IX
El espectáculo no podía ser menos atroz: al abrirse la puerta del elevador, Lydia, la secretaria del piso donde se encontraban los estudios de televisión cayó desmayada, Neil Postman palideció y a los observantes se les pidió desalojar el lugar: Haker, el Dr. Haker -miembro del consejo de sabios de Internet -o al menos así se había presentado en el programa–, estaba muerto; mejor dicho ahorcado; tenía los ojos rojos faltos de oxígeno y la lengua le brotaba como un instrumento musical que se escapaba de los labios embarrados en baba blanca. En su rostro quedó petrificado un gesto de perdón. Los paramédicos llegaron y al comprobar que el aire que respiraba ya no corría por sus pulmones, lo liberaron del nudo que lo tenía retenido arriba.
Estaba tirado contra el rincón derecho, doblado sobre el suelo brillante con las manos extendidas en un supremo gesto de aferrarse a la vida. No había ni una mancha de sangre. El asesino o quien fuera ejecutó su labor limpiamente.
Neil recobró la calma, corrió a llamar a los de seguridad y pidió que avisaran a la enfermería. La pobre secretaria había recobrado el conocimiento, pálida, sin dar crédito a lo que veía.
-Pero si lo acabo de ver vivo en la pantalla de televisión.- balbuceaba tragándose los mocos.
Llegó la policía, y los de seguridad empezaron a registrar la planta Baja del edificio. Mientras no llegaran los del FBI no podían retirar el cadáver, el paramédico le cerró los ojos y le tapó la cara.
Esa mañana había hecho mucho frío y Neil había vestido su mejor bufanda.
Confiaba en entrar en calor al subir por las escaleras los distintos niveles, hasta llegar al piso del estudio del canal Dos. Al llegar el FBI tomaron declaraciones de todas las personas que trabajaban en el estudio, los trabajadores del edificio, y el público que había asistido al programa matutino.
-Que supiéramos no tenía enemigos o que hubiera hecho méritos para merecer una muerte tan atroz.- dijo Altman quien había efectuado una seria investigación para la entrevista.
Lo peor de todo eran las sospechas injustificadas, y todos los que estaban dentro del edificio cuando el asesinato eran considerados sospechosos.
Quedaban libres de sospecha los guardias del edificio, confinados a su sector por la rigidez del horario nocturno. Neil pensó con seriedad que el ascensor estaba rodeado de un aura enigmática, y que no podría tratarse de un suicidio, quien quitaba que una nueva ola de asesinatos se hallaba al rededor del tema del Consejo de Internet. Tenía un gran tema para escribir una serie de artículos. Lo paradójico es que él también era considerado sospechoso del asesinato.
Un telefonazo y los dueños del edificio habían ordenado no permitir el ingreso a los demás empleados mientras no se averiguara qué había sucedido realmente, peor si el asunto trascendía a la prensa, Neil sería el primer sospechoso del evento, sabía que el gobierno de los Estados Unidos odiaba la idea de un consejo de sabios aunque lo negaran públicamente. Como era natural los más callados eran los de seguridad, informándoles sin añadir explicación alguna que por órdenes superiores no podían entrar, que por favor esperaran y tuvieran paciencia.
A Neil le gustaba subir y bajar por las escaleras, odiaba los ascensores, y ese fue su primer testimonio. El asesino debió obrar rápido y sin contratiempos. No había señales de violencia, aunque más tarde según el resultado de la autopsia el cadáver de Haker tenía un agujero en el estómago que le sacó el aire y prácticamente lo dejó servido para que le torcieran el cuello. Había sido un asesinato, no un suicidio. Inmediatamente Postman se convirtió en el primer sospechoso, pues al revisar la entrevista que le habían hecho juntos, estaba claro que negaba la existencia de un consejo de sabios, y escribía acerca de ellos con resabio cinismo e ironía.
Los de seguridad afirmaron que en la última ronda no descubrieron a nadie oculto en el sótano.
-Se lo digo en confianza: por poco y yo no bajé ahí, estaba buscando las escaleras. Tampoco quiero que piense en mí como un potencial sospechoso, pero a veces uno tiene la mala suerte de pasar por donde hay una manifestación y cabal le aciertan un tiro. ¿Quién pudo haber sido? … no lo sé.- le dijo Postman al investigador Fork.
Ferguson Haker había nacido en Gainsborough, Lincolnshire, Inglaterra, sus padres eran Arthur Haker y Johana Pierce. Su padre era canónigo de la catedral de Rochester. Su padre, había luchado contra los edictos del Vaticano de apoderare del correo de Inglaterra, y por ello Ferguson fue educado en la Rochester Grammar School, y aprendió a tocar el piano, haciendo visitas semanales a Londres para seguir enseñanzas musicales en la Guildhall School of Music and Drama, en lugar de entrar en el Seminario. La familia Haker fue expulsada de la Iglesia por su oposición a los lazos con el correo.
Ferguson actuó por primera vez en público como pianista a los once años de edad, pero se vio forzado a dejarlo por problemas musculares durante la ejecución del instrumento. Siguiendo el consejo de su hermano, el autor y actor Thomas Haker, se dedicó a la interpretación. A los veintiún años le llegó su primer contrato profesional como actor en una gira por los Estados Unidos con la compañía de Windsor. Haker era un soltero empedernido, sin familia. Quizá por eso tenía ese carácter tan delicado, y silencioso. Le gustaba mucho leer, siempre iba a todo lugar con un libro en la mano. La gira por los Estados Unidos con repertorio shakespeariano duró cuatro años, pero los teatros estaban en sus mayores veces vacíos y su profesión result ser un fracaso. Nunca se casó ni se volvió a acercar a un scenario profesional. Empezó a tomar alcohol a consciencia. Hubiera dado cualquier cosa por un pedazo de fama.
Haker llegó al edificio de los estudios con los nervios de punta. El carácter de Haker hubiera subido a poner una queja al departamento de recursos humanos de los estudios. Cada año llegaban montones de personas a hacer sus prácticas dentro del edificio. Muchos no traían identificación, y si por mala suerte les tocaba subir en el elevador, el elevador se quedaba atascado. Los investigadores del FBI llamaron al ascensor, y checaron cada centímetro del recinto según de acuerdo a las nuevas normas de seguridad, se registraron las bolsas o maletas de quienes estaban en el edificio. Eso es tarea de los de seguridad.
Postman llegó a tener una buena amistad con alguien en el edificio. A la hora del almuerzo, entre la bulla, los chistes y el aire alcohólico de intelectuales de televisión y radio, comía en silencio, y tenía los ojos pegados al periódico todo el día. Hasta los mismos empleados con años y ascensos a cuestas recibieron su cálida atención, pero lo tomaban a broma.
Es posible que alguien se arrogó el derecho de vengar esas fechorías, pero esperaba una jugada ingeniosa, no un asesinato.
Haker cruzó la calle para entrar en una librería y comprar un libro relative al tema del gobierno de Internet. Entonces llamó a los estudios, y dijo ser uno de los sabios, inmediatamente se volvieron a comunicar con él pidiéndola una entrevista exclusiva, pero Postman, quién escribía regularmente para los medios, pidió que no fuera una entrevista, sino un debate, para dejar en claro de una vez por todas que el asunto de los sabios no era más que un mito creado en el Internet. Haker se preparó, y pensó presentarse como uno de los sabios del consejo. Al salir de la entrevista se sentía desesperado, no se había atrevido a decir la verdad. Había sido un día muy esperado, una cita de ese calibre, pero al salir se sentía sin sentido. Las luces del elevador comenzaron a parpadear cual película de horror, se apagaron las luces totalmente y elevador se detuvo. Sólo pudo escuchar una frase en latín que no pudo entender.
Artículos Relacionados: