El complejo dilema del gobierno de Israel en Jerusalem

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Mucho hemos escrito en los últimos días sobre la violencia organizada por extremistas palestinos en su propio santuario, la mezquita de Al Aqsa, y su falsa acusación a Israel de ponerlo en peligro y profanarlo, cuando ellos mismos son los responsables de lo que ha ocurrido recientemente. Pero las repercusiones que ello tiene tanto en el plano político interno israelí como en el regional y por cierto en todo lo que se refiere a la soberanía israelí en su propia capital, son complejas. Y con decir “tenemos razón”, no basta.

A raíz de los incidentes de estas últimas semanas, de la violencia en Al Aqsa-cuyo trasfondo es que los palestinos no reconocen que el Monte del Templo es sagrado también para los judíos- se intensificaron también las críticas desde la derecha al gobierno de Israel por lo que presentan como una línea “blanda” ante los palestinos. Esto, a pesar de los intensos operativos de seguridad que se han llevado a cabo, de los numerosos arrestos y la gran cantidad de atentados frustrados a tiempo precisamente porque no se limitó el campo de acción de las fuerzas de seguridad.

El Primer Ministro Naftali Bennett, que podríamos decir es prácticamente odiado por la actual oposición encabezada por su antecesor Biniamin Netanyahu –aunque su origen está en esas filas del sector conocido como el sionismo religioso-  ha manejado a nuestro criterio la crisis actual con gran responsabilidad.  Pero cuando anunció el martes que desde que termine la semana de Pesaj, durante los últimos 10 días del mes sagrado musulmán del Ramadan, los judíos no podrán subir a visitar el Monte del Templo, fue atacado duramente como quien se rinde al terrorismo y vende los intereses de la nación. Esto, aunque lo mismo sucedió años anteriores en gobiernos de Netanyahu.


La respuesta fue organizar la “marcha de las banderas” que suele llevarse a cabo en el Día de Jerusalem, con la siempre polémica ruta que cruza inclusive el barrio musulmán dentro de la Ciudad Vieja. Mientras escribimos estas líneas, la marcha está en curso, chocando algunos de sus participantes con la policía, que no la autorizó, y aprontándose los efectivos policiales a frenar al diputado Itamar Ben Gvir antes que llegue a la puerta de Nablus, por considerar que su presencia misma constituye una provocación que puede encender las llamas.

Pues aquí está el gran dilema.

Por un lado, claro está que las actitudes de elementos considerados problemáticos, como lo es sin duda el diputado Ben Gvir al que muchos han llamado de “pirómano” porque siempre está presente en sitios de roce y choque, están de más. La línea de un gobierno responsable debe ser bajar las llamas y no encenderlas, por el bien de la población y su seguridad.

Cabe recordar-aunque la oposición al gobierno actual trata de ocultarlo- que en una de las últiimas campañas electorales, como candidato nuevamente a Primer Ministro, Netanyahu declaró que Ben Gvir le había exigido como condición para apoyarlo, que se permita a judíos orar en el Monte del Templo, y que él decidió rechazarlo explicando que no puede autorizar pasos que considera de potencial explosivo, que pueden complicar la situación con millones de musulmanes en el mundo.

Por otro lado, ser tan cauteloso ¿no es ceder ante el terrorismo? ¿No es aceptar que mediante la violencia impongan limitaciones a Israel en su propia capital? Es que, tengamos claro: ningún palestino de los que impone el tono en los últimos días, apreciará las limitaciones israelíes de este miércoles como señal de deseo de calma y paz, sino como temor, y como muestra de que su línea violenta tiene resultados.

Es un serio problema, al que no tenemos respuesta. Es más fácil plantear la disyuntiva que solucionarla.

Hay que hallar la forma de dejar en claro la soberanía israelí, bajo la cual-es importante recordarlo- Jerusalem está abierta a todas las religiones, mientras que cuando la Ciudad Vieja estaba bajo ocupación jordana, disparaban a los judíos si intentaban cruzar hacia el Muro de los Lamentos.  Pero hay que dejarla en claro con firmeza, sin arrogancia ni actitudes innecesarias que no hacen menos que enardecer los ánimos.

En este desafío, Israel no puede estar solo. Mucho depende también de sus amigos y/o socios en la región y el mundo. Escuchar estos días las advertencias, condenas y protestas de todos aquellos que repiten las mentiras palestinas , estimamos que aún sabiendo que son eso, mentiras, es inaceptable. Especialmente repugnante fue la declaración del Primer Ministro de Jordania ante su parlamento, felicitando a los palestinos por apedrear israelíes y exhortándoles a seguir haciéndolo. Se equivocan si creen que apaciguando a los extremistas conseguirán algo. La posición de quienes realmente quieren paz en Jerusalem y la zona en general, debe ser dejar en claro que la violencia no conduce a nada y que por cierto no está permitido profanar un sitio sagrado con fines políticos, como han estado haciendo los palestinos.

Acerca de Ana Jerozolimski / Semanario Hebreo JAI

Periodista, con sede en Jerusalem que cubre a Israel y los palestinos. Dedicada a los asuntos de Medio Oriente y cobertura especial de uruguay.

1 comentario en «El complejo dilema del gobierno de Israel en Jerusalem»
  1. Israel debe tener mano dura y clara respecto a su soberania.
    El que no la respeta o entienda debe mudarse a otro paraiso
    musulman.

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