Los países que hasta aquí han sustentado el progreso en la explotación y la venta de recursos petroleros- desde Rusia a México- deben hoy redefinir estrategias y prioridades. Los rápidos adelantos de la cibernética y de la electrónica – tangibles en el teléfono que sostenemos mientras caminamos o viajamos- y la difusión del automóvil eléctrico obligan a replantear el tema.
A pesar de su relativa estrechez territorial y demográfica, Israel se ha adelantado a no pocos países en estas materias. Sin poseer una gota de petróleo este país ha diversificado las fuentes energéticas – la producción de gas en el Mediterráneo es una de ellas – al tiempo que alienta la producción y exportaciones de artefactos que apenas se alimentan del petróleo y sus derivados.
En los últimos meses, Biden y Vladimir Putin- incluyendo a algunos líderes de América Latina parecen inclinarse con alguna lentitud a asimilar esta nueva realidad. Los altibajos de los mercados petroleros ya no conllevan altas ganancias ni graves consecuencias como en el pasado. Hoy es importante y urgente diversificar las fuentes energéticas a través de la adopción de innovaciones que se sustentan más en los logaritmos que en los recursos materiales.
Los crecientes nexos entre Israel y países de la Península arábiga- sin excluir a algunos latinoamericanos- se sustentan en estas premisas. La identidad de empresas y agentes que tienden puentes entre ellos, el carácter de los servicios y productos ofrecidos, los cambios que se verifican en el liderazgo de estos países incluyendo a algunos africanos y latinoamericanos indican que muy pronto observaremos innovaciones en la geografía y sociedad de los mismos. Tendencias que cambiarán sustancialmente el paisaje y las perspectivas de no pocas naciones.
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