El antisemitismo

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He aquí unos comentarios sobre el antisemitismo que aparecen en el libro: “Vida y Destino” de Vasili Grossman, uno de los más connotados escritores judeo-rusos. Nacido en 1905, fue durante mucho tiempo un escritor y periodista comunista de una ortodoxia absoluta. Siguió al Ejército Rojo hasta Treblinka, donde todavía humeaban las cenizas de las víctimas del genocidio nazi.

Cuando empieza en 1952 este fresco consagrado a la batalla de Stalingrado, Vasili Grossman ya no es el mismo hombre. Presenció el desencadenamiento, en su propio país, del antisemitismo, se enteró de los procesos, analizó el stalinismo. Asombrado por la convergencia de los dos sistemas políticos opuestos que ambos terminaron por crear campos de concentración, decide repensar la historia del siglo, después de haber contemplado ambos lados del infierno. Este libro, incautado por la KGB, desaparecido por más de 20 años, sobrevivió por milagro. Se le considera como “La Guerra y la Paz” del siglo XX.

El antisemitismo puede manifestarse tanto por un desprecio burlón como por pogroms mortales. Puede tomar muchas formas: ideológicas, internas, escondidas, históricas, cotidianas, fisiológicas: diversos también son sus aspectos: individual, social, estatal.


El antisemitismo se encuentra tanto en un mercado como en el Presidium de la Academia de las Ciencias, en el alma de un viejo como en el juego de unos niños. El antisemitismo pasó incólume de la época de la lámpara de aceite, de la navegación con velas y de rueca a la época de los reactores, de las pilas atómicas y de las computadoras.

El antisemitismo nunca es una meta, no es más que un medio, es la medida de las contradicciones sin salida. El antisemitismo es el espejo de los defectos de un hombre tomado individualmente, de las sociedades civiles, de los sistemas estatales. Dime de qué acusas a los judíos y te diré de lo que eres tú mismo culpable.

El nacional socialismo, daba al pueblo judío, lo que él mismo había inventado, rasgos como el racismo, la voluntad de dominar el mundo, la indiferencia cosmopolita para con su patria alemana. Pero eso es tan sólo uno de los rasgos del antisemitismo.

El antisemitismo es la expresión de la falta de talento, de la incapacidad de vencer en una lucha con armas similares: eso se aplica en todos los campos, en las ciencias, en el comercio, en la artesanía como en la pintura. El antisemitismo es la marca de la falta de talento en el hombre. Los Estados buscan explicaciones de sus fracasos en las intrigas de la judería internacional. Pero eso tan sólo uno de los aspectos del antisemitismo.

El antisemitismo es también una manifestación de la ausencia de cultura en las masas populares, incapaces de analizar las causas de sus sufrimientos. Los hombres incultos ven las causas de sus desgracias en los judíos y no en el orden social estatal. Pero este antisemitismo de masas es solamente uno de sus aspectos.

El antisemitismo es la medida de los prejuicios religiosos que alimentan los bajos fondos de la sociedad. Pero eso también es solamente uno de los aspectos del antisemitismo.

La aversión para el aspecto exterior del judío, por su manera de hablar, su forma de alimentarse no es evidentemente la causa real del antisemitismo fisiológico. Porque un hombre que habla con aversión del cabello ensortijado del judío, de sus ademanes excesivos, se extasiará al mismo tiempo delante de los niños con cabello oscuro y ensortijado de los cuadros de Murillo, no prestará la menor atención al acento cantante de los Armenios, y mirará sin animosidad los carnosos labios de un Negro.

El antisemitismo tiene un lugar especial entre las persecuciones que sufren las minorías nacionales. Es un fenómeno peculiar porque el destino histórico de los judíos ha sido peculiar.

Así como la sombra de un hombre nos da una idea de lo que es, asimismo el antisemitismo nos da una idea sobre los caminos y el destino histórico de los judíos. La historia del pueblo judío se encuentra ligada y mezclada con numerosos problemas políticos y religiosos a través del mundo. Es el primer rasgo distintivo de la minoría nacional judía. Los judíos viven prácticamente en todos los países del mundo. Tal dispersión de una minoría nacional en ambos hemisferios constituye otro rasgo distintivo de los judíos.

En el apogeo del capital mercante, comerciantes y usureros judíos hicieron su aparición. En la época del pleno desarrollo de la industria, numerosos judíos se revelaron en los dominios técnicos e industriales. En la era atómica más de un judío trabajaba en el campo de la física nuclear. En el transcurso de las luchas revolucionarias, numerosos judíos fueron eminentes revolucionarios. Los judíos constituyen una minoría nacional que no se margina pero que se esfuerza en jugar su papel en el centro del desarrollo de las fuerzas ideológicas y productivas. Es el tercer rasgo distintivo de la minoría nacional judía.

Una parte de la minoría judía se asimila, se disuelve en la población autóctona, pero la base popular conserva sus rasgos nacionales con su idioma, su religión, su forma de vida. El antisemitismo ha adoptado por norma de acusar a los judíos asimilados con proyectos nacionalistas y religiosos secretos. Hace responsables a los judíos no asimilados: pequeños artesanos en su mayoría, de lo que los demás judíos toman parte en una actividad revolucionaria, dirigen la industria, crean los reactores nucleares, tienen asientos en los consejos de administración.

Cualquiera de las características mencionadas puede ser parte de tal o cual minoría nacional, pero parece ser que solamente la nación judía las reúne todas.

El antisemitismo también refleja estas particularidades, está ligado a los grandes problemas políticos, económicos, ideológicos, religiosos de la historia del mundo. Es una particularidad funesta, atestada por las hogueras que iluminaron los periodos más terribles de la Historia.
Cuando el Renacimiento irrumpió en la Edad Media católica, las fuerzas oscuras prendieron las hogueras de la Inquisición. Su lumbre no únicamente iluminó la fuerza de la maldad, sino también iluminó el espectáculo de su perdición.

En el siglo XX las formas nacionales pasadas de regímenes condenados prendieron las hogueras de Auschwitz, las llamas de los hornos crematorios de Treblinka y de Maidanek. Sus llamas iluminaron el breve triunfo del fascismo, pero también indicaron al mundo que el fascismo estaba condenado. Épocas históricas pero también gobiernos reaccionarios desventurados, particulares que buscan mejorar su suerte, recurren al antisemitismo para tratar de escapar a su destino.

¿Acaso ha habido, en el transcurso de estos dos milenios, casos donde la libertad, el humanismo hayan utilizado el antisemitismo para llegar a sus fines? No que yo sepa. El antisemitismo cotidiano es un antisemitismo que no hace derramar la sangre. Da prueba que existe sobre la tierra idiotas envidiosos y fracasados.

Un antisemitismo social puede nacer en países democráticos: se manifiesta en la prensa que representa a grupos reaccionarios, en las maniobras de estos grupos, por ejemplo por el boicot de la mano de obra o de las mercancías judías; puede manifestarse en los sistemas ideológicos de los reaccionarios.

En los Estados totalitarios, en donde no existe la sociedad civil, el antisemitismo únicamente tiene que ser estatal.

El antisemitismo estatal es la señal de que el Estado busca apoyarse sobre los idiotas, los fracasados, los reaccionarios, sobre la tontería de las supersticiones, la vindicta de los hambrientos. En la primera etapa este antisemitismo es discriminatorio: el Estado limita las posibilidades de escoger su lugar de residencia, de la profesión, limita el acceso de los judíos a puestos de alto nivel, a la universidad, a los títulos universitarios, etc. Después el antisemitismo estatal pasa a la etapa de le exterminación.

En una época en donde la reacción entra en una lucha fatal para ella contra las fuerzas de la libertad, el antisemitismo se vuelve una ideología de
partido y de Estado: es lo que sucedió en el siglo XX con el fascismo.

Acerca de Max Bery

1 comentario en «El antisemitismo»

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