El ambicioso sueño de un judío en Beirut

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En Beirut, un libanés ambicioso está remodelando el último vestigio de la judería de la ciudad, la sinagoga Maguén Abraham. Su objetivo final: restaurar la comunidad judía del país.

En un país donde las palabras “judío” o “Israel” hacen fruncir el ceño, sorprende, a la vez, la confianza con que Lisa Nahmoud, una anciana con un leve tinte naranja en el pelo, se declara judía.

“Fui la último judía de Wadi Abu Jemil”, dice desde el principio de la entrevista. Este barrio de Beirut, antes conocido como Wadi Al-Yahoud, o “Valle de los Judíos” en árabe, fue una vez a la población judía próspera con varios miles de miembros.


Las sucesivas olas de emigración marchitaron a la comunidad, hasta desaparecerla. Y puesto que Lisa Nahmoud se cambió hace cuatro meses, el barrio judío parece haber entregado su último suspiro. Una mega proyecto inmobiliario, llamado Solidere, ahora ocupa en su lugar.

Mas todos no han tirado la toalla. Porque en el corazón del antiguo Valle de los Judíos, entre los edificios de lujo color arena, una sinagoga, Maguen Abraham, sigue en pie. Desde 2008, Isaac Arazi, un viejo con anteojos gruesos como fondo de botella, que dirige el Consejo Comunal de los judíos libaneses, trabaja contra viento y marea para organizar la renovación de este último vestigio de la vecindad.

Hezbolá dijo que sí

“El barrio estaba desolado. Y ya ves, Solidere es una joya del Oriente Medio. Es una tontería dejar la sinagoga en ruinas, entre estos hermosos edificios”, explica.

Pero la ambición del Sr. Arazi no se detiene allí. El verdadero propósito del proyecto de renovación, dice, es la reconstrucción de la comunidad judía. Incluso, buscará persuadir a algunos expatriados a que regresen a Líbano, cuya población judía se estima hoy en 200 o 300 personas. “En 10 años”, promete, “habrá crecido.”

Nada Abdelsamad, una periodista que ha publicado recientemente un libro sobre la historia de los judíos de Líbano, es escéptica: “La sinagoga era muy activa. Pero después de la reconstrucción, ¿será una sinagoga activa o un museo? “.

“Si planteo la pregunta” dice Abdelsamad, “es porque los judíos son el blanco de una sensación generalizada de antipatía en el Líbano. Y ésta no va a desaparecer mientras que los Estados árabes de la región están en guerra con su vecino Israel”.

En 2008, cuando el señor Arazi anunció sus planes para la reconstrucción, la tensión era palpable. Los libaneses temían, en particular, la reacción del grupo radical islámico Hezbolá, enemigo del Estado judío.

Contra todo pronóstico, un portavoz de la organización apaciguó los temores diciendo: “Respetamos el judaísmo, como respetamos el cristianismo. Nuestro único problema es la ocupación de Israel “.

Nostalgia y raíces

En Canadá, uno de los expatriados, Selim Sasson admite que la diáspora judía libanesa extraña a Wadi Abu Jemil y su sinagoga.

De hecho, hace algunos años, la sinagoga a la que Sasson asiste en Montreal, fue nombrada Maguen Abraham, en honor de su hermana siamesa de Beirut. Pero la nostalgia del Sr Sasson se detiene allí.

“Maguen Abraham”, dice, “es una lápida. Esto ( a vida judía en Líbano) se acabó. Hace 40 años que nos fuimos y plantamos nuestras raíces en otros lugares. Incluso cuesta trabajo pensar en pisar de nuevo el suelo libanés”.

Bajo el sol de Beirut, Isaac Arazi sueña con un futuro feliz: “Cuando la renovación de la sinagoga termine, espero que los judíos libaneses radicados en el extranjero vengan a verla. Tal vez cambien de opinión “.

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