Poder Legislativo y en la coordinación de proyectos de comunicación internacional. Fui líder de Comunicación Nacional e Internacional del IV Foro Mundial del Agua y Coordinadora de Comunicación de México en la Tribuna del Agua en la Expo Zaragoza 2008, España. Actualmente soy analista y conductora del programa de televisión “Vértice Internacional” y de la serie “2013:Elecciones en el mundo” en el Canal del Congreso. Asimismo, soy autora de varios libros y artículos, así como comentarista sobre asuntos políticos globales. La gente me describe como una persona responsable, disciplinada, innovadora y visionaria, así como enfocada a la consecución de metas.

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