En la época de la emigración de Europa a América surgió una canción popular en yidish “A brivele di mamen” (Una cartita a mamá), inclusive con ese tema se hizo una película, donde la madre le pedía a su querido hijo que estaba por viajar allende los mares, que le escribiera pronto, ya que en muchas ocasiones los emigrantes se olvidaban de escribir.
En aquella época una carta tardaba varias semanas y hasta meses en llegar y era el único medio de comunicación que había, así es que cuando les llegaba una carta de algún familiar que había emigrado, era un gran acontecimiento en el que se reunía a toda la familia para leerla una y otra vez, y si a la carta le anexaban alguna fotografía o algunos dólares, era una verdadera fiesta.
Debido a que la mayoría de los nuevos inmigrantes que habían llegado a México carecían de un domicilio fijo, ponían como remitente la dirección de algún familiar o conocido, inclusive varios tenían algún Apartado Postal en el Correo Mayor, donde acudían a recibir su correspondencia, que consistía en cartas, periódicos, magazines o las famosas tarjetas postales.
Aunque para alguna noticia urgente existía el telégrafo, con el tiempo la entrega de la correspondencia se llegó a agilizar notablemente con el advenimiento del Correo Aéreo, aunque el porte era mucho más caro, a esto surgieron los Aerogramas, eran unas hojas de papel delgado que se doblaban para formar un sobre y que resultaba la forma más económica de enviar una carta por avión.
Cuando veíamos aquellos comics de Dick Tracy, creado por Chester Gould, donde se mostraban tecnologías imposibles de concebir, ¿quién hubiera soñado que algún día se rebasarían y que la comunicación escrita, verbal y visual a cualquier parte del mundo sería instantánea?
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