El corazón de la huerta desde mi balcón.

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Al recorrer lugares lejanos, siempre nos encontramos en nuestro camino con rutas inesperadas, pasajes recónditos y montañas empotradas, enclavadas en la historia y también en la memoria; donde aquellos ajenos a nosotros desde todo punto de vista, se convierten al fin y al cabo en amigos, compañeros de viaje, faros en nuestros destinos, extraños y próximos a nuestra alma, nos cobijan sus experiencias y la luna a sus espaldas.

Ojos que se cruzan de repente, eterno reencuentro y despedida de nostalgias, fuego de pólvora que se escucha a lo lejos, calles que bordean la huerta al otro lado de mi espejo. Miradas que me siguen despacio, silentes desde cada azotea, cargando bajo sus hombros lluvia, más allá de la tormenta; albergando en la memoria un tren, con vagones repletos de vida, profundo barranco en el tiempo de una noche infinita, invierno y verano juntos, tomados pronto de las manos, sueño de otoño febril del cual yo paso de largo.

Escucho cada día el canto de un joven ruiseñor, susurro de media noche la voz misma de Dios; estela que deja a su paso, sonrisas de mil estrellas, suave beso de la luna, mar en tempestad profunda. Sobrecogen los naranjos y el olor a chufa fresca, Almàssera en la estación vestida toda de huerta. Paso ésta noche con frio, frente a las tabernas blancas, leo mientras tanto un libro, verde otoño de nostalgias.


Se suele mirar el futuro esperando que sea verano, como arcilla enmohecida que se escapa entre las manos, empolvados van los sueños que no salieron volando, más allá de las entrañas de la oscuridad y el llanto. Mis pupilas se dilatan, miran más allá del tiempo y el beso del Carraixet, me hace perder el aliento. Los amigos en la plaza, son los libros en mis manos, las historias y sus vidas hojas de papel volando.

De la muerte nadie escapa es el ciclo de la vida, como el paso de la noche al transformarse en día. El milagro de existir es un hecho sorprendente, como sal rosa que escurre cada día por mi frente; unidos estamos a la huerta, más allá de las fronteras, enclavada ésta mi alma, al agricultor de esta tierra. Irrumpiendo en el desierto, floreciendo en la tormenta, las mañanas y éste cielo, torrente de agua en el desierto.

Sigo muriendo despacio pero a la vez renaciendo, a cada segundo del día entre las cenizas y el tiempo, pertenezco al vibrar continuo, incrustado en el silencio, donde la poesía se posa, frente a la huerta y el cielo. El tribunal de las aguas, alcachofas de alboradas, la esperanza continua, manantiales de nostalgias.

Me asomo a la ventana esta tarde, como un viento suave de otoño, contemplando el rostro de un campo que me cobija de pronto; estos frutos que me recuerdan mis guayabas y limones, flores frescas de rocío, colibríes a montones; mariposas de tarde en tarde, cargando cientos de llaves, espíritus de sombras mudas, valientes, inquebrantables. Guardianes de sueños fijos, pasajes de toda mi alma, amigos de la llanura entre mis páginas blancas.

El retrato de cada persona me estremece el corazón, me susurran su vida y silencios, despedidas color marrón. Recuerdo de noventa lunas, caricias de soles ardientes, reviven en la penumbra corriendo son muchas entre la gente. Lágrimas de rocío empañan, la puerta de mi ventana, me transportan a otros mundos de mañanas y esperanza.

Frente al balcón de mi vida, no me puedo contener, nubes de sal a lo lejos, los espacios del ayer, alquimista de plomo y oro, colinas que brotan contra corriente. Espejos azules de aguas profundas, bañan la tierra de los valientes. Suspiros largos de lluvia fresca, viento siroco del poniente, lleno de pájaros, mañanas soleadas con caracolas en los dientes.

A lo lejos se divisa un puerto, hay un barco entre las sombras. Peces y milagros juntos, cuando las campanas redoblan. El corazón de la huerta palpita, sumamente fuerte en mi interior, me recuerda el caminar lejano la tarde donde muere el sol. Hoy me siento muy tranquila; porque respiro lo que es vivir, mi espíritu goza, mi alma es libre, ambos levantan su vuelo al fin…

¡Pròsper Any Nou 2019!

(Especial para el Diario Judío.com de México.)

Acerca de Marisol Chevez Hidalgo

Licenciada en Filosofía de la Universidad de Costa Rica, UCR, especializada en identidad nacional costarricense; ética; y comunicación social, Máster en ética y democracia por la Universidad de Valencia. En la actualidad investiga sobre los judíos sefardíes en Costa RIca. Además tiene estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica y trabaja como consejera en razonamiento jurídico en una firma de abogados. Publica artículos en El Semanario Universidad, de la Universidad de Costa RIca, en esefarad.com, revista argentina en internet sobre cultura sefardita y ha publicado en el diario La Nación de Costa RIca. Es Poeta. Publicó poemas en la Revista Tópicos del Humanismo de la Universidad Nacional, UNA, en el Semanario Universidad de la UCR y en el diario La Nación. Forma parte de la Junta Directiva de la Ong Instituto para el Desarrollo, la Democracia y la Ética, IDDE.

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