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Estaba haciendo las cuentas y quizás convirtiendo a su pino en madera podría recuperarse económicamente. Salió a toda velocidad con los parabrisas activados por la lluvia como una señal divina oscilante, y en las curvas que le recordaban los partidos de futbol americano hacia rechinar las llantas en un éxtasis, hasta que en una curva el auto salió volando girando el volante y estampándose de cabeza con un árbol de sauce en los lindes de la carretera vieja a San Diego.
En lugar de hablar a los alumnos sobre literatura y filosofía, los adoctrinaba con palabras duras y amargas tratando de amarrarlos diciendo que allí en la universidad perdían su tiempo, que ni la escritura ni la literatura les daría de comer en el futuro, y que mejor sería comprar calificaciones a cambio de avellanas o ir a conseguir un trabajo realista en la ciudad.
—La economía no fue ajena a los aportes de otras ciencias y en particular de la física. En el renacimiento, se afianzó la matematización de la naturaleza con los importantes aportes del polaco Nicolás Copérnico y en Italia con Leonardo Da Vinci y en especial Galileo Galilei. Clausius argumentó: “Hemos hallado que hay bajo la tierra reservas de carbón de tiempos antiguos que se han formado de plantas de la superficie de la tierra y depositado durante un periodo tan largo, que los tiempos históricos, en comparación, nos parecen minúsculos. Los gastamos ahora y nos comportamos exactamente como herederos felices que consumen un rico patrimonio. Se saca de la tierra todo lo que permite la fuerza humana y los medios auxiliares técnicos y se usa como si fuera inagotable”. De esta manera el físico llama la atención sobre los límites de la utilización de recursos agotables y la necesidad de utilizar en el sistema económico recursos renovables, que puedan usarse por los menos en el mismo tiempo en que se producen. Sale al paso de los que afirman que el hombre podrá crear otras formas de energía al afirmar que “Cualquier obtención de energía sin un gasto correspondiente de energía, es absolutamente imposible”— expuso Bernard en su borrachera quien confundía severamente la literatura con la ciencia despistado.
Los colegiales extrañados se miraban unos a otros haciendo expresiones teatrales e imitando al profesor.
—Otra vertiente con la cual se interrelacionó la economía fue el cálculo infinitesimal que se inició con Cavalier y Pierre de Fermat, buscando describir diversas formas de pequeños cambios graduales y llegó a su punto culminante en 1665 con Newton y en 1675 con el alemán Leibnitz, quienes son considerados los padres del cálculo infinitesimal. No sobra anotar que en las tres últimas décadas de dicho siglo, las discusiones sobre la paternidad del cálculo diferencial entre los seguidores de estos dos autores, fue tan álgida que llegó a distanciar a Gran Bretaña del resto del continente—.
Los alumnos quienes deseaban iniciarse en la poesía pronto abandonar la clase de Bernard, y el director, tras años de evadirlo por sus aires geniales, lo cito en su oficina.
—Oh! ¿Que ha sucedido? —.
Se cuestionó después de haber perdido la consciencia por unos minutos, en el accidente se había desmayado y despertó de cabeza con las piernas en el techo y el cuello torcido, justamente como las ramas de los árboles. Trato de comprender lo que estaba sucediendo y en donde estaba. Todo estaba oscuro y empanado, pues las gafas se habían volcado y no las lograba localizar con los dedos. Pensó que todo esto era un castigo, la naturaleza la había violado. Salió del auto semi destrozado y comenzó a tentar las partes llenas de vidrios que se mezclaban con la escarcha buscando las gafas. Las buenas noticias eran que se podía decir que estaba ileso, posiblemente con una fractura en la rodilla, las malas noticias eran que ya no usaba teléfonos celulares y era imposible pedir auxilio o llamar la atención de algún auto, pues ninguno pasaba por allí a esas horas de la noche en plena tormenta.
Camino borracho y tambaleándose por un paralelismo paradigmático de su ser y con los ojos desnudos y sudorosos. De pronto de la sien le chorreo una gota de sangre. Reviso la esquina de su frente y agradeció por haber sufrido el accidente con el sombrero blanco puesto, lo que impidió algo más grave aún, y quizás una concusión cerebral. Se detuvo un momento deteniendo también su aliento tratando de ver la posibilidad de si en estas condiciones de delirio absoluto lograba escuchar la música de un árbol, pero era imposible, porque la lluvia era torrencial y abarcaba todo el espacio acústico del bosque que ahora le parecía verdaderamente espeluznante.
El director lo miro primero con ojos severos, pero luego viéndolo a fondo, pensó que Bernard se había convertido en un homeless de su propio espíritu, y había traicionado no únicamente a la docencia sino a sí mismo.
—Hay dos tipos de personas que despiertan mi aversión: las malas que se hacen peores haciéndose daño a sí mismos, y las buenas que se hacen las mejores rezando y salmodiando la profundidad de los textos universitarios y materiales académicos de calidad. A ambos las meto en el cajón rotulado como patologías mentales.
Bernard comprendió. Estaba despedido del programa universitario.
—Dame una oportunidad, me puedo reponer— suplico en voz baja.
El director ofendido respiro profundo.
—Por los buenos días, te doy un par de semanas para recuperarte—.
—Lo hare, lo hare—.
—No es tan sencillo, quiero que entres en un programa de rehabilitación de alcohólicos anónimos—.
—De acuerdo— dijo Bernard sin voz.
Primero pensó ir caminando por la carretera hasta alguna zona habitada cuyas luces avisten a sus ojos, pero sus ojos no veían más allá de unos metros y su rodilla aunque no estaba rota sino solo herida cojeaba pesadamente, y comprendió que no lograría avanzar más de medio kilómetro, así que miro al bosque, y pensó sabiamente buscar un refugio de la lluvia torrencial bajo las ramas frondosas de algún árbol o quizás encontrar algún túnel en la tierra en un nicho de animales.
Ya estando allí, y tratando de tranquilizarse, trato de recordar el sabor del tequila y la savia juntos, produciendo la activación de pensamientos extraños, y comenzó a murmurar una melodía como si estuviera en un día de campo a mediodía.
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