Este país centroamericano goza de una multiculturalidad muy especial, la cual se refleja en su planteamiento político-social, como base constitucional de toda su identidad, expuesta desde los postulados de su Carta Magna en su Artículo Primero, conjugando una serie de aspectos que reivindican el ser costarricense, a través del reencuentro con la diversidad multiétnica y pluricultural que constituye su idiosincrasia.
Donde además el respeto por las diferencias raciales, sexuales y de género, está más allá de separar a la sociedad, buscando unificarla mediante el desarrollo de nuevas políticas públicas que constituyan, una República más inclusiva y respetuosa de los Derechos Humanos.
La tarea de asumir un enfoque multicultural en el desarrollo de la política nacional, ha sido todo un desafío y lo sigue siendo todavía. Más aún, cuando este país planteaba sus orígenes en un imaginario colectivo, alimentado por la idea de una sociedad blanca en un continente avasallado por la conquista española, hace más de 500 años; pero que ahora, reconoce que está integrado por diversas etnias y mezclas culturales que han enriquecido el acervo histórico-social de esta Nación.
Así la reinterpretación de las diferencias, se abordó desde un ámbito político-cultural que logró visualizar intereses compartidos y propuestas de todos los sectores, quienes se orientaron en consolidar una sociedad diferente, donde se respetan las particularidades dentro de un cuadro general de gobernabilidad, basado en los derechos y conquistas de diversos colectivos y movimientos sociales que abogaron, por los sectores más excluidos y menos visibilizados de la población, desde las comunidades rurales, indígenas y afrodescendientes, junto con los extranjeros y refugiados asentados en el país.
De ésta forma la democracia en que se sustentan los derechos de todas y todos los costarricenses, puede sufrir rupturas y cambios de rumbo, pero nunca de horizonte, debido a que apunta a una sociedad respetuosa de los derechos y garantías sociales, como constitutivos de éste pueblo, buscando siempre el Bien Común.
Esto se hizo evidente a través del respeto e inclusión de los viejos habitantes de América, en la identidad cultural costarricense, construida siglos después, la cual, instituyó una reivindicación histórico-social, frente a la hegemonía imperante. En donde el retorno del pueblo originario, abarcó la visión de la Nación en su conjunto en atención a las minorías.
Más allá de cualquier doble discurso, se deben limar las asperezas que no incluyen los aspectos conflictivos en la diversidad cultural que conforman esta peculiar idiosincrasia que no busca idealizar el hecho de que al ser diferentes, también somos iguales pero ante la ley, porque la alteridad debe verse en su totalidad y antepuesta a la globalización.
Por ello, hay que determinar las razones que alimentan al excluido, polarizando una confrontación cultural identitaria dentro de la sociedad, donde las nuevas mayorías alcen su voz y respeto desde los diferentes espectros histórico-sociales, relativos al sexo y género dentro de ésta democracia representativa. Debido a que todo excluido culturalmente, también lo será económicamente…
(Especial para el Diario Judío.com de México.)
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