El camino judío: Conversación con Agustín García Calvo: un homenaje a la hora de su muerte

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EL PROFESOR AGUSTÍN GARCÍA CALVO —gramático, lingüista y catedrático de Latín en la Universidad Complutense de Madrid recientemente fallecido— había estado presente en las secciones culturales de la prensa a comienzos de 1993 por la edición de su obra Contra el Tiempo, un ensayo que dirige sus polémicos dardos contra «la filosofía, el capital y la ciencia», como ha sintetizado algún crítico, y a favor del sentido común y de la poesía, como ha sintetizado el propio autor. En esta entrevista con nuestro colaborador Antonio J. Escudero Ríos, publicada en RAÍCES número 16 de otoño de 1993, nos habla acerca de asuntos tales como el destino judío, su identidad y papel en la Historia. Las respuestas, revisadas en su momento por el propio profesor García Calvo, incorporan su particular grafía, en especial la referida al empleo de las mayúsculas.

I.

Usted dice frecuentemente que «no hay camino», como en los versos de Antonio Machado se dice que «se hace camino al andar». Ligando esto con el destino del pueblo judío, con su constante peregrinación buscando una tierra donde asentarse, le preguntaría si no le parece contradictorio que un pueblo tan «definido» como el judío se haya constituido sobre unos caminos hechos al andar, sin una meta precisa conseguida, salvo su asentamiento en Israel.


—El problema primero es ese de la definición: a mí me gustaría poder decir que no sé qué es «pueblo judío», y ciertamente en cuanto pueblo o gente es una contradicción, porque pueblo es algo indefinido, así como «no tiene patria» no tiene definición. Lo malo es que con los judíos, primero cuando conquistaban bajo la orden de Jehová y mucho más todavía después de la expulsión y la diáspora, el esfuerzo por reducirlo a definición ha sido especialmente sañudo, de manera que se ha querido que el padecimiento y la desgracia, más o menos común, de unas gentes se convierta en conciencia y en identidad; hasta el punto de que podría decirse que la creación del Estado de Israel, es decir la dotación de patria para los judíos dispersos, ha sido la culminación de ese proceso. No se me alcanza muy bien por qué, o más bien por qué combinación de múltiples factores, se ha tenido que elegir a los judíos para representar de una manera especialmente enconada ese proceso de reducción de pueblo libre a su identidad y su conciencia, viniendo a ser así, en un sentido inesperado, «el pueblo elegido». En todo caso, la diáspora y la perpetua huida del judío errante podrían interpretarse como una huida, siempre renovada, de la reducción a la identidad.

II.

Dice usted que la Historia comenzó con la Escritura. Teniendo en cuenta que no hay pueblo como el judío que se haya fabricado sobre las Escrituras, como Ley y como mandato divino, ¿serían los profetas hebreos los primeros constructores de la Historia –tal como la entendemos–no sólo empujada desde atrás sino reclamada desde adelante, desde el Futuro?

—Desde luego, en cuanto al origen de la Historia en el Futuro (según –en contra de la opinión dominante– he denunciado muchas veces), el papel de los profetas de la corte de Israel fue sin duda decisivo, y es de la confluencia entre esa amenaza contra el rey convertida en Profecía y el establecimiento entre los historiadores griegos de una interpretación de los acontecimientos como testimonio de una Fortuna o Sino del mundo, de donde ha surgido lo que entre nosotros domina como conciencia histórica y que ha venido progresivamente dominando la conciencia y las vidas hasta el punto de que la historia como sucesión de hechos y la Historia como su fijación escrita han venido a confundirse. Que aquél desarrollo de la profecía entre los judíos y la peculiar adhesión de los judíos al escrito tenga entre sí una profunda relación me parece claro, pero sería largo y complicado de desarrollar. En todo caso con lo que la escritura (comienzo de la Historia) tiene una relación más inmediata es con el exacerbamiento de la conciencia a que antes aludíamos, como que la escritura no es otra cosa que la primera vuelta del lenguaje sobre sí mismo, y por ende su sumisión a la Conciencia y al Poder.

III.

Parece que el pueblo judío, más que la reivindicación de un espacio, ha estado siempre buscando el tiempo, su Tiempo, su Historia. ¿Es también ese su parecer?

—Me parece una observación razonable y que viene a formular, de un modo más general, lo que antes veníamos hablando acerca del «camino» y de «historia». Porque decíamos que la huida y la diáspora a través de los siglos, más que entenderse como la busca de un espacio o territorio (en lo que sólo con la creación del Estado de Israel se habría convertido), puede considerarse como una huida de la sumisión a la Idea, que en definitiva es espacio; ahora bien, lo que domina, no ya entre los judíos sino en todo el mundo de la Cultura dominante, es el progresivo intento de ideación, y con ello cómputo, del tiempo, esto es su conversión en un Tiempo ideado, y contado, que por ello mismo es espacio: podría decirse que nuestro destino, nuestra última patria, no sólo de los judíos sino de todos nosotros, consiste en un Tiempo que es justamente la culminación y la victoria de la Historia sobre las vidas y los pueblos indefinidos.

IV.

¿No cree que esa historia en el caso de los judíos, más que una historia basada en el Progreso es una Historia Sagrada, es una historia ucrónica de la Divinidad en los hombres, de la palabra de Dios hecha Escritura contada una y otra vez’?

—Sí, así es, así puede decirse; pero hay un peligro de confusión en su formulación misma: es a saber, que los tiempos cambian aunque justamente para seguir igual; y así es que nos gusta ahora llamar sagrado o religioso a aquello que se refiere a «otros tiempos» más o menos antiguos o primitivos, por ejemplo a los de Moisés y Jehová dando órdenes desde lo Alto al Pueblo elegido, mientras que presumimos de que lo que ahora tenemos es, en cambio, laico y científico; pero eso no es verdad: simplemente padecemos la forma de Religión que nos toca, y Dios entre nosotros se disfraza con los nombres de la Banca y de la Ciencia. Así es que ahora como siempre lo que hay es una lucha entre un pueblo vivo y no creyente y un Dios (el mismo con diferentes caras) que lo domina y lo convierte en masa de creyentes.

V.

¿Cómo se combina según usted la depurada individualidad judía con el sentimiento de colectividad de este pueblo?

—Para entender eso, hay que recordar lo que ya antes le sugería de que el llamado Pueblo Judío, pese a su peculiaridad, o más bien en virtud de ella misma, debe entenderse como representante de la Humanidad triunfante en general, es decir bajo la forma de la cultura dominante. Y entonces, esa aparente contradicción que justamente me anota usted entre la individualidad exacerbada y la solidaridad más maciza en un destino común, es el reflejo de la situación general que el mundo desarrollado nos manifiesta: no hay contradicción verdadera, porque la Masa solidaria y uniforme en su conformidad a un Destino, en contra de lo que nos cuentan está compuesta no de otra cosa que de individuos; y así es que cuanto más ideada y contada está la Masa, más cenada y definida es la unidad de cada uno de sus elementos, los entes personales: tanto más es definitivo y mortal mi propio Documento de Identidad cuanto más pertenezco a un Estado o Institución bien contado y constituido, y tanto más es perfecta la Masa cuanto más perfecto y condenado a sí mismo es cada uno de sus individuos componentes.

VI.

Hay ambivalencia contradictoria entre las gentes respecto al judío. Por una parte es un pueblo respetado y temido, pero por otra parte hay una actitud de rechazo hacia él que se manifiesta en expresiones populares y despectivas, por ejemplo: «perro judío», «hacer una judiada», «ser un fariseo», etcétera. ¿Qué opina usted de ello?

—La actitud de aversión al judío es más bien herencia de «otros tiempos» en que los judíos se habían arreglado para representar el Capital y la Banca, en gran medida, y por tanto teniendo respecto al rey la ambivalente relación de serle necesarios (en cuanto el Estado necesitaba del Capital), pero por ello mismo odiosos; los súbditos reproducían en su actitud la del Poder mismo. Es notorio cómo esa actitud se tradujo entre otras cosas en inculpación con respecto a la muerte de Jesús (olvidando trabajosamente el hecho de que él también era judío) y cómo eso dio lugar a locuciones y configuraciones del judío que en definitiva, volviéndose el proceso sobre sí mismo, en el sentido inverso vendría a dar por parte del Poder en las actuaciones de la Inquisición con los Reyes Católicos o de Hitler y sus campos. Claro está que con el progreso del Progreso, en el Desarrollo, habiendo venido a cumplir su fusión casi total Capital y Estado, esa ambivalente reacción entre los súbditos no tiene apenas ya vigencia, y sólo en algunos grupos cerrados (necesarios por otra parte dentro del ámbito del Desarrollo) se mantienen vigentes los sentimientos de repulsa que tratan desesperadamente de encontrar en los judíos, como en otros tiempos, el «chivo expiatorio».

VII.

Existe una penetración en lo judío de lo sagrado –incluso en el pensamiento de sus prohombres más modernos y racionalistas– como «temor de Dios», como acatamiento del mandato divino, como Escritura Sagrada. Es curiosa, ¿no cree?, esta mezcla entre racionalismo científico y acatamiento de la Divinidad.

—Lo es, sí, pero sencillamente en cuanto reveladora de la falsa contradicción entre Religión y Ciencia de que antes hemos hablado, y no creo tampoco que sea específica de los pensadores o prohombres de origen judío, sino también general a nuestro mundo. «Sagrado» suele, por un lado, querer aludir al respeto de lo desconocido, pero, por otro lado, viene a ser el objeto de la Fe, esto es, del Saber más imperioso y reconocido; lo cual, por cierto, está bien representado en la propia figura de Jehová, que reemplazando a los elohim más o menos indefinidos, y desconocidos, viene a ser, por el contrario, la figura misma del «Ser el que es», del Saber y del Poder. Así que lo que se da, en «otros tiempos», como entre nosotros, es una oposición entre los restos de desconocimiento y de respeto a lo desconocido que puedan seguir viviendo en los pensamientos y corazones, y una Religión de lo Conocido en cuanto objeto de Saber o Fe, y temido en cuanto sabido, cuya forma hoy dominante es la de la Ciencia Positiva. Claro que hay que añadir, puesto que, hablando de judíos, no podrán menos de asaltarnos los nombres y los manes de Freud, Marx, Einstein, que de vez en cuando sucede también que, hasta entre los ilustrados puede surgir un pensamiento verdaderamente irreligioso o negativo, es decir descubridor de las falacias y contradicciones de la Fe o Saber impuestos, contra el Temor de Dios.

 

Raíces, revista de cultura judía.

Acerca de Antonio Escudero Ríos

Nació en 1944 en Quintana de la Serena, Badajoz. Hizo las carreras de Filosofía y Publicidad en Madrid en donde reside desde 1960. Es editor literario e investigador de Judaica. Ha realizado ediciones facsimilares de la Guía de los Perplejos, el Cuzarí y de la obra de Isaac Cardoso. Dirigió las Jornadas Extremeñas de Estudios Judaicos en Hervás, en 1995, con Haim Beinart. Fue Director de las Actas del mencionado Congreso, publicadas en 1996. Colaborador en las revistas judías Raíces, Los Muestros, Maguem y Foro de la vida judía en el mundo, entre otras publicaciones. Creador, junto a otros entusiastas, de la Orden Nueva de Toledo, Fraternidad dedicada a la defensa plural de Israel y el Líbano cristiano, así como combatir el antisemitismo. Ha plantado miles de árboles, y construido, con Don Jaime Botella Pradillo, un jardín dedicado a los Justos de las Naciones en Las Navas del Marqués, en tierras de Castilla.

1 comentario en «El camino judío: Conversación con Agustín García Calvo: un homenaje a la hora de su muerte»
  1. Hola Antonio,
    Tiempos son éstos de accionar, mucho más que de filosofar. La “Palabra” no nos otorgará ni “Seguridad” ni “Continuidad” como “Pueblo”.  Basta hojear la Prensa Internacional y ver una peligrosa oleada antisemita, antijudía ó como quiera llamársela. Basta retrotraerse a “conocidos y repetidos albores” de esta naturaleza a través de la Historia para saber en que pueden terminar.
    Adoro la poesía, pero cuando de contenido se nutre y las alertas reposan.
    Y no parece ser que de poesía podamos, distraer nuestras almas, ahora.
    Y lamento discrepar con Antonio Machado en que “se hace camino al andar”.
    Los caminos están trazados. Lo estuvieron mucho antes de que habitáramos estas geografías de este planeta. Qué camino elegir: ese será nuestro dilema. ¡El famoso libre albedrío! Pero sólo para algunos. Porque es un lujo de pocos:¡¡Poder elegir!!…
    Muchos apenas pueden transitar el camino que, Por  su posición y condición x nacimiento, simplemente se les es concedida. Y no tienen opciones. Y para  ellos no “se hace el camino al andar”; porque cuando nacieron: su destino, su vida y su camino: ya estaba escrito, tatuado y sellado. 
    Nada mal estaría, Antonio, que dieras una hojeada a una de mis primeras columnas: “Siempre de Pie”. Menos ruido y más nueces…¿cómo las habrá en en los nogales de tus bosques?   Y aclaro y dejo en claro: bello es filosofar: pero reitero: TIEMPO ES AHORA DE ACTUAR.
    mirta s. kweksilber, en tiempos de violencia y antijudaismo sin filtro
     

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