El camino judío. Entrevista a Jesús Ferrero

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JESÚS FERRERO es un escritor español nacido en Zamora en 1952. Licenciado en Historia Antigua por la Escuela de Altos Estudios de París, ganó el Premio Ciudad de Barcelona en 1982 con la novela Bélver Yin. En 1986 firmó, junto al cineasta Pedro Almodóvar, el guion de la película Matador. Sus tres primeros libros de poesía fueron Río Amarillo (1986), Negro sol (1987) y Ah mira la gente solitaria (1988). Un nuevo poemario, Las noches rojas, fue Premio Internacional Barcarola de Poesía 2003. Ferrero también ha publicado una obra de teatro, Las siete ciudades del Cíbola (1999), y resultó ganador del Premio Internacional de Novela Plaza & Janés por El efecto Doppler. Algunas de sus obras han sido traducidas al inglés, al alemán, al francés o al chino, entre otras lenguas. Recibió además el Premio Azorín 1997 por El último banquete, fue finalista del Premio Fundación José Manuel Lara 2004 con Las trece rosas, obtuvo el Premio Anagrama 2009 por Las experiencias del deseo. Eros y misos, el Premio Fernando Quiñones 2011 por El hijo de Brian Jones y el Premio de Narración Breve UNED 2013 con el relato El Paraíso.

ANTONIO ESCUDERO Ríos nació en 1944 en Quintana de la Serena, Badajoz. Hizo las carreras de Filosofía y Publicidad en Madrid en donde reside desde 1960. Es editor literario e investigador de Judaica. Es colaborador de las revistas judías RAÍCES, Los Muestros, Maguén y Foro de la vida judía en el mundo, entre otras publicaciones.

¿Le parece contradictorio que un pueblo tan definido como el judío se haya constituido sobre unos caminos hechos al andar?


—No. Los pueblos nómadas suelen estar tan constituidos como los sedentarios. Se observa perfectamente en los pueblos nómadas del Amazonas que estudió LéviStrauss. Viajan por la selva, pero llevan a todos los lugares su estructura social y la configuración del poblado. Todos los pueblos semitas que fueron surgiendo de la península arábica (fenicios, nabateos, judíos), estaban ya constituidos antes de asentarse en otros lugares. A menudo he llegado a pensar que los pueblos nómadas están más sólidamente constituidos que los sedentarios. «La ciudad va contigo a donde vayas», decía Cavafis. Lo mismo cabe decir de los pueblos: tu cultura va contigo a donde vayas.

—Teniendo en cuenta que no hay pueblo como el judío que se haya constituido sobre las Escrituras como ley y mandato divino, ¿serían los profetas los primeros constructores de la historia –tal como la entendemos–no solo empujada desde atrás, sino reclamada desde delante, desde el futuro?

—Toda escritura, personal o colectiva, está en cierto modo marcando un destino. Lo que tú o yo escribimos atañe a nuestro pasado, pero también a nuestro futuro. En el caso de los judíos está meridianamente claro. La Biblia es el pasado, pero también el futuro. Creo que todo el Libro está lleno de profecías, no solo los textos referidos a los profetas. La Biblia quiere poseerlo todo: el pasado, el presente, el futuro. La Biblia quiere poseer el tiempo, adueñarse plenamente de él y darle un sentido divino y trascendental.

—Parece que el pueblo judío, más que la reivindicación de un espacio, ha estado buscando el tiempo, su tiempo, su historia, ¿es también ese su parecer?

—Creo que esa búsqueda atañe a todos los pueblos, con o sin escritura, si bien en el caso judío esa búsqueda se convierte en la llave que abre la puerta tanto del tiempo discursivo como de la eternidad. La llave del ahora sin más y la llave del tiempo total.

—¿No cree que la historia, en el caso de los judíos, más que una historia basada en el progreso es una historia sagrada, es una historia ucrónica de la divinidad en los hombres, de la palabra de Dios hecha escritura, una y otra vez?

—Como lector permanente de la Biblia, creo que en el Libro de los Libros se detectan las dos corrientes: la historia como manifestación perpetua de lo sagrado, y la historia como narración de las adversidades, de las coyunturas, de las dichas y desdichas del pueblo hebreo. En esa segunda variante de la historia, observamos en el texto bíblico adelantos y retrocesos vinculados a Dios, desde luego, pero también vinculados a las coyunturas materiales y a las determinaciones terrenales, en el más prosaico y humano sentido de la palabra.

—¿Cómo se combina según usted la depurada individualidad judía con el sentimiento de colectividad de este pueblo?

— El sentimiento de colectividad del pueblo judío ha sido a menudo una consecuencia de la persecución a la que ha sido sometido por los cristianos, los musulmanes, los nazis, los soviéticos… Antes de la irrupción del nazismo, había muchos judíos descreídos que no pisaban la sinagoga y que no le daban demasiada importancia a su origen hebreo. El mismo Alfred Dóblin, uno de mis novelistas preferidos, apenas le daba importancia a su condición de judío, hasta que le cayó encima el nazismo con todas sus consecuencias. A Husserl le pasó algo parecido, y a Freud. Pero respondiendo a tu pregunta, creo que el universo hebreo ha sabido combinar siempre muy bien individualidad y colectividad. La razón de ese acierto en la combinación puede que esté en las escuelas talmúdicas y en el amor a la discusión permanente, solo comparable al fervor dialéctico de los antiguos griegos.

—Hay una ambivalencia contradictoria entre las gentes respecto al judío. Por una parte es un pueblo respetado y temido, por otra parte hay una actitud de rechazo hacia él, que se manifiesta en expresiones populares y despectivas, por ejemplo «perro judío», «hacer una judiada», «ser un fariseo», etcétera. ¿Qué opina de ello?

—En lo que se refiere a los países vinculados al cristianismo, parte de la culpa la tiene el Nuevo Testamento que, digan lo que digan, es bastante antisemita. Al parecer no lo era al principio, pero por razones coyunturales empezó a serlo a partir de un determinado momento. Creo que ahí está el origen del mal. Del Nuevo Testamento proceden conceptos como el de «fariseo», todavía de uso corriente para definir la hipocresía solemne y cínica, la misma que exhibían los fariseos del evangelio ante Jesucristo. También procede del Evangelio el concepto «barrabasada», para referirse a una acción disparatada y más bien frívola, susceptible de provocar serios daños a algo o a alguien. Y bien, si nos fijamos en el episodio de Barrabás del texto evangélico, ¿quién cometió la barrabasada? Evidentemente los judíos, que perdonaron la vida al bandido Barrabás y condenaron a muerte a Jesucristo. Se trata, por supuesto, de una operación dialéctica totalmente tendenciosa por parte de los cristianos. Es probable que ese fuera en el origen el sentido de la palabra barrabasada, si bien ahora tiende a significar simplemente travesura más o menos grave y de carácter infantil. Todavía es frecuente oír a alguna madre decir: «Mi niño acaba de hacer una barrabasada», como no es infrecuente oír a alguien murmurar: «Te estás comportando como un fariseo».

Existe una penetración de lo judío en lo sagrado –incluso en el pensamiento de sus prohombres más modernos y racionalistas– como temor de Dios, como acatamiento del mandato divino, como escritura sagrada. Es curiosa, ¿no cree? Esa mezcla entre racionalismo científico y acatamiento de la divinidad.

—Pienso que el Dios bíblico tiene mucho que ver con la conciencia específica. Lo diré de otro modo: con la conciencia de la especie humana. El temor a Dios en el pueblo hebreo es ‘también temor al Hombre, y el amor a Dios es igualmente amor al Hombre como especie, como totalidad, y hasta como «divinidad». La cultura hebrea y la antigua cultura griega son las que más han colaborado para crear una verdadera conciencia de la especie humana y las que más han trabajado para humanizar y divinizar al Hombre. En lo que se refiere a nuestro tiempo, creo que los pensadores judíos que han escrito su obra después del Holocausto han sido los más comprometidos con la verdad. Me refiero desde luego a Lévinas y a Buber, pero también a Derrida, cuya canción fúnebre dedicada a Lévinas no tiene desperdicio, y es de una densidad escalofriante. Lévinas y Buber me han iluminado mucho y me han ayudado de diferentes maneras a plantearme el concepto Humanidad de forma más sólida, más contradictoria (en el mejor sentido de la palabra) y más profunda. Mi vida es menos oscura desde que me salieron a paso y entré en relación con sus escritos. De Lévinas había oído hablar mucho en mi juventud, pero no quería leerlo por considerarlo un heideggeriano. Fue Esther Bendahan la que me pasó un libro de él, y desde entonces es uno de mis pensadores preferidos. Para mí es el filósofo de la Conciencia, en el más amplio sentido de la palabra. De la conciencia de uno mismo y de la conciencia del otro. Algo parecido cabe decir de Buber, y especialmente de su libro sobre el concepto Hombre.

 

Raíces. Revista judía de Cultura. Invierno de 2013-2014.

Acerca de Antonio Escudero Ríos

Nació en 1944 en Quintana de la Serena, Badajoz. Hizo las carreras de Filosofía y Publicidad en Madrid en donde reside desde 1960. Es editor literario e investigador de Judaica. Ha realizado ediciones facsimilares de la Guía de los Perplejos, el Cuzarí y de la obra de Isaac Cardoso. Dirigió las Jornadas Extremeñas de Estudios Judaicos en Hervás, en 1995, con Haim Beinart. Fue Director de las Actas del mencionado Congreso, publicadas en 1996. Colaborador en las revistas judías Raíces, Los Muestros, Maguem y Foro de la vida judía en el mundo, entre otras publicaciones. Creador, junto a otros entusiastas, de la Orden Nueva de Toledo, Fraternidad dedicada a la defensa plural de Israel y el Líbano cristiano, así como combatir el antisemitismo. Ha plantado miles de árboles, y construido, con Don Jaime Botella Pradillo, un jardín dedicado a los Justos de las Naciones en Las Navas del Marqués, en tierras de Castilla.

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