El cerebro y el arte de la ficción

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A todos nos ha pasado que al leer un libro nos metemos de cabeza dentro de un mundo. Vivimos, respiramos y habitamos lugares desconocidos. Recreamos en nuestra mente la ficción, y los mecanismos de la empatía están completamente despiertos. La neurociencia nos dice que esto se debe a que nuestro cerebro posee una herramienta fascinante para ponernos en el lugar de otra persona. Se trata de las llamadas neuronas espejo, descubiertas en 1966 por el italiano Giacommo Rizzolatti en la Universidad de Parma. Este hallazgo lo hizo merecedor del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 2011, reconocimiento que también compartió con el mexicano Arturo Álvarez-Buylla y el estadounidense Joseph Altman.

En Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción, el escritor Jorge Volpi reflexiona sobre las implicaciones que tienen estos avances para entender cuál es la función neurofisiológica de la narrativa. ¿Por qué leemos libros y vemos películas tanto tiempo como el que soñamos? ¿Cómo se vincula con lo que vivimos? Volpi se interesa en estas cuestiones. Empieza el juego de espejos que supone una conversación. Volpi elabora un planteamiento donde la ciencia nos da más armas para hacer un elogio de la literatura y la lectura:


Jorge Volpi: Hay quien piensa que la ficción sólo sirve para entretenerse, que es una especie de juego, que es divertimento, pero la ficción está siempre relacionada con la realidad. Nuestro cerebro tiene la capacidad de detectar cuál es el origen de la información que tenemos: puede ser la realidad misma (lo que percibimos a través de los sentidos) o algo que consideramos ficción, pero una vez pasado ese estadio en el cerebro se confunden por completo. Mi imagen mental, el recuerdo de mi mejor amigo, en este momento es tan real o tan ficticio, tan vívido o tan poco vívido como mi recuerdo de un personaje de la literatura, como mi recuerdo de Pedro Páramo.

Ejercicios en el arte de ser humano

En tu obra propones que si eso ocurre es porque la lectura de un libro debe darnos alguna ventaja evolutiva. La mirada del otro, la lectura de otro tipo de mentes, te da la posibilidad de hacer simulacros para enfrentar al mundo, para entenderlo.

De entrada, todo el tiempo estamos completando el mundo. Es muy interesante darnos cuenta de lo que destacados investigadores han descubierto: las señales que van del cerebro a los órganos de la percepción, como en el caso de los ojos, son mucho más importantes que las que van de los ojos al cerebro. Eso significa que para el organismo es más valiosa la manera en que el cerebro ordena esa información que la información misma. Es decir, es más importante la recreación de la realidad que la realidad misma, y esto constituye un fenómeno esencial para la supervivencia.

Los seres humanos hemos desarrollado muy ampliamente la capacidad de predecir el futuro. Nuestro cerebro no está hecho para almacenar datos, no está hecho para tener una memoria de todo lo que hemos vivido. Sería inútil. Es por eso que olvidamos tan fácilmente. Aunque nos equivocamos constantemente, tratamos de prever lo que va a ocurrir todo el tiempo porque es lo único que puede garantizar nuestra conservación. En ese sentido, la narrativa (todas las ficciones, desde un videojuego hasta el cine), pero muy particularmente la literatura de ficción, las novelas, los cuentos y los relatos, son ejercicios en el arte de ser humano. Nos enseñan las distintas posibilidades de lo humano para saber cómo se comportan los otros en ciertas circunstancias y también cómo lo haríamos nosotros en el mismo escenario.

Desde esta perspectiva, la narrativa se propone como un mecanismo de nuestra evolución.

Exactamente. La narrativa y la ficción son, en términos generales, herramientas que forman parte del proceso de desarrollo evolutivo (en la forma darwiniana) del ser humano.

Esto nos plantea que cuando tenemos memoria literaria tenemos posibilidad de enfrentar los futuros de distintas maneras. Recuerdo una novela de Amos Oz en la que una mujer está ante una situación gris con su pareja. Tiene una gran incertidumbre sobre lo que va a suceder con su matrimonio. Al examinar sus opciones aparece la de tener un amante. Sin embargo, gracias a que tiene los mecanismos de la ficción como herramienta de su cerebro, no quiere repetir la historia de Madame Bovary. La lectura de la novela de Flaubert se vuelve un instrumento para tratar de enfrentar el futuro de maneras inéditas.

Las novelas nos colocan en escenarios de prueba posibles para ser vividos por nosotros, escenarios que podemos experimentar vicariamente, por un momento, a través de la ficción. Podemos también, en ese sentido evolutivo, comportarnos en consecuencia.

El laberinto de las neuronas espejo

En ese proceso no tan sólo nos inventamos y reinventamos sino que también participamos de una manera extraña en lo que parece estar fuera. Hay un pasaje memorable de tu libro que plantea lo siguiente: “Todo lo que soy y todo lo que percibo como el mundo: esta mesa, las nubes grisáceas en el cielo, mi propio brazo, el terso rostro de mi amada, todo se concentra en mis cien mil millones de neuronas”.

Exactamente. Esto en cierto sentido es brutal. A muchos les cuesta asimilarlo pero esa es la realidad. Eso no quiere decir que la realidad fuera de nosotros no exista. Claro que existe y claro que seguramente tú estás ahí.

¡Espero! Nos reímos. Volpi desmenuza las paradojas de este conocimiento, se interna en el laberinto de las neuronas espejo:

Para mí no importa tanto que tú estés ahí como que mis sentidos te aprehendan y yo forme una imagen mental tuya, que es la que en este momento estoy observando, la que creo que está frente a mi yo, con la que creo que estoy dialogando. Tú habitas dentro de mi cerebro en este momento, independientemente de que, quizá, también estés a un metro de distancia. Esto tiene otras consecuencias fascinantes: a todos los seres humanos los construimos así y eso hace que puedan habitarnos también cuando no los vemos. Tú, para mí, sigues existiendo incluso si me volteara, pero también (en el caso más triste o más terrible) alguien podría seguir existiendo aunque estuviese muerto. La única posibilidad de la vida después de la vida en la que yo creo, es la vida después de la vida que está en las neuronas de las personas que te conocieron.

Y que de alguna manera… Volpi lee mi mente con el mecanismo de las neuronas espejo.

…te siguen dando vida.

Leer la mente y el juego de la ficción

Hablamos sobre las neuronas que tratan de leer lo que sucede en la otra persona. Volpi muestra abiertamente su asombro:

La maravilla de las neuronas espejo es que están diseñadas para copiar los movimientos de los otros como si fueran nuestros. La única manera de leer al otro es aprehender al otro y luego, interiormente, copiar esos mismos movimientos que está haciendo el otro para tratar de saber lo que nos quiere decir. Para muchos científicos este juego de imitación ha sido más importante en el desarrollo de la humanidad que la inteligencia. Aquí podemos ver un atisbo del origen de la ficción que nace esencialmente de un juego entre dos personas. El sustrato de la empatía, lo que llamamos empatía filosóficamente, es ponerse en el lugar del otro.

En la piel del otro.

Y es natural, lo hacemos todo el tiempo. Tal vez bloqueamos la empatía con prejuicios que nos hacen pensar que no podemos estar en el lugar del otro, pero si nos dejáramos llevar en realidad es muy fácil ponerse en el lugar del otro. Es lo que hacemos todo el tiempo frente a la ficción, frente a una película o una novela.

Por eso a veces es tan interesante ver un beso en la pantalla como girar y vernos como espectadores, ver lo que pasa en nuestros rostros cuando estamos viendo el beso en la pantalla.

Exactamente, dice Volpi. Es también como hacer de alguna manera.

Ver es como hacer, le digo. Volpi sonríe. Calibra la expresión. Afina su pensamiento de novelista y ensayista que sondea la mente desde la literatura y la ciencia:

Tal vez sea mejor así: ver hacer es como hacer.

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