El Camino judío. Antonio Escudero Ríos dialoga con el politólogo Daniel Fernández de Miguel.

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A nuestras madres,in memoriam.
A Manuel Tena González,Teodoro Delgado Ayala y Principe Galín,también en el recuerdo-

Lo que los hombres llaman imperio es una discordia
y una guerra incesante a escala mundial.
En la tierra, la única alegría reside en el descanso del eremita.
De un poema escrito por el sultán Solimán,
al que llamaron el Magnífico,
descubierto tras su muerte,
ocurrida en 1566.

1 – ¿Le parece contradictorio que un pueblo tan definido como el judío se haya constituido sobre unos caminos hechos al andar?

En el Soneto del caminante, el poeta cubano José Ángel Buesa nos enseña que “el camino nace del caminante”. Y del caminante judío surgió la Halajá, la ley judía, que no por casualidad significa “camino”. Ésta proporcionaría el refugio y consuelo que, tras la destrucción del Segundo Templo, la autoridad política ya no podía proporcionar. El camino ha sido, en consecuencia, el hogar de los judíos; su sendero, en ocasiones lleno de espinas, ha sido el del autodescubrimiento permanente. Una ruta de casi dos mil años que diferencia al pueblo judío de la mayor parte de otros ejemplos conocidos de migraciones y asentamientos de grupo. La resiliencia, templanza y fortaleza que proporciona este recorrido histórico no tiene parangón. Como bien explicó Viktor Frankl, el talante con que se acepta un ineludible destino y todo el sufrimiento que le acompaña, ofrece una singular oportunidad –incluso bajo las circunstancias más adversas- de dotar a la vida de un sentido más profundo.


2 – Teniendo en cuenta que no hay pueblo como el judío que se haya constituido sobre las Escrituras como ley y mandato divino, ¿serían los profetas los primeros constructores de la historia –tal como la entendemos–no solo empujada desde atrás, sino reclamada desde delante, desde el futuro?

En efecto, muy interesante reflexión. Los profetas no se limitaban simplemente a anunciar el futuro, sino que, acompañados por el pueblo, estaban llamados a ser creadores de la historia. El cristianismo heredó la noción profética del judaísmo.

3 — Parece que el pueblo judío, más que la reivindicación de un espacio, ha estado buscando el tiempo, su tiempo, su historia, ¿es también ese su parecer?

Para los judíos, el refugio en la religión, con el cumplimiento de sus normas, vino a suplantar la ausencia de un espacio propio, de un Estado. Los judíos eran, según decía Goethe, el pueblo más persistente de la Tierra, precisamente porque no dependían de un espacio: su nación era nación solo en virtud de sus textos, de sus valores y deberes morales rectores. Ya en el mundo moderno, cuando tiene lugar el proceso de construcción de los Estados nacionales, nos encontramos con que los límites de éstos son demasiado estrechos como para definir a los judíos, y los horizontes de la tradición nacional demasiado limitados como para reconocer su identidad.

4- —¿No cree que la historia, en el caso de los judíos, más que una historia basada en el progreso es una historia sagrada, es una historia ucrónica de la divinidad en los hombres, de la palabra de Dios hecha escritura, una y otra vez?

El concepto de Modernidad implica que el ayer difiere radicalmente del hoy, así como el mañana no será igual al hoy. Pero en el caso de los judíos, bien podría citarse a Thomas Mann, cuando decía de ellos que constituyen un vínculo entre el presente y el más profundo pasado, “contemplando nuestro mundo con los ojos oscuros e inteligentes de otro mundo anterior, constituyendo, con la antiquísima sabiduría de su sangre, sus dolorosas experiencias, su probada espiritualidad y su irónica razón, un correctivo de nuestras pasiones”.

5 -—¿Cómo se combina según usted la depurada individualidad judía con el sentimiento de colectividad de este pueblo?

Esa aparente contradicción entre el individuo y la comunidad, en realidad no es tal. No hay grandes individualidades sin un sustrato del que emergen y que las sustenta. La genialidad judía, esa capacidad asombrosa que se manifiesta, por ejemplo, en que siendo un 0,2% de la población mundial, los judíos hayan obtenido un 20% de los Premios Nobel, es producto de una tradición colectiva milenaria que ha sido capaz, desde el helenismo hasta la cultura occidental contemporánea, de absorber como ningún otro pueblo las formas más innovadoras y modernas de pensamiento. Durante muchos siglos, los judíos fueron gentes que conscientemente se negaban a aceptar la verdad (la certeza cristiana) cuando se les daba la ocasión de hacerlo. Esa heterodoxia, esa capacidad de pensamiento crítico, ha otorgado a los judíos una ventaja comparativa frente al resto.

6 -—Hay una ambivalencia contradictoria entre las gentes respecto al judío. Por una parte es un pueblo respetado y temido, por otra parte hay una actitud de rechazo hacia él, que se manifiesta en expresiones populares y despectivas, por ejemplo «perro judío», «hacer una judiada», «ser un fariseo», etcétera. ¿Qué opina de ello?

Como señala Zygmunt Bauman, lo más llamativo de la construcción del concepto de “el judío” por la Iglesia cristiana, trasladado luego al mundo moderno, es su sincretismo. Reunía significados de lo más dispares y contradictorios entre sí, y por eso mismo, servía como chivo expiatorio en todo tipo de contextos locales. El judío ha sido el enemigo arquetípico de la claridad y de la inviolabilidad de los límites y de las identidades. En la modernidad, es precisamente la homogeneización social, la abolición de las antiguas barreras sociales entre judíos y cristianos, la desaparición de los viejos límites, lo que desencadenará un antisemitismo con un potencial todavía más letal que en el pasado. Afortunadamente, junto a este odio paranoico a los judíos ha coexistido el aprecio, la admiración y solidaridad hacia ellos por parte de numerosas personalidades.

7 -Existe una penetración de lo judío en lo sagrado –incluso en el pensamiento de sus prohombres más modernos y racionalistas– como temor de Dios, como acatamiento del mandato divino, como escritura sagrada. Es curiosa, ¿no cree? Esa mezcla entre racionalismo científico y acatamiento de la divinidad.

La cultura judía nació y perduró resaltando lo sagrado de la vida humana. Pero sería a partir de Maimónides, ya en el siglo XII, cuando para un número cada vez mayor de judíos se consagró la necesaria coexistencia entre intelecto y espíritu, entre razón y fe. De acuerdo con Amos Oz, que reformula a su vez a Berdyczewski, el pueblo judío no ha sido un pueblo porque pensara así y así, sino que ha sido un pueblo porque leía así y así. Es decir, el pueblo judío, existe al lado de su religión, pero también más allá de su religión. Pueblo y fe cohabitaron durante una larga franja histórica, pero el colapso de uno no tiene por qué producir el colapso del otro.

Acerca de Antonio Escudero Ríos

Nació en 1944 en Quintana de la Serena, Badajoz. Hizo las carreras de Filosofía y Publicidad en Madrid en donde reside desde 1960. Es editor literario e investigador de Judaica. Ha realizado ediciones facsimilares de la Guía de los Perplejos, el Cuzarí y de la obra de Isaac Cardoso. Dirigió las Jornadas Extremeñas de Estudios Judaicos en Hervás, en 1995, con Haim Beinart. Fue Director de las Actas del mencionado Congreso, publicadas en 1996. Colaborador en las revistas judías Raíces, Los Muestros, Maguem y Foro de la vida judía en el mundo, entre otras publicaciones. Creador, junto a otros entusiastas, de la Orden Nueva de Toledo, Fraternidad dedicada a la defensa plural de Israel y el Líbano cristiano, así como combatir el antisemitismo. Ha plantado miles de árboles, y construido, con Don Jaime Botella Pradillo, un jardín dedicado a los Justos de las Naciones en Las Navas del Marqués, en tierras de Castilla.

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