El arte de vivir en pareja

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PROYECTO DE VIDA

El amor une a las parejas…, sin duda, pero se necesita algo más que amor para mantener unido a un matrimonio. Al casarnos, no dejamos de ser individuos. Somos una pareja, pero continuamos siendo uno, es decir, “somos uno en dos”. Anular las diferencias para formar pareja, es simplemente, mutilar la vida. Los seres humanos necesitamos de nuestra individualidad para ser. No debemos dejar de ser individuos al decidir vivir con otro.

Ser pareja es compartir la vida, sin anular los sueños personales. Es decidir en conjunto, un proyecto que a ambos satisfaga. Al mismo tiempo, cada uno deberá tener su propio proyecto personal, que le de sentido y un rumbo a su vida, algo que le apasione, siendo este un plan flexible que pueda cambiar con el tiempo. Cuando se planea y se sabe hacia a dónde se va, la vida transcurre de manera más tranquila y feliz. Entonces, en lugar de buscar el complemento o media naranja, busquemos a un ser completo, alguien con quién compartir una vida en común, con respeto por las expectativas, sueños y proyectos de cada uno.

Existen otros factores fundamentales para vivir en pareja…


MANEJO CONSTRUCTIVO DE CONFLICTOS

Los seres humanos somos distintos. Todos tenemos historias, experiencias, expectativas, sueños, aptitudes, personalidades, intereses, gustos, temperamentos e ideales diferentes, por lo que a menudo nos enfrentamos a conflictos que tienen que ver con estas diferencias. Un enfoque alternativo a la resolución de conflictos consiste en:

  • Plantear las discusiones con suavidad y no con agresión.
  • Usar efectivamente los intentos de reparación como pedir perdón y aceptar responsabilidad.
  • Checar nuestra fisiología (respiración, latidos del corazón) durante las conversaciones tensas y aprender a calmarnos.
  • Aceptar la influencia del otro.
  • Llegar a un acuerdo o compromise.

QUEJARSE SI, CRITICAR NO

La critica enjuicia, culpabiliza y difama; la queja en cambio, se centra en una actitud o comportamiento específico. Cuando reprimimos mucho tiempo el enojo, lo expresamos en forma de crítica. Al criticar utilizamos enunciados acusatorios como “tú siempre o tú nunca”.

Hay que recordar que la queja es el antídoto de la crítica. Presentar una auténtica queja sobre una actitud o acción del otro es diferente que culparlo, ya que una cosa es describir hechos y acciones; y la otra es atacar su carácter o personalidad.   La diferencia está en decir “YO” en lugar de “TU”. Lo recomendable es hablar desde el sentimiento y en primera persona. Es decir, “me sentí de esta manera ante aquello que ocurrió”. Es preferible describir nuestros sentimientos y la situación, ya que al hacerlo evitamos que el otro se sienta culpado, criticado o evaluado. Otro ejemplo sería, en lugar de decir, “Tú no me estas escuchando”, “me gustaría que me escucharas”.

Muy a menudo, cuando criticamos, el otro responde a la defensiva diciendo, “no soy yo, sino tú el que siempre o el que nunca hace….” respondemos defendiéndonos. De ahí la importancia de no comenzar agrediendo. El antídoto ante la actitud defensiva es tomar responsabilidad sobre nuestra participación en lo sucedido.

Cuando la comunicación ha caído en un intercambio de agresiones, escalamos a la violencia, utilizando el desprecio que es lo que más daña la relación. Despreciamos cuando nos ponemos en un plano superior, rebajando al otro, utilizando la burla, el sarcasmo, escepticismo, insultos y humor hostil.   Esto sucede entre otras cosas, como resultado de guardar pensamientos negativos durante mucho tiempo. El antídoto contra el desprecio es expresar los desacuerdos sin agresividad y demostrar abiertamente el cariño y la admiración.

La evasión es otra de las interacciones agresivas donde se actúa como si la pareja no importara. Estamos tan enfurecidos que durante las discusiones, simplemente hacemos caso omiso del otro. La realidad es que el enojo es tal, que uno de los dos elige permanecer en silencio, en posición cerrada a la comunicación, como si no le importara lo que el otro dice, por miedo a salirse de control si habla. La fisiología del cuerpo avisa que el corazón late a más de 90 pulsaciones por minuto, momento en el que no se puede pensar racionalmente, la respiración es agitada y el antídoto en estas ocasiones es aprender a calmarse mediante ejercicios de respiración o tomarse unos segundos fuera del lugar de discusión.

Estas cuatro interacciones violentas, especialmente el desprecio son las que llevadas a cabo de manera constante, llevan a la pareja a una sensación de soledad, desesperanza y separación emocional.

¿Qué otras formas de comunicación podríamos emplear para acercarnos en lugar de alejarnos?

INICIAR DISCUSIONES CON PLANTEAMIENTOS SUAVES

Se ha comprobado que la manera en la que un conflicto inicia, determina el curso que va a seguir. Si empieza agresivamente, lo más probable es que la violencia escale. El suavizar el inicio de una discusión es una herramienta de comunicación que todos podemos aprender. Es decir, si alguien nos visita y durante la cena tira el vino sin querer, como reaccionamos? Por lo general no lo insultamos diciéndole, “¡que descuidado eres!”, sino que decimos, “no te preocupes, ahora lo limpio, te doy otra copa, no paso nada”. Si podemos ser amables con un invitado, quiere decir que también somos capaces de controlar nuestro enojo, entonces, ¿porqué no hacerlo también con nuestra pareja?

SEAMOS CLAROS

En lugar de pedirle al compañero que adivine lo que pensamos, seamos claros y precisos. Ej.: en lugar de decir, “Ya no te aguanto, siempre me gritas!, “Me sentí triste cuando alzaste la voz anoche.”

APRENDAMOS A REPARAR

Los intentos de reparación son esfuerzos para frenar situaciones conflictivas aceptando responsabilidad en la interacción y evitando que el compañero se sienta lastimado.

A menudo solemos culpabilizar al otro por los problemas, negando nuestra parte de responsabilidad y propiciando que el conflicto escale. Ej.: “si algo se me olvidó, culpo a mi pareja por no haberme recordado”.

¿Cómo frenar el conflicto para que no escale? No busquemos culpables. Esto no es fácil, especialmente cuando hay un cúmulo de resentimientos guardados. Evidentemente, al iniciar una discusión y permitir que salgan todos los rencores, agobiamos a nuestra pareja, la culpabilizamos, escalamos el conflicto y no resolvemos nada. Resulta más constructivo tratar de perdonar, soltando el pasado, estando en la situación actual, dándose a uno mismo y al otro la posibilidad del cambio. También es útil pedir perdón y expresar lo que sentimos. Esto no es fácil de hacer, especialmente cuando hay conflictos no resueltos y cuando el problema tiene una larga historia de resentimientos guardados que conservamos y nutrimos como un gran tesoro del que no podemos o no queremos desprendernos.

Perdonar y pedir perdón son de las experiencias que todos vivimos. Pero ¿De verdad se puede perdonar? Suele decirse, “Puedo perdonar pero no olvidar”. El perdón puede llegar si la vida de pareja empuja por otras ideas o situaciones que son más ricas y abrasantes que la desilusión vivida. Si se ejecutan nuevas acciones y experiencias que amplíen nuestros horizontes y nos pongan en otro lugar como pareja. Entonces, podremos crear otra historia de lo ocurrido, atenuar los rencores, acomodarlos y a veces “olvidarlos”, no en el sentido de “no recordarlos”, sino que no interfieran en la relación.

DEJARSE INFLUIR POR EL OTRO

Aceptar la influencia del otro no significa ceder todo el poder o nunca expresar nuestros sentimientos negativos, nuestras dudas y preferencias. Dejarse influenciar significa tener la apertura para escuchar con respeto el punto de vista del otro, sin hacer oídos sordos a las necesidades, opiniones y valores.

Es casi una paradoja en las relaciones, que la única manera de ser poderosos, es aceptando la influencia del otro, entendiéndolo y cediendo.

SABER CEDER

Para llegar a un acuerdo, es importante dividir nuestra posición en dos áreas: una de flexibilidad y otra de inflexibilidad. Lo ideal es poder identificar aquellas cosas en las que somos diferentes, para que haya un espacio entre ambas, creando diferentes niveles de acuerdos.

Se busca una negociación en los siguientes puntos:

  • Reconocer hasta dónde se puede ceder.
  • En que tiempo se puede alcanzar el acuerdo.
  • Cómo respetar la decisión del cónyuge.
  • Cómo lograr que se respete la decisión propia.

Esto se hace con el principio de “ceder para ganar”.

ACTUALIZAR MAPAS DE AMOR

En lugar de caer en la rutina, se trata de conocer íntimamente el mundo del compañero. Es esa parte de la mente donde almacenamos la información relevante de la vida de nuestra pareja. Esto permite conocer los objetivos vitales del otro, sus preocupaciones y esperanzas. ¿Cómo amar al otro sin conocerlo? Este conocimiento del otro nos permite enfrentar dificultades y conflictos de una mejor manera.

CARIÑO Y ADMIRACION

Al mostrarnos el cariño y admiración, tendremos mejores herramientas para enfrentar las dificultades de la vida, contando con sentimientos positivos y activándolos para solventar las crisis. Cuando admiramos a nuestra pareja, pese a sus errores, la hacemos sentir digna de respeto y cariño.

En cambio, al guardar resentimientos, dejamos de tomar en cuenta los aspectos positivos. Es importante recordar el inicio de la relación, ya que al hacerlo, nos llenamos de nuevo de sentimientos positivos que impiden el deterioro de la relación y contribuyen a avivar las llamas que aun quedan encendidas.

Demostrar el cariño y la admiración permite hacer depósitos en la cuenta bancaria emocional. ¿Qué quiere decir esto? que las experiencias positivas van creando depósitos positivos en esa cuenta, si la positividad supera a la negatividad, siempre tendrán en su cuenta una reserva para enfrentar las dificultades. Estas pequeñas muestras de cariño y admiración hacen grandes diferencias al paso del tiempo y facilitan el sorteo de crisis y conflictos. Nunca hay que dar por hecho que el otro sabe cuanto lo queremos y admiramos, hay que externarlo!

ACERCARSE AL OTRO EN VEZ DE ALEJARSE

Existen momentos cotidianos y breves que parecen intrascendentes y que facilitan y acercan a la pareja. Al darnos cuenta de estos y acercarnos, favorecemos un clima de amistad, conexión e intercambio. Ej.: cuando sabemos nuestra pareja tuvo un día difícil preguntar, estar al pendiente.

DIFERENCIAR ENTRE PROBLEMAS SOLUBLES E IRRESOLUBES

La diferencia entre las parejas felices y las conflictivas no consiste en la resolución de los problemas que no tienen solución, sino en que no se estancan en ellos. Los problemas irresolubles son como las enfermedades crónicas con las cuales tenemos que aprender a vivir; en vez de estancarnos, agredirnos o distanciarnos. Debajo de estos problemas siempre hay sueños, deseos y necesidades profundas que no se ven, hay que identificarlas, respetarlas y aceptarlas. El 69% de los problemas son irresolubles, por lo tanto el objetivo no es resolverlos sino atravesarlos, platicar sobre ellos, incluso con humor. El problema es cuando los irresolubles se estancan, produciendo un círculo vicioso de querer cambiar al otro sin conseguirlo, generando mucho dolor. Ej.: uno de los asume una posición muy pasiva ante los problemas, mientras el otro se muestra activo y controlador.

Cuando elegimos a un compañero a largo plazo, estamos eligiendo inevitablemente, una serie de problemas irresolubles con los que tenemos que convivir. Lo difícil es intentar convencer al otro de su postura, sin darse cuenta de que la misma es expresión de temas profundos de la historia de vida de cada uno, anhelos, sueños, temores, luchas…

Los problemas solubles tienen otro manejo, se pueden revisar y negociar, llegando a resoluciones acordadas que permiten disolverlos. No tienen agendas ocultas, son relativos al tema que se discute y parecen sencillos comparados con los irresolubles, aunque también pueden causar sufrimiento, ya que el que un problema tenga solución, no quiere decir que se solucione.

Sin embargo, los problemas solubles se identifican por ser menos dolorosos e intensos, de más fácil solución y más específicos.

Vivir en pareja hoy en día implica hacer explícito lo implícito, hablar de antemano de lo que resulta importante para nosotros, de lo que esperamos y necesitamos; acordando de manera constante sobre cómo compartir intereses y desarrollo profesional, cómo compaginar tiempos libres, qué nos motiva o nos motivó a casarnos y que puede cambiar una vez que demos el paso; de qué maneras operamos como equipo, convivencia con la familia política, gustos, preferencias y acoplamiento sexual. Preguntarnos como podríamos mejorar, que aspiraciones y sueños tiene cada uno, quién cede durante los desacuerdos, cuando nos sentimos más tomados en cuenta y cuando menos, que aspectos nos incomodan, como planeamos mantener el amor, niveles de religiosidad, relación con amigos y familiares, como compaginar si uno es nocturno y el otro diurno, si uno es planeador y el otro no. Manejo del dinero, como gastarlo, invertirlo y ahorrarlo. ¿Qué sucede si uno de nosotros tiene mayor éxito que el otro y si ese es el caso de la mujer?

¿Qué pasaría si eso que tanto nos molesta de nuestra pareja, nunca cambiara?

A pesar de lo complejo que pueda llegar a ser la vida en pareja, si poseemos amor, voluntad y conciencia para poner en marcha los conceptos mencionados; esas pequeñas acciones, a lo largo del tiempo, pueden definir un camino de grandes cambios y satisfacciones, donde la cuenta bancaria emocional sea tan fuerte y positiva, que logre contrarrestar la más ardua de las tempestades.

Acerca de Frida Ezban

Especialista en terapia familiar.

1 comentario en «El arte de vivir en pareja»

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