El exilio judeo-asquenazí en Barcelona (1933-1945): Un rompecabezas que pide ser resuelto, 2da. parte

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Barcelona, ciudad de oportunidades

El 30 de enero de 1933 el líder del NSDP, Adolf Hitler, es nombrado Canciller de Alemania por el anciano presidente Paul von Hindenburg. Días después, debido a la imposibilidad de llegar a un acuerdo de gobierno, se convocarán elecciones parlamentarias anticipadas con el propósito de elegir a los representantes del VIII Reichstag. El 5 de marzo, fecha escogida para celebrar la votación, el Partido Nazi obtendrá el 44% de los votos, siendo los socialdemócratas del SPD, la segunda fuerza más votada. Por su parte, el antaño todopoderoso Partido Comunista Alemán, el KPD, será duramente castigado perdiendo un millón de electores. A pesar de la ventaja obtenida, el Partido Nazi no obtendrá la mayoría parlamentaria, viéndose obligado a recurrir de nuevo al apoyo de los nacionalistas del Partido Nacional del Pueblo Alemán (DNVP), liderado por el rico magnate antisemita Alftred Hugenberg. No obstante no sería hasta el 23 de marzo, tras hacer uso del Decreto del Incendio del Reichstag[1] y el consecuente arresto de comunistas y socialdemócratas, cuando fue presentada la Ley Habilitante[2] que acabaría entregando el control legislativo a Hitler. Desde ese momento, que simboliza la rendición tácita de la democracia alemana al Partido Nazi, la política diseñada por el nuevo gobierno irá dirigida a consolidar y oficializar el antisemitismo. El 1 de abril, ante el estupor de la comunidad judía internacional[3], se instaura un boicot indefinido a los negocios y productos judíos[4]. Una semana más tarde se promulga una ley que prohibirá su presencia en la administración pública y restringirá su acceso a la abogacía y la medicina. Ante esta manifiesta situación de apartheid miles de ciudadanos alemanes de condición judía emprenderán el camino del exilio[5]. Cerca de 50,000 judíos abandonan Alemania entre principios de 1933 y la primavera de 1934[6]. Mientras Francia se convierte en el principal destino de los refugiados, seguida muy de cerca por Holanda y Checoslovaquia, un número nada despreciable de exiliados optarán por instalarse en España. Sin embargo, cabe destacar que esta ola migratoria, estrictamente asquenazí, se había iniciado años antes. En una interesante noticia aparecida en la Jewish Telegraphic Agency, a 19 de diciembre de 1932, nos habla ya de un crecimiento acelerado de la comunidad judía de Barcelona:

“La postura genuinamente liberal de la España Republicana ante la cuestión religiosa, ha permitido hacer realidad el viejo anhelo judío de reanudar la vida religiosa en la Península Ibérica. Ya no hay ninguna necesidad de que los judíos en España vivan como “hombres en la calle” y “judíos en el hogar ” – es decir,  ya no había necesidad de ocultarse  , sino que viven abiertamente su judaísmo en igualdad de condiciones con sus conciudadanos (…) Como es sabido, una pequeña comunidad judía había sido fundada en Barcelona en 1917. De los diecisiete fundadores, algunos han muerto y otros han emigrado, quedando sólo dos que participan activamente en su labor. Entre los fundadores habían sefardíes y askenazíes, sin embargo la Comunidad sigue las costumbres sefardíes, manteniendo los servicios de un chazán[7] askenazí. Un grupo de los fieles portugueses que no estaban satisfechos con este acuerdo ha abandonado la comunidad, formando la suya propia bajo el nombre de Agudat Achim, hermanos de sangre, que se atiene a sus propias costumbres y melodías litúrgicas. No obstante ninguna de las dos comunidades ha logrado atraer a la gran cantidad de judíos que han emigrado en los últimos años. Estos nuevos inmigrantes suman unas 3.000 almas. Todos ellos son, sin excepción, askenazíes. La mayoría de los recién llegados proceden de Alemania, Polonia, Hungría y Austria (…) Hay un gran número de judíos que no ven ningún futuro para ellos en España y volverían a sus países de origen su pudieran pero no hay ninguna institución que pueda proporcionarles los medios. Un gran número de ellos pasan su tiempo en el “Hotel Catalonia”, el eufemismo aplicado a los asientos ubicados en el bulevar más famoso de la ciudad – Las Ramblas . En las noches frías de invierno uno puede verlos temblando en este tipo de sillas, acurrucándose uno junto al otro, sin esperanza ni mañana.”.

Como vemos, se habla de 3,000 refugiados establecidos en la ciudad condal en los años anteriores al advenimiento del nazismo en Alemania, refugiados que subsisten como pueden en una Barcelona que a menuda les da la espalda. Dos años más tarde, el 16 de febrero de 1935, se publica en la revista Estampa un reportaje sobre la comunidad judía de la ciudad condal, lleva por título: “Seis mil judíos se han establecido en Barcelona”. Lo que nos hace pensar que la cifra podría ser mucho mayor ya que ésta hace sólo hace referencia a los judíos activos en las comunidades religiosas, no contabilizan a muchos de los refugiados judíos que no se reconocían como tales, anarquistas y comunistas en su mayoría.


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Reportaje de la revista madrileña Estampa aparecido el 16 de febrero de 1935.

En abril de 1933, el cónsul general español de Copenhague, Ginés Vidal, reporta el interés creciente de los judíos alemanes por emigrar hacia territorio español, advirtiendo al mismo tiempo de la laxitud de las leyes españolas con respecto a una cada vez más factible ola migratoria y alarmando de los efectos devastadores que eso podría causar en el depauperado mercado laboral español. Ginés Vidal escribiría en su informe a modo de conclusión: “No sé hasta qué punto vale la pena perder el tiempo dedicándolo a la inmigración de estos elementos, por otra parte, tan difíciles de integrar”. Justo Gómez Ocerín, Ministro Plenipotenciario en La Haya y Subsecretario del Ministerio de Estado durante la Segunda República, tranquilizó a Vidal por correspondencia, anunciándole el decreto de nuevas leyes que exigían visados y obligaban a demostrar medios económicos a los refugiados, a fin de detener “oleadas de judíos y otros indeseables”. Gómez Ocerín concluía: “Bastaría con limitar el posible flujo de extranjeros indeseables, en particular, aquellos que puedan engrosar las cifras de desempleo”[8].

Los efectos del boicot nazi inciden incluso más allá de los países limítrofes con Alemania, ese el caso, por ejemplo, de la ciudad de Cernautzi, capital de la Bukovina, en Rumania, donde miembros de la Guardia de Hierro, una rama paramilitar y política de la Legión del Arcángel Miguel – organización nítidamente antisemita – asaltan y queman negocios judíos. El embajador de España en Rumania, Pedro Prat de Souza, lo detalla en un exhaustivo informe fechado el 19 de abril:

El origen de este movimiento radica en el boicot que los judíos de la Bucovina han empezado a hacer a las mercancías de procedencia alemana en signo de protesta por las represalias a las persecuciones a sus hermanos de raza por el hitlerismo alemán. En respuesta a esta actitud, desde hace ya algunos días parece que se venía notando una visible agitación de carácter antisemita en Bucovina.”[9]

A Kurt Kauf, judío berlinés de veinticinco años, le esperaba un brillante porvenir en la judicatura prusiana –su diploma doctoral había sido firmado por el mismísimo Heiddeger-, esos anhelos sin embargo se trucaron definitivamente con la llegada de Hitler al poder:

Yo estaba en la carrera judicial, en la escala de aspirantes, y con la subida de Hitler al poder vino una disposición para la reorganización de los funcionarios de Estado. Y en esto los judíos fueron despedidos. Esto era, te lo puedo decir, 1 de abril de 1933, pues en esta fecha estaba yo en la calle.[10]

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Semanas después de la instauración del boicot, en la sede de la Sociedad de Naciones, en Ginebra, se tratan los efectos de la política antisemita del gobierno nazi. Luis Zulueta, ministro de Estado español, interviene defendiendo la minoría judía con un alegato repleto de buenas palabras y humanismo[11]. Días después, sin embargo, Salvador de Madariaga, embajador español en Francia, envía un telegrama a los cónsules destinados en las ciudades fronterizas con Alemania recomendando que “A fines de evitar que los referidos judíos que se encuentren sin medios de trabajo se dirijan a España, es conveniente que ustedes señalen las dificultades que encontrarán para ejercer sus oficios en nuestro país“[12]. Sin embargo, a pesar de las restricciones de entrada, muchos refugiados conseguirán la documentación requerida para instalarse en suelo español, bien a través de avales, permisos de trabajo, medios ilícitos[13] o mediante el pasaporte Nansen, una cédula personal expedida a los refugiados por la Sociedad de Naciones desde 1922[14].

Por lo tanto, fue el advenimiento del nazismo en Alemania – y a pesar de las trabas impuestas por la política exterior republicana[15] – lo que desplazó a territorio español, y más concretamente a Barcelona, un numeroso contingente de judíos alemanes (nacidos o residentes en suelo alemán): escritores, periodistas, artistas censurados, tenderos, abogados, médicos, disidentes políticos, parados, hombres y mujeres de todas las edades, principalmente jóvenes, con motivaciones y en condiciones diversas que tan sólo pretendían rehacer sus vidas al otro lado de los Pirineos.

Pero, ¿qué fue aquello que les atrajo de Barcelona? ¿Por qué escogieron la ciudad condal?

(…)

[1] Decreto ley emitido en Alemania el 28 de febrero de 1933  por el entonces presidente Paul von Hindenburg, como respuesta al incendio del Reichstag ocurrido en la noche del día anterior, 27 de febrero. Acabará siendo utilizado por el Partido Nazi como herramienta para reprimir a sus opositores.

[2] Esta ley habilitaba al canciller, y a su gabinete, a aprobar leyes sin la participación del parlamento. Golpe de gracia definitiva al sistema democrático.

[3] A 2 de abril del 1933, la publicación de la JTA, Jewish Telegraphic Agency, cubría los efectos del boicot:

“All efforts behind the scenes to avert the official opening of the boycott have failed. The Nazi Party has issued an official statement this afternoon declaring that in no circumstances will the boycott be postponed. It goes on to say that even if the boycott is officially withdrawn at the last minute, it has assumed such dimensions that it is unlikely that the Nazi Troopers would obey.

As though intent on exerting every possible means to hasten the economic ruin of German Jewry, the Nazi authorities are hour by hour laying new burdens on the hapless Jewish population. Thus, all Jewish employees working for non-Jews, have been ordered to be dismissed without any compensation as soon as the boycott starts. On the other hand, Christian employees, working for Jews, are ordered to leave Jewish establishments, but to demand two months’ salary in advance.

The Prussian Diet has petitioned the Minister of Education for the immediate dismissal of all Jewish teachers and for the introduction of a rule allowing no more thon 1% of Jewish pupils in the Prussian schools. It is significant, also, that even the so-called numerus clausus allowing of a certain percentage of Jews in schools and professions as originally proposed by Hitler is in many places giving place to a numerus nullus, or a complete exclusion. Thus, in Frankfurt, all Jewish lawyers have been barred from practice without a single exception.

Nazi pickets in many cities are vieing with each other in the invention of methods of frightening customers away from Jewish shops. In some places the Nazis have threatened to photograph such customers and display them in the local cinemas. In others, as in Annaburg, the faces of customers coming out of Jewish shops were stamped with a slogan reading: “We are traitors; we bought from Jews”.

[4] El diario El Sol, uno de los más leídos de la época, pública el 2 d’abril de 1933 un extenso reportaje sobre el boicot: “Las casa judías marcadas con carteles: ‘Comercio judío, prohibido comprar en él’, titula. (Fuente: BNE)

[5] El 12 de julio de 1933, el diario La Luz se hace eco de las repercusiones de las medidas antisemitas adoptadas por el gobierno: “Doscientos catorce notarios judíos, destituidos”, titula. (Fuente: BNE)

[6] Rohr, Isabelle, The Spanish Right and the Jews, 1898-1945: Antisemitism and Opportunism, 2007, Portland.

[7] Persona que guía los cantos litúrgicos en la sinagoga, suele ser profesional.

[8] Archivo General de la Administración. Fondo Exteriores (AGAFE, signatura R516/4. Correspondencia entre Ginés Vidal y Justo Gómez Ocerín)

[9] Archivo General de la Administración. Fondo Exteriores (AGAFE, Leg. 11278. Informe del embajador en Bucarest, Pedro Prat de Souza, 19 de abril de 1933.)

[10] Berthelot, Martine, Op. Cit., p.228.

[11] Véase sobre este aspecto, Isidro González, Los judíos y la Segunda República, 1931-1939, Madrid, 2004, pp 142-143.

[12] Archivo General de la Administración. Fondo Exteriores (AGAFE), Leg. 11280. Instrucciones de Salvador de Madariaga a todos los cónsules españoles en Francia 13 de abril de 1933.

[13] Anuncio aparecido en el tablón de La Vanguardia a 4 de octubre de 1933: “ EXTRANJEROS Y SEFARDITAS; Nacionalizo españoles, 20 días sin cobrar por adelantado, Via Layetana, 18

[14] Abramson y Berthelot (eds.), L’Espagne contemporaine et les juifs, Perpignan, 1991. pp 134-135.

[15] En el mes de abril de 1933, en la sede de la Sociedad de Naciones, en Ginebra, se tratan los efectos de la política antisemita del gobierno nazi. Luis Zulueta, ministro de Estado español, interviene defendiendo la minoría judía. Sin embrago, días después, Salvador de Madariaga, embajador español en Francia, envía un telegrama a los cónsules destinados en las ciudades fronterizas con Alemania recomendando que “A fin de evitar que los referidos judíos que se encuentren sin medios de trabajo se dirijan a España, es conveniente que ustedes señalen las dificultades que encontrarán para ejercer sus oficios en nuestro país”.

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