Primera parte
I
“He visto a Shakespeare poniendo en escena en una gran escalera, con fondos de prismas cubistas, entre unos raquíticos y retorcidos arbolitos, tan amados por los escenógrafos polacos, y en un bosque “que se sale del marco” con hojas murmurando al viento”.
Jorge Luis Borges llamo a las bibliotecas los verdaderos paraísos, y al Eden verdadera biblioteca; lo que hace pensar que los libros son árboles, y sus bosques llenos de magia. Los árboles y el bosque han jugado un importante rol en la religión, en la magia y en la cultura, como por ejemplo el árbol de Navidad o el Árbol de la Vida, o el árbol del conocimiento, o el árbol sefirotico, y tienen también un gran simbolismo en la filosofía y la cultura hilarante, por ejemplo el árbol de la sabiduría.
Casi todos los escritores se han referido en su literatura y poesía al árbol, el bosque o el jardín, siendo el árbol un símbolo central de sus escritos, un símbolo sobre la simbología, al punto que de este se desprende la espiral del pensamiento y la sabiduría.
Borges comparo al árbol con la amistad y a las hojas con los amigos, y escribió: “El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones”. Según Miguel de Cervantes Saavedra: “”El caballero andante sin amores es como árbol sin hojas y sin frutas o el cuerpo sin alma”.
Calderón de la Barca escribió El árbol de mejor fruto, en su compleja dualidad de ficción literaria y catequesis eclesiástica Calderón propone una alegoría del madero de la Cruz: su sentido redentor y el origen de los siete sacramentos, a partir de una base historial de origen testamentario, que relata la construcción del templo de Jerusalén en tiempos de Salomón y los acontecimientos relativos al viaje de la comitiva de Nacaula de Sabá a Jerusalén: Para comprender el profundo simbolismo que adquiere El árbol de mejor fruto dentro del universo de los autos calderonianos y del teatro religioso del Siglo de Oro, leemos un rompecabezas que descifra su doble significado jeroglífico: “en cedro, palma y ciprés, igual a duración, victoria y muerte”, y su significado de árbol de “vida y muerte”, antitético, que relaciona la cruz de Cristo con el árbol del Paraíso: “antídoto ha de ser primero / porque uno muerte dé y otro dé vida”.
En los Cantares del Mío Cid envió el rey don Alfonso a Ruy Díaz mío Cid por las parias que le tenían que dar los reyes de Córdoba…… lo ata por la rienda a un árbol, que significa atarlo a su espíritu crítico.
En la Ilíada y la Odisea, Homero narra “Por el fruto conoceréis al árbol” refiriendo a las acciones de los héroes frente a los dioses.
Kafka escribió su libro titulado “Los árboles de Kafka” y dice: “Pues somos como troncos de árboles en la nieve. En apariencia están blandamente apoyados, de modo que se los puede apartar del camino con un pequeño empujón. No, eso no es posible, están unidos a la tierra con firmeza”.
Fiodor Dostoievski se ocultó detrás del follaje en “Un árbol de Noel y una boda” para conocer las intenciones de Yulián Mastakóvich. Mientras que
Rudyard Kipling escribe que los hombres son arboles: “Cuando Helen se marchó del cementerio se volvió a echar una última mirada. Vio que a lo lejos el hombre se inclinaba sobre sus plantas nuevas y se fue convencida de que era el jardinero”. Hans Christian Andersen escribió “El pino”, un libro historias de aventuras para niños donde los libros son camaradas y están apresurados a crecer sin darle importarse al sol. Según Giovanni Boccaccio los hombres puedes escuchar a los árboles, y es trascendental vivir con árboles a su alrededor.
Ayer tarde,
Volvía yo con las nubes
Que entraban bajos rosales
(Grande ternura redonda)
Entre los troncos constantes.
La soledad era eterna
y el silencio inacabable.
Me detuve como un árbol
y oí hablar a los árboles.
En Ray Bradbury en su novela “El árbol de Halloween”, como en otros miles de cuentos similares, un grupo de ocho muchachos se dispone a practicar dulce o truco en Halloween, sólo para descubrir que un amigo, Pipkin, se ha lanzado a un viaje que podría determinar si vive o muere. Con la ayuda de un misterioso personaje llamado Moundshroud, persiguen a su amigo a través del tiempo y el espacio, pasando por el antiguo Egipto, antigua Grecia, antigua Roma, los druidas celtas, la Catedral de Notre Dame en París medieval y el Día de Muertos en México. En el camino aprenden los orígenes de las fiestas que se celebran, y el papel del miedo a la muerte, los fantasmas y estos sitios jugaron en el desarrollo de las civilizaciones. El mismo árbol de Halloween, con sus muchas ramas cargadas de Jack-o’-lanterns sirve como una metáfora de la confluencia de estas tradiciones.
Pero en la literatura de ficción los arboles frecuentemente significan movimientos o figuras o fuerzas literarias, corrientes históricos, centros espirituales dispersados, estilos o formas de comprender la letra, o la acción de escribir misma. Por ejemplo, entre muchos otros, con el relato “En la linde de los árboles del escritor austriaco Thomas Bernhard en el que, en diversos planos, cuenta cómo alguien que está escribiendo una carta a su novia cuenta a la vez lo que está viendo en esos momentos en la sala de la hospedería, escribe, y mientras describe lo que ve, piensa en lo que está escribiendo, y (a la vez que piensa), escribe y mira. Y todo eso casi simultáneamente, todo hábilmente entrelazado:
“Al entrar en la sala [está hablando de una pareja que ha entrado en la hospedería] no me habían visto al principio, pero luego, como vi, se sobresaltaron al verme y me saludaron con la cabeza, pero no volvieron a mirarme. Yo acababa de empezar a escribir una carta a mi novia: que era más sensato, escribí, esperar todavía un poco en casa de sus padres, hasta que yo me hubiera aclimatado en Mühlbach.”
Mientras otro Thomas, Thomas Mann en su novela “La montaña mágica”, considerado un clásico de la lengua y literatura alemana, el joven Hanz Castorp en un sanatorio en los Alpes suizos, mira en un estado hipnótico a la naturaleza, y se queda viendo al viento soplando sobre los árboles mostrando el follaje en plena floración, mientras que se dedican muchas páginas y hojas del árbol a discutir sobre la enfermedad y la muerte.
Más no todo es ficción lubricada. En la literatura barroca ya se hacía una descripción literaria de los árboles, y no se les trataba como espíritus, como en la siguiente descripción:
“Formaba de una quinta en campo hermoso el Mayo, general de su terreno, batallones floridos cuyo ameno cuadro lucía en copias oloroso. De las murtas en círculo frondoso servía de trinchera el terrapleno oponiendo a un reducto (de hojas lleno) líquido curso, transparente foso. Arbolaban las rosas las banderas”.
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