En respuesta a la acelerada propagación del virus, que hace de Israel uno de los países más afectados con consecuencias graves en la economía y en la política, unidades especializadas del ejército toman en estos días acciones efectivas para detener este mal. Además de colaborar con las fuerzas policiales en la identificación y tratamiento de los afectados, especialmente en los barrios religiosos de Jerusalén y Bnei Brak, las fuerzas militares se disponen a crear unidades hospitalarias en zonas donde se revela un alto número de enfermos. Una acción que despliegan en paralelo con la concentración de soldados y equipos en la zona norte del país debido a la alta posibilidad de un ataque proveniente de El Líbano.
En paralelo se amplían las manifestaciones populares en contra del primer ministro Benjamín Netanyahu debido a sus exigencias dirigidas a cubrir altos gastos personales y de su familia. El juicio en su contra se renovará el próximo enero, y amplios sectores proclaman que tal perspectiva le hurta el tiempo necesario para atender efectivamente a la creciente población afectada por el virus.
Para recuperar en alguna medida su prestigio ha resuelto por fin transferir diferentes sumas de dinero a la población en el marco de una doctrina económica presuntamente keynesiana. Así, cada ciudadano mayor de 18 años recibirá el equivalente de 200 dólares, y las familias hasta con tres hijos la suma de mil dólares. Se estima que no pocos sectores que apenas necesitan estas cantidades que en Israel se consideran modestas- las donarán a un fondo especial que las canalizará en favor de clases económicamente marginadas.
En cualquier caso, las actividades del ejército son absolutamente independientes del difícil juego político que hoy tiene lugar en Israel. Preservan celosamente su autonomía y funciones al tiempo que ofrecen ayuda complementaria en el combate al covid-19.
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