El Cementerio Judío de Bagdad: Un Tesoro Histórico Destruido en Irak

Por:
- - Visto 238 veces

El antiguo cementerio judío de Bagdad, reliquia de una comunidad judía que alguna vez floreció, guarda en su tierra las historias de generaciones de judíos iraquíes que durante siglos contribuyeron al tejido social, cultural y económico de Irak. Este cementerio no era solo un lugar de descanso para los muertos, sino también un símbolo de las profundas raíces de la vida judía en Bagdad, una ciudad que alguna vez albergó una de las comunidades judías más vibrantes del mundo árabe.

Un repaso histórico: De Jerusalén a Babilonia
La presencia judía en Mesopotamia se remonta a uno de los eventos más traumáticos de la historia judía: la destrucción de Jerusalén y del Primer Templo en el año 586 a.C. por el rey Nabucodonosor. Tras la caída de la ciudad, los babilonios exiliaron a gran parte de la población judía hacia Babilonia, marcando el inicio de la diáspora judía. Entre los deportados se encontraban miembros de la dinastía davídica, como Jeconías y Sedequías, los últimos reyes de Judá.

Los judíos exiliados, aunque afligidos por la pérdida de su tierra natal, se adaptaron a sus nuevas circunstancias en Babilonia. Establecieron una comunidad vibrante, manteniendo sus tradiciones religiosas mientras se integraban en el tejido económico y social de Mesopotamia. Con el tiempo, Babilonia se convirtió en un centro de aprendizaje y cultura judía, dando lugar al Talmud Babilónico, una de las obras más significativas de la erudición religiosa judía.


Para cuando Mesopotamia fue conquistada por los ejércitos árabes, la vida judía ya estaba profundamente arraigada. La ubicación estratégica de la ciudad en el río Tigris y su papel como centro de comercio y cultura atrajeron a comerciantes, eruditos y artesanos judíos. Bagdad se convirtió en el hogar de una próspera comunidad judía, cuyas contribuciones al comercio, la medicina y la ciencia fueron integrales a la edad dorada de la ciudad.

El cementerio judío: un lugar sagrado
En el siglo XIX, a medida que crecía la población judía de Bagdad, la comunidad estableció un cementerio en el distrito de Bab al-Sharqi. Este cementerio se convirtió en un espacio sagrado donde las familias enterraban a sus seres queridos, marcaban eventos comunitarios significativos y preservaban la memoria de las generaciones pasadas. Las lápidas, a menudo inscritas con epitafios en hebreo y judeo-árabe, reflejaban la mezcla de tradiciones antiguas y cultura local que caracterizaba al judaísmo iraquí.

El cementerio también era un testimonio de la resiliencia de la comunidad a lo largo de siglos de adversidades. A pesar de períodos de persecución, los judíos en Bagdad mantuvieron una fuerte presencia, contribuyendo a la vitalidad cultural y económica de la ciudad. A principios del siglo XX, los judíos representaban una parte significativa de la población de Bagdad, con escuelas, sinagogas y negocios prósperos.

La evacuación del cementerio y sus consecuencias
La destrucción del antiguo cementerio judío de Bagdad bajo la presidencia de Ahmed Hassan al-Bakr marcó un capítulo sombrío en la desaparición de una presencia judía que alguna vez fue vibrante en Irak. Este cementerio no era solo un lugar de entierro, sino también un monumento a generaciones de vida judía en Bagdad. Entre los enterrados allí se encontraban víctimas del Farhud—el terrible pogromo de 1941—y, muy probablemente, algunos de mis propios antepasados. Su profanación y la construcción posterior de la Terminal de Autobuses Al-Nahda para Viajeros (محطة النهضة لنقل المسافرين), que aún permanece en pie, representan una herida profundamente personal para quienes rastreamos nuestra herencia en la comunidad judía de Bagdad.

La demolición del cementerio en la década de 1970 fue ordenada por el gobierno baazista durante la presidencia de al-Bakr como parte de proyectos de renovación urbana destinados a modernizar Bagdad. Ahmed Hassan al-Bakr, quien había participado en la revuelta pro-nazi de Rashid Ali en 1941 y cuyas acciones llevaron al Farhud, no era ajeno a decisiones cargadas de simbolismo y desprecio por las comunidades minoritarias. Para él, la eliminación del cementerio probablemente cumplía más que un propósito práctico: fue un acto deliberado de borrado, despojando a la ciudad de un recordatorio físico de su pasado multicultural.

Sumándose a este borrado simbólico, el vecindario donde alguna vez estuvo el cementerio ahora lleva el nombre de Al-Kilani, en honor a Rashid Ali al-Kilani, el líder pro-nazi del golpe de 1941 y uno de los principales instigadores del odio antijudío que culminó en el Farhud. Nombrar el área en honor a una figura como esta subraya la narrativa más amplia del régimen baazista: una que glorificaba a figuras hostiles a la comunidad judía de Irak mientras borraba sistemáticamente sus contribuciones y su presencia. Esta elección de nombre sirve como un escalofriante recordatorio de las motivaciones políticas e ideológicas que guiaron la destrucción del patrimonio judío en Irak.

Una convocatoria a medianoche
La destrucción del cementerio no fue un acto repentino de vandalismo, sino una decisión calculada con una apariencia de procedimiento oficial. Según relatos transmitidos por la comunidad judía, Sasson Kaduri, líder de la pequeña y menguante comunidad judía de Bagdad en ese momento, fue convocado en medio de la noche a la oficina presidencial. Allí, enfrentándose directamente a Ahmed Hassan al-Bakr, Kaduri fue informado de la decisión del gobierno de destruir el cementerio.

El presidente, en lo que parecía más un gesto práctico que compasivo, pidió a Kaduri su colaboración para trasladar los restos del cementerio a un nuevo sitio en las afueras de la ciudad, en el barrio de Al-Habibiya. La tarea debía completarse en un plazo de seis meses. Kaduri, un hombre profundamente comprometido con su fe y su comunidad, suplicó al presidente, explicando que tal acto violaba las leyes religiosas judías y que seis meses eran un plazo demasiado corto para completar adecuadamente una tarea de tal magnitud. Sus protestas fueron desestimadas. Obligado a obedecer, Kaduri no tuvo más opción que cumplir con las órdenes del gobierno.

A pesar de las circunstancias imposibles, Kaduri y los miembros restantes de la comunidad judía emprendieron la sombría tarea con dignidad. Los restos fueron exhumados, identificados en la medida de lo posible y trasladados con cuidado al nuevo cementerio en Al-Habibiya. Cada tumba, cada cuerpo, representaba una vida vivida y un legado dejado atrás. Sin embargo, para muchas familias, el traslado fue una dolorosa separación de sus ancestros y de la historia de su ciudad.

Un legado de pérdida
La destrucción del cementerio fue más que un acto de renovación urbana; fue una eliminación deliberada de una historia que ya no servía a la narrativa política del régimen baazista. Las tumbas, muchas de ellas sin marcar o mal identificadas en el traslado, eran un testimonio silencioso de la rica y compleja historia de la comunidad judía de Bagdad, que se extendía por milenios.

Para el rabino Sasson Kaduri, este evento debió ser una tragedia personal profunda, obligándolo a supervisar el desmantelamiento de un sitio sagrado que se le había confiado proteger. Sus acciones, bajo coacción, aseguraron que al menos algunos vestigios del cementerio fueran preservados. Sin embargo, la historia más amplia fue irreversiblemente alterada.

Un monumento al olvido
El sitio original del cementerio fue pronto nivelado para dar paso a la Terminal de Autobuses Al-Nahda, un bullicioso centro de transporte que desde entonces se ha convertido en un elemento permanente en Bagdad. Hoy, el lugar carece de cualquier indicación de su antigua santidad. Los pasajeros, apurados por tomar sus autobuses, pueden caminar inadvertidamente sobre la tierra donde generaciones de judíos de Bagdad descansaron alguna vez.

Para los descendientes de quienes fueron enterrados allí, incluyéndome a mí, la pérdida es profundamente personal. La idea de que mis ancestros—quizás víctimas del Farhud u otras tragedias de la vida judía en Irak—fueron desenterrados y desplazados me llena de tristeza e indignación. Aunque el traslado se realizó con el mayor cuidado posible dadas las circunstancias, es imposible ignorar la violación tanto de los principios religiosos como de la dignidad humana que implicó el proceso.

Reflexión sobre una memoria perdida
Al reflexionar sobre esta historia, me persigue lo que se perdió: no solo las tumbas de mis antepasados, sino también la conexión tangible con una comunidad que vivió en Bagdad desde la época del exilio babilónico. Durante siglos, los judíos fueron parte del tejido de la ciudad, contribuyendo a su cultura, comercio e historia. La destrucción del cementerio se siente como el acto final en una larga saga de borrado, que comenzó con el Farhud y terminó con el éxodo masivo de judíos de Irak a mediados del siglo XX.

Aunque el cementerio ya no exista, su memoria perdura en las historias que contamos y en la historia que preservamos. Es nuestro deber, como descendientes de aquellos que vivieron y murieron en Bagdad, asegurar que este capítulo de la historia iraquí no sea olvidado. Es un legado que merece ser recordado, no solo por los judíos, sino por todos aquellos que valoran la diversidad y la riqueza del pasado.

Deja tu Comentario

A fin de garantizar un intercambio de opiniones respetuoso e interesante, DiarioJudio.com se reserva el derecho a eliminar todos aquellos comentarios que puedan ser considerados difamatorios, vejatorios, insultantes, injuriantes o contrarios a las leyes a estas condiciones. Los comentarios no reflejan la opinión de DiarioJudio.com, sino la de los internautas, y son ellos los únicos responsables de las opiniones vertidas. No se admitirán comentarios con contenido racista, sexista, homófobo, discriminatorio por identidad de género o que insulten a las personas por su nacionalidad, sexo, religión, edad o cualquier tipo de discapacidad física o mental.


El tamaño máximo de subida de archivos: 300 MB. Puedes subir: imagen, audio, vídeo, documento, hoja de cálculo, interactivo, texto, archivo, código, otra. Los enlaces a YouTube, Facebook, Twitter y otros servicios insertados en el texto del comentario se incrustarán automáticamente. Suelta el archivo aquí

Artículos Relacionados: