Como dice el dicho: Dios los cría y ellos se juntan. Así como en el caso de nuestro Presidente, donde se vio con claridad de qué lado están sus simpatías al renunciar a acudir a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, si no se invitaba a los dictadores de Venezuela, Cuba y Nicaragua, de igual manera, en la región de Oriente Medio ocurrió hace un par de días un encuentro cordial en territorio turco de tres representantes de regímenes que dejan mucho que desear en cuanto a su aprecio por la democracia y las francas prácticas autocráticas de sus máximos dirigentes.
Ankara, la capital turca, fue el lugar donde el mismo día arribaron el canciller ruso Serguéi Lavrov, y el presidente de Venezuela Nicolás Maduro. El primero, para encontrarse con su homólogo turco Mevlut Cavusoglu, y el segundo para reunirse con el primer mandatario Erdogan. Lavrov no está sujeto a ninguna restricción turca para su ingreso al país, como si lo estuvo dos días antes, cuando tuvo que cancelar su viaje a Serbia, al haberse rehusado Bulgaria, Macedonia del Norte y Montenegro, miembros de la OTAN, a permitir el uso de su espacio aéreo a la aeronave que transportaba al canciller ruso.
Las conversaciones entre los cancilleres turco y ruso presuntamente versaron acerca de la propuesta de establecer un corredor que permita la salida de los cereales ucranianos para su exportación. Hasta ahora, esa preciada carga ha estado bloqueada por los rusos en los puertos ucranianos del Mar Negro a los que tienen bloqueados las fuerzas militares de Moscú. No trascendió si también se abordó el papel que Turquía está jugando para impedir el ingreso de Finlandia y Suecia a la OTAN, cuestión sobre la cual existe un evidente interés ruso de que de ninguna manera se dé.
En cuanto a la visita de Maduro, éste fue recibido con honores al llegar al encuentro con Erdogan en su limusina Mercedes. La relación entre ambos gobiernos ha sido de gran cordialidad: Erdogan fue el primer presidente turco que visitó Venezuela en 2018, mientras que Maduro ha estado en Turquía en varias ocasiones. Los estrechos lazos entre ambos gobiernos datan de 2016, cuando Maduro fue uno de los primeros mandatarios en condenar el fallido golpe de Estado en Turquía, además de que se sabe que Venezuela transfiere oro a ésta, mediante operaciones turbias en las que presuntamente están involucradas agrupaciones criminales. El comercio entre ambas naciones se calcula hoy en 850 millones de dólares, mientras que en 2019 era tan sólo de 150 millones.
Ambos países han firmado acuerdos en las áreas de turismo, agricultura y banca, además de compartir fuertes resentimientos hacia Estados Unidos debido a las sanciones impuestas por Washington a ellos. Muchas más sobre Venezuela, aunque también destacan las sanciones vigentes en cuanto al abasto militar a Turquía, al haberse negado el gobierno de Biden a proporcionarle los ultramodernos aviones de combate F-15 como represalia por haber adquirido Erdogan de los rusos el sistema de defensa de misiles S-400.
Durante la visita de Maduro a Ankara, el miércoles pasado, Erdogan habló públicamente acerca de la unilateralidad e injusticia de las sanciones a Caracas, expresando que “siempre estaremos con el pueblo amigo y hermano de Venezuela”.
En esta alianza tripartita que agrupa a Ankara, Moscú y Caracas resulta evidente en qué consiste el cemento que los une. Se trata de regímenes encabezados por poderosos líderes autócratas que han abandonado las prácticas democráticas hasta casi su extinción, pretendiendo eternizarse en el poder y haciendo uso de la represión brutal a la libre expresión y a cualquier disidencia política. En los tres países se registra con absoluta claridad la violación impune de los derechos humanos y el uso cotidiano del discurso populista que enarbola con persistencia un nacionalismo trasnochado para justificar sus tropelías y corruptelas que han empobrecido y tiranizado a sus respectivos pueblos.
Si bien es un hecho que la pertenencia de Turquía a la OTAN sigue siendo un punto de contacto que mantiene vigente su relación con sus copartícipes en dicha alianza militar, es incierto por cuánto tiempo podrá seguir jugando ese papel ambivalente. La invasión de Putin a Ucrania puede ser probablemente la prueba de fuego que determine de qué lado de la historia se colocará Erdogan. En los casos de Putin y Maduro no queda ya duda de a qué bando gustosamente pertenecen.
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